jueves, enero 29, 2009

Ser testigos del olvido

He vuelto a ver “Lejos de ella” (Away from her) con la actuación de Julie Christie (la inolvidable Lara del Doctor Zhivago) y Gordon Pinset (a quien veía por primera vez). Me quedé de nuevo melancólica y a la vez complacida de ser testigo, como lo somos los espectadores, de una triste y dura historia de amor. La están dando por cable, por siacaso.
No les voy a contar detalles de la película ni nada que se las malogre porque de verdad es altamente recomendable, inteligente, humana, un poco lenta. Tiene muy buenos diálogos y los temas que de ellos se desprenden surgen de forma tan real, tan transparente que el acercamiento a los personajes y a las situaciones que viven resultan cercanas y hasta cotidianas.
Fiona (Christie) "se aleja" debido a que tiene Alzeihmer -detalle que se sabe ni bien empieza la cinta- y su enfermedad pone a prueba tanto que es difícil de enumerar. La vida en común, el amor incondicional, la capacidad de aguante, la pérdida del mundo interior.
Las dos veces que he visto la película me impactaron dos frases.
La primera: a veces uno tiene que tomar la decisión de ser feliz. Pienso, que a pesar de que la vida es complicada, la felicidad es justamente tan simple como eso. No cargar nuestra mochila con aquello que SABEMOS que no vamos a solucionar, y cargarla con aquellas cosas simples que nos hacen sentir bien.
La segunda: nunca es tarde para intentar ser quien debieras haber sido. Ello se ve reflejado con el comportamiento del esposo de Fiona, puesto que se esmera -y lo logra- por recuperar cierto equilibrio en su conciencia incrementado por el amor que le tiene.
Vean la película, sean testigos de un amor complejo, difícil, paciente, maduro. Reflexionen sobre lo que la ésta plantea más allá de lo anecdótico, más allá de la pura ficción.

domingo, enero 25, 2009

Cuestionamiento de fe

No pretendo nuevamente tirar la piedra del "tema polémico" pero ya hace mucho tiempo atrás, quizás ya desde la época escolar quasi universitaria, se me planteó una duda que sigo sin resolver.
¿Fue Judas (el traidor) culpable de todo lo que le achacan? No es que ahora yo esté poseída misma Linda Blair después de tremenda blasfemia que he enunciado -dirán algunos- pero la verdad es que pensándolo bien bien bien no deja de haber cierta duda en el asunto. Dice así según todo lo que a mí me enseñaron:
Diosito se dio cuenta de que la humanidad, a la cual ÉL había creado, estaba patas arriba. Necesitaba salvar al mundo. En su gran amor decidió sacrificar a su único hijo hecho hombre. Jesucito tenía doce compañeros. Uno era Judas -que aparentemente era el más inteligente y mejor preparado-.
En la última cena, Jesús les comenta a sus apóstoles que uno de ellos lo traicionará. Cabe mencionar que esto tenía que pasar SÍ o SÍ puesto que de lo contrario, de ninguna manera se cumpliría el designio Divino. Si uno de ellos lo iba a traicionar, Dios ya lo había decidido, Jesús ya lo sabía de antemano, las Sagradas Profecías así lo auguraban... entonces: ¿tenía Judas escapatoria?
¿Están tan seguros? O era simplemente la pieza necesaria para que el plan Divino funcionara tal como lo planeado. Una vez cumplida su función, se suicida tal vez porque se dio cuenta de haber sido utilizado y no haber tenido escapatoria, su destino estuvo definido desde un principio.
No sé, yo particularmente y a mi edad no la tengo clara. Yo no puedo ver esto como muchos de los dogmas que he acepté durante tantísimos años, yo me sigo cuestionando.

jueves, enero 22, 2009

Frase célebre

Creo que en todas las culturas del mundo, o al menos las occidentales hay una frase que jamás queremos escuchar, nunca, never in the life….
No obstante, pasa de generación en generación, especialmente en la relación paterno-materno/ filial pues es ahí donde debe estar su real origen.
TE LO ADVERTÍ
¿No es una frase lapidaria acaso? ¿No pesa en nuestras conciencias cuando la escuchamos? ¿No nos genera un nudo en la garganta de frustración y rabia contra a quien la emite? ¿No provoca contestar: sí, sí, sí, ¿estás feliz? a quien la pronuncia apocalípticamente?
No obstante, es tan real... Es esa advertencia que a veces muestra que la gente que nos quiere, que ve más allá que nosotros en una coyuntura particular y tiene el valor de pronunciar porque justamente no quiere que suframos, quiere evitarnos un mal momento, una pena. Nosotros, sin embargo, reaccionamos llenos de rabia precisamente contra esa persona que nos hace la advertencia. Es como si en un jardín dijera: Cuidado: perro bravo y nos metemos corriendo al lugar, recibimos un mordisco de padre y señor mío y luego nos molestamos con la persona que puso el avisito…
Si somos…. y seguiremos siendo… tarados. Está en nuestra humana condición.
Cuando era niña juré que jamás les diría a mis hijos esa lapidaria frase: no cumplí el juramento, me engañé a mi misma.
Es un lugar inevitable en el crecimiento de nuestra conciencia.

lunes, enero 19, 2009

Cuestión de salud

Situación:
Mi hija vuela en fiebre cuatro días, yo con complejo de médico ya le zampé antibióticos dado que en unos días se va de campamento y no way! que se lo pierda.
Cuando la tos aparece ambas decidimos ir al médico.
Saco la cita, especificando a la recepcionista que sea el primer turno. Obviamente no entendió ni michi, porque cuando llegamos vemos dos pacientes antes y esperamos una hora y diez minutos. Las toses, las flemas y los mocos son el "maravilloso" fondo musical de esta situación.
Luego de la espera pasamos, ante nosotras: el otorrinolaringólogo (me encanta, es casi como mi palabra preferida paralelepípedo) quien es una suerte de versión real y humana de Yoda el gran Jedi (el mismo a quien mi madre, que en paz descanse, confundió con ET una tarde de matineé infantil).
Se suscita el siguiente diálogo entre la madre (o sea, yo) y el médico (o sea Yoda) dado que la enferma está afónica y no puede pasar ni la saliva.
EL: ¿Cuál es el problema?
YO. Cuatro días con fiebre, garganta hecha puré e inicio de tos.
EL: Voy a revisarla.
(Se suscita el diálogo post revisión)
EL: Tiene que tomar antibiótico.
YO: No hay problema doctor, ella es bien responsable, además como se va a la playa en dos días …
EL: ¿Queeeeeée? ¿"Playa" dijo, va estar debajo del sol?
YO: (en tono conciliador) Pero hay sombrilla, comodidades, todo tranquilo…
Debo aclarar que ni miro a mi hija porque si lo hago me voy a desentornillar de la risa
EL: (cada vez menos Yoda tornándose más bien Lord Darth Vader) ¿Y va a estar en bikini? Seguro, ¡calata, calata, va a estar calata! ¿dónde va a dormir? ¿sobre la arena, y la humedad de la arena? (amigos, les juro que bufaba, Yoda bufaba)
YO: Doctor, pero ella se va a cuidar… (la verdad es que ya yo decía cualquier huevada porque no sabía si salir corriendo por sentirme la madre más desnaturalizada del mundo o seguir enfrentando a los golpes: lo peor era que no me sentía nada culpable y tenía un ataque de risa aguantado que para qué les cuento. Mientras que mi hija tosía, tosía y tosía como fondo musical, ella dice que adrede porque el silencio absoluto era espeluznante).

El doctor se calla, empieza a escribir con trazos enérgicos, arranca la página del recetario, pasa con firmeza y pinceladas de indignación las hojas de la Historia Clínica, y en eso… pregunta:
EL: ¿Micaela? ¿te llamas Micaela?
(La cagada, pensé y ahora ¿qué va a pasar? )
ELLA: (con una voz de ultratumba, temerosa y bajando la mirada le dice) Siiiiii....
EL: Había una canción en mi época, una huaracha que se llamaba Micaela, la cantaba Bienvenido Granda y la Sonora Matancera, seguro que ni tu madre ni tú la han oído… (recita): conocí a una chiquita muy linda, ella tiene cabellos muy negros y todos la llaman Micaela...
LAS DOS EN CORO: No......
(ambas en shock, aun no repuestas de la escena que acaba de terminar; a mí al menos me sonaba la Sonora Matancera...a la susodicha ni eso...)
YO: Seguramente la podemos bajar en Internet para escucharla.
EL: ¿Si? Pero ¿y la calidad?
MICAELA (la de la huaracha, con voz de tísica): uno escoge la calidad, depende de cuántas estrellas tenga la canción…
EL: Es que la tecnología es maravillosa.... toma, aquí está tu receta, toma este antibiótico por siete días y escucha la canción.
LAS DOS: Gracias por todo doctor, buenas tardes.

Citando al afamado Condorito: ¡Plop!

miércoles, enero 14, 2009

Hoy que recuerdo a mi padre...


Mi padre se ha ido, físicamente hablando, ha muerto hace unas horas, pero por varias circunstancias de la vida ya era un ser distante.
No obstante, guardo recuerdos de aquellos lejanos años en donde la noción de familia existía en mi niñez y traigo a la memoria imágenes entrañables, divertidas y especiales de haber sido la hija de este complejo personaje.
Recuerdo a mi padre eternamente con una cámara de fotos, fascinado por parar cada kilómetro a captar la imagen que en ese momento él lograba ver (y tal vez nosotras cuatro –mi madre y mis hermanas- no podíamos hacerlo). Viajar con él, era una maravilla, puesto que lo único que hacías era caminar, caminar, caminar, entrar en un mercado, detenerte con él a esperar que tomara las mil ochocientas fotos y te fuera explicando en qué consistía cada escena.
Recuerdo a mi padre en la cocina, preparando algún chupe inventado por él, descubriendo unas combinaciones aromáticas, cargadas de culantro, ajo, perejil y tal vez, ese día, unos cuantos muy muys que habíamos recogido temprano en la playa: todo a la olla.
Recuerdo a mi padre jugando ajedrez conmigo, regando el jardín, escuchando a Manzanero, tocando la guitarra, haciendo bromas, brillando.
Recuerdo su amor por el Perú que supo inculcar a mis hermanas y a mí, su devoción por cuidar y curar y sobre todo, su curiosidad y su rigor académico, que creo gracias a Dios fue el mejor legado que me dejó
Recuerdo a ese padre que se alejó, allá en mi adolescencia… por eso hoy guardo en mi memoria como único recuerdo vivo a aquél que disfruté: el curioso, el travieso, el tierno….
Ése es el que quiero en mi corazón para siempre.

lunes, enero 12, 2009

¿...tan lejos?



Uno de los personajes creados por el genial Quino es la maternal, despreocupada y doméstica Susanita. De hecho, no he querido nombrar ninguno de sus fabulosos defectos porque son obvios, como todas aquellas características de este grupo de amigos. Cada uno con una lista tan evidente de rasgos que los hace únicos e irrepetibles (como lo somos los seres humanos).
Hoy que abro el periódico, y sigo con desazón las noticias sobre la Franja de Gaza, la debacle financiera, la crisis petrolera, etcétera, etcétera, etcétera, pienso en Susanita, quien en una de las tantas tiras cómicas, contemplando el periódico del que se desprendían imágenes de Vietnam, racismo y pobreza entre otras emitía unas profundas palabras: “¡qué suerte que el mundo queda tan lejos!”. Hoy pienso cómo se sentirá con la globalización, cómo se sentirá con la crisis económica que directa o indirectamente nos afecta, cómo se sentirá con las muertes, la pobreza, la amenaza constante de una guerra en la que, por efectos de esta idolatrada globalización, estaremos todos involucrados. Hoy, que el mundo queda tan cerca. Me consuela pensar que la pobre, sigue pensando lo mismo… como muchos hoy en día.
Me queda claro que Mafalda, ya estará con la presión que le vuela, habrá puesto nuevamente al globo terráqueo en cama, con compresas de alcohol sobre su frente (que curiosamente corresponde al hemisferio norte), estará revisando los titulares de cuanta prensa virtual y escrita le sea posible y zapeando todos los canales de noticias que pueda tener su señal de cable. Debe ser un atado de nervios.
Miguel seguirá filosofando, tal vez pensando que este mismo sol alumbró a los egipcios, a Colón, a Kennedy, a Chávez, a Omaba a mi querido pavo real de triple pechuga: Alan.
Felipe, el pobre, seguirá teniendo pesadillas, deseará que el Llanero Solitario venga a rescatarlo y se llenará de valor todas las mañanas para tener que ir a trabajar, puesto que la misma flojera contraída de niño lo perseguirá toda su vida. Lo que pasa en el mundo lo tiene sin cuidado, él solo quiere pasarse el día echado en su cama.
Manolito, no ha tenido salida: tenemos, con pena, que suicidarlo.

miércoles, enero 07, 2009

Un grupo genérico singular

He tenido un almuerzo con mis amigos, el clásico de inicio del año, y cuando digo amigos apelo al cien por ciento al género masculino. Creo que termino perteneciendo a una suerte de Club de Toby en donde soy el elemento neutro. No digo femenino, porque me queda claro, más claro que el agua que no me ven como tal.
La conversación con ellos se mueve en todos los planos, replanos, y superplanos. ¿Qué quiero decir con esto? Pues los temas varían, pasando por potos (obviamente un sinónimo más vulgar), anécdotas propias y más ajenas, situación financiera mundial, bromas, dobles sentido en cantidades industriales, insultos cariñosos ... Desde luego que ello va en todos los planos lingüísticos puesto que inclusive en algún momento de la conversación ya no soy Chata sino que soy ón, mi “alta” investidura se reduce a dos letras: ni siquiera ona sino simple y llanamente: ón. Estoy en ese mundo, tengo una visa temporal que me permite ser testigo de información maravillosa (mis labios están sellados) y no parar de carcajearme.
Evidentemente caigo feliz en este juego y de hecho, me mato de la risa con las conclusiones, las historias que se repiten como las vueltas de un carusel; visualizo las situaciones, idealizo otras. Es un espacio raro, una dinámica que va mejorando con los años puesto que nos volvemos más irónicos, más agudos, más críticos…. Confirmo una vez más cuando estoy con ellos, que tanto los hombres como las mujeres disfrutan el democratizar la información, intercambiar datos, compartir historias, o sea: chismear. Estar sentada escuchando es estar dentro de la cofradía y ser testigo absoluto de la experiencia mística de los monjes.
Inclusive en este ir y venir de palabras entreveradas, dimes y diretes, ellos mismos me dan ideas para el blog, crean títulos, dan sugerencias que guardo en mi despensa mental puesto que algunos temas podrían poner en evidencia a terceros (y cuartos y quintos) y por lo tanto, causar estragos en las vidas privadas que finalmente una tiene que respetar.
Por momentos, me siento un personaje de Los Cachorros, en donde Choto, Chingolo, Lalo y los demás pasan a ser: Perro, Insecto, Mañas, Manolo entre otros. Debe ser que por carencia yo debería ser Pichulita Cuéllar, aunque supongo que por similitud silábica ése podría ser otro…

domingo, enero 04, 2009

El placer de leer

A veces estoy convencida de que los hados están de mi parte. Hace unos días llegó a mis manos el catálogo que edita anualmente la Biblioteca Municipal Torrente Ballester (Salamanca, España) y en el que se recogen las mejores fotografías presentadas cada año al Certamen Fotográfico El Placer de leer junto con textos sugerentes de autores renombrados sobre la lectura. Como ya comenté el mes pasado me atreví a participar en el concurso El Placer de leer...y de escribir , serían escogidos cinco textos además de la selección que ya ellos hacían. Los hados estuvieron de mi lado. Lo comparto con ustedes, advirtiendo que seguramente algunas ideas les serán familiares puesto que he comentado una que otra anteriormente.

El placer de leer es único, es personal, sensación tuya y solo tuya. A lo largo de mi vida he confirmado que la lectura tiene la ventaja de producirnos un sentimiento tan agradable que se ubica con comodidad en la lista de placeres personales, e inclusive en muchos casos, la encabeza.
Entrar a una librería, mirar las mesas, los estantes, buscar el libro, que el libro te busque a ti, sufrir cuando no encuentras lo que fuiste a buscar, deleitarte cuando encontraste algo que no esperabas, luego…. en el clímax de tal situación salir con la bolsa de libros en la mano y sufrir la espera de los minutos que transcurrirán entre ello y leer la primera página que te atrapará. Porque como algunos dicen, no eres tú el que busca al libro es él quien te encuentra y te captura.
Es cierto que a veces soy víctima de la excusa de no tener tiempo para leer y es algo así como poner a régimen mi cerebro y mi corazón. No obstante, como suele pasar cuando uno se sale del régimen: me plazco en la lectura pues lo hago compulsivamente y me re-enamoro de ella como si fuera una adolescente. Esa sensación es maravillosa, ese latido especialmente apresurado que me dice que el corazón incrementa sus pulsaciones, cuando retorno a los brazos de ese libro que me espera dispuesto nada más que para mí. Soy totalmente vulnerable a sus palabras, a los sentimientos que de él se desprende, pierdo el interés en todo lo que me rodea porque estoy totalmente seducida. Y yo –como cualquier quinceañera- me dejo envolver y llevar por él.
En ese placer confirmo que la lectura me eleva y me desarma, me hipnotiza y me excita, me transporta y me paraliza, me relaja y me enerva. Sin embargo, sigo viviendo feliz esta constante contradicción que experimento cada vez que abro un libro. Porque además siento admiración y envidia de los autores de estos libros: los odio y los amo porque me llevan a ese estado. Ellos son los que inventan, fabulan, bajan al Averno, vuelan al Paraíso y sacan de su sombrero como magos un truco inesperado para que yo me pregunte ¿hasta dónde puede llegar la imaginación? Dan a luz a criaturas que nos hablan y son capaces de engañar a la muerte porque en mi lectura, ellos serán eternos. Nos regalan su esencia pero también su desgracia.
Al cerrar un libro me siento totalmente satisfecha y a la vez me invaden una enorme desazón y tristeza. Confirmo que entre el lector y el texto los lazos son tan estrechos que en algún momento se vuelven un solo cuerpo, un solo ser, en donde el placer se satisface en sí mismo mientras yo leo y el libro es leído.