jueves, agosto 27, 2009

De padres cojos, hijos bailarines


Recuerdo una pregunta profunda y fundamental en la vida escuchada al azar: ¿por qué tuve que sacar la miopía de mi padre y no, sus ojos verdes? Tal, provenía de una adolescente malhumorada y se la hacía a su madre que trataba de mantener su mejor sonrisa frente a una sala atiborrada de pacientes. ¡No es justo! Agregaba, y de hecho lo decía con todas las razones que eran valederas para ella en ese momento.

La genética es realmente una ruleta rusa. Yo particularmente siempre fui un poco chúcara para poder entender eso de los genes recesivos y demás jugadas cromosomáticas salvo las básicas. Pero había logrado captar, en mis tiempos escolares, que había sacado “la color” de mi madre y el tamaño de mi padre.

No obstante, ese famoso refrán “De padres cojos, hijos bailarines” creo que no tomó en cuenta para nada la carga genética a la que no se puede renunciar. Hay que aceptar que: de padres cojos, hijos cojos… (al menos es lo que predomina), salvo que uno “supere” las herencias. Además, hay por ejemplo, individuos que recogen toda la herencia pero en las partes falladas: todas las alergias, todos los males estomacales, la nariz chueca, el ojo torcido, todas las sorderas, tooooooooooodo lo que en su familia resultó siendo una falla de fábrica, se convierte en un balde que hace agua por todos lados.
Está la maravillosa anécdota del encuentro entre Einstein y Marilyn Monroe en donde ella le dice: Usted y yo podriamos tener un hijo, imagíneselo con su inteligencia y mi belleza. Seguramente conocedor de los caprichos de la genética, el científico le contestó: ¿Y si sale con mi belleza y su inteligencia?
¡No es justo! Gran frase de esta adolescente. ¡Yo también quería mis ojos celestes pero me he tenido que conformar con mi metroimedio ….! Ces't la vie!!!

lunes, agosto 24, 2009

Los más económicos del mundo


Yo vivo fascinada con los adolescentes, no en balde paso más horas al día conviviendo con ellos que con mi familia; me fascina ver su comportamiento, sus arranques, sus engreimientos, sus reacciones irracionales. Lo acepto, soy una masoca.

En estos ya cinco lustros que llevo trabajando con chicos cuyas edades han fluctuado entre los catorce y diecinueve años debo confesar que ellos han pasado por mí dejando una invalorable huella porque he visto y vivido en carne propia cambios fundamentales en los adolescentes de ayer y en los de hoy. Agrego, que además vengo sobreviviendo a la maravillosa adolescencia de mis hijos con todos los bemoles que ello ha supuesto, pero con más sostenidos que nada.

En una injustísima generalización se suele decir que los adolescentes siempre serán inconformes, extremistas en extremo (valga la redundancia), desubicados, desmotivados, egoístas, rebeldes, intolerantes, contestatarios. Sí, puede ser verdad en algunos casos y de alguna medida. No obstante, son creativos (en sus excusas), son verbales (en sus argumentos), son desprendidos (con el dinero ajeno), son libres (en su falta de responsabilidades), son cien por ciento sociables (cuando están rodeados de otros adolescentes), y el más importante y donde quiero enfocarme: son económicos.
¿Por qué digo que son económicos? Porque lingüísticamente lo son. Si entendemos por economía lingüística (EcoLin) la tendencia según la cual se supone que las lenguas se inclinan a realizar el menor esfuerzo en cuanto a su articulación de producción en oposición constante a las necesidades expresivas de la comunicación*. Ahorremos palabras, es la consigna de un adolescente, si podemos hablar menos diciendo lo mismo. Para qué vamos a desperdiciar saliva, desgastar nuestras cuerdas vocales y consumir más aire. Simple y llanamente: reduzcamos nuestro vocabulario.

Entonces, ante todas aquellas preguntas (amenazantes) que les hagan sus progenitores sean de una naturaleza igual o similar a: ¿qué tal te fue?, ¿la pasaste bien?, ¿te gusta?, ¿cómo te sientes?, ¿vas a salir?, las leyes de la EcoLin mandan a contestar única y exclusivamente con esta gama suficiente de vocablos: normal, fácil (cuidado aquí, que reemplaza nuestro “puede ser”) y el popular y más mentado: no sé.

Si Cervantes lo hubiera sabido, no habría tenido que escribir dos tomos para contarnos toda la historia de nuestro caballero andante que luchó contra molinos de viento… Si hubiera sido económico se hubiera ahorrado harta tinta y harto papel. ¡Qué pavo!



jueves, agosto 20, 2009

En la salud y en la enfermedad.... pucha, así era!

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
I
Por esas jugarretas de la naturaleza todos los seres de este planeta somos conscientes que entre los irónicos mensajes de la vida destaca tener un hombre enfermo cerca. El género masculino propiamente, reconoce que no son los “mejores enfermos” de la Tierra y de hecho, tampoco colaboran en contradecir tal situación. Es increíble, pero si empezamos a cruzar historias vividas, inclusive confirmaremos que el género femenino es más inmune a las “plagas caseras”: gripes, toses, diarreas… La naturaleza (o Diosito que es hombre) ha dotado a la mujer automáticamente de una capacidad innata de autoprotección para ser capaz de jugar a la enfermera. (Ese jueguito “el doctor y la enfermera” no creo tenga versiones de “la doctora y el enfermero” pero de hecho: el enfermo y la enfermera es uno bastante popular en la vida diaria)
II
Yo les voy a hablar de María y Juan (esos son los nombres de mis personajes imaginarios, los de mi generación pueden entenderlo mejor, puesto que los que eran lectores de Selecciones Reader’s Digest recordarán esos artículos que se llamaban “Soy el hígado de Juan” o “Soy el ovario de María”).
María se casó con Juan (autoreconocido como un quasi hipocondriaco). Como ejemplo, ella sale encinta, él tiene náuseas. Ella tiene contracciones, él siente los dolores. Ella da a luz, él sugiere tener solo un hijo: porque el parto lo ha dejado traumado. Encima la naturaleza de Juan no lo ayuda, si se le presentó una apendicitis tuvo que ser la más complicada, si todo el mundo tiene una cicatrización “normal” a él le tuvieron que volver a abrir la herida para desinfectarlo. La vida sigue así y María juega a la enfermera mientras que Juan al enfermo.
III
Juan se opera de la rodilla, no puede caminar. Tiene que ir dando saltos por la vida y según manda la teoría usando muletas. Pero el pobre Juan es negado en su motricidad gruesa con el manejo de estos dos palos de madera que deben sostener su humanidad evidentemente castigada por el pa(e)so de los años. Medio kg por cada año de matrimonio. Ver cómo pretende usar las muletas es casi un peligro público, puesto que éstas se van abriendo como una A mayúscula en la medida que va andando y NO PUEDE. María piensa: ¡este angelito se jode la rodilla de nuevo y me fregué! Entonces, empieza a pensar cómo podría Juan desplazarse con una mediana agilidad de gacela gorda en un solo pie. Ella visualiza la escena de Fantasía de Disney a los hipopótamos con tu-tú bailando ballet. Ve lo que tiene en casa y ella misma practica con una silla apoyando ambas manos y haciéndose la cojita para calcular esa misma escena con 40 kilos más. Lo cree sensato. Ha encontrado la solución, la silla funciona –pero a las pocas horas, se raja. Se consigue, evidentemente, un andador: todos felices.
IV
La hora del baño es la más tensa. Hay que meterse en la ducha, hay que calcular el agua para que Juan no se enfríe, porque ya está con gripe y encima una tos de tuberculoso que nadie se la quita. María igualmente creativa logra organizar un sistema con las toallas, la bañada, secada, talqueada y demás que le recuerda la crianza de sus hijos: en talla king size, desde luego. y con una ternura bien lejana a la de esas escenas maternales.


No obstante, hay que destacar que Juan colabora y obedece en todo sin chistar, no reclama, acata, tolera las burlas de María, sus ironías y ligeras histerias que justifica dulcemente por la situación vivida. Es más, María le reclama y cuestiona su docilidad. Juan asiente con una sonrisa en el rostro de orfandad que solo se traduce: dependo totalmente de ti, estoy resignado.


María tiene sentimientos contradictorios: por un lado, está preocupada por la vulnerabilidad de su marido. Por otro, no puede evitar el tufillo de satisfacción... she has the POWER!

domingo, agosto 16, 2009

Música, baile y otros menesteres importantes

Alguna vez me contaste que tu madre nunca te fomentó el aprender a tocar un instrumento musical. Guardaba esa conservadora desconfianza de que podrías empezar un estilo de vida que te condujera a la bohemia y a la “mala vida”. Te jugaba en contra, además, la fuerte carga genética de sangre artística que había dejado tu padre con el mal sabor de toda su historia. Huelgan palabras. No debería criticarla…. pero se equivocó. Terminó con un capítulo de tu vida antes de que empezara.

No obstante, la música entraba en tu vida por otros caminos, las fiestas, la radio, sin discriminar nada eras capaz de absorber distintos sonidos y reconocer las voces e instrumentos casi sin pensarlo. En tu crecimiento, pudiste aprender a disfrutar tanto de la chicha como del jazz, del huayno como de la salsa, del chill house como de la ópera. En esta mezcla bizarra se queda en ti un músico frustrado que se enternece con un charango o se perturba con la Callas.

¿Si hubieras aprendido a tocar un instrumento musical, cuál hubiera sido? ¿Hoy, a qué músico disfrutas y hasta cierto punto envidias? Y yo, que creo conocerte, dudo si podría ser una trompeta, un teclado, o hasta una cajita musical que produzca ritmos afroperuanos…
Son varias las cosas que he aprendido en estos años, a veces uno cree que ya lo conoce todo o casi todo y que la gente que vive contigo es predecible. Sin embargo, yo no dejo de sorprenderme nunca de este amorío que mantienes con la música, en donde yo solamente soy un mudo testigo de esa relación tan tuya y personal, tan íntima que ni siquiera me siento capaz de sentir celos.

Mis recuerdos lejanos, evocan a un chico con una memoria innata para las canciones y sus respectivos cantantes pero creativo con las letras cuando no las recordaba y desentonado –hasta ahora-. Un chico con el ritmo en los pies. Un chico que siempre llevara en su corazón a “Un gato en la oscuridad” y que solo sus amigos del barrio son capaces de entender ese sentimiento, privilegio que les he dejado siempre.
Hace más de veinte agostos alguien muy importante nos deseo que nunca nos faltara ni las risas de los niños ni la música en nuestra vida. Los niños que vinieron ya crecieron pero nos siguen acompañando sus risas o sentidos del humor enormemente creativos. La música la hemos seguido haciendo nosotros , porque te lo he dicho millones de veces, si no bailo contigo… no puedo bailar.

jueves, agosto 13, 2009

Ampay al Ampay...


Me compré la última publicación de Gustavo Rodríguez y Sandro Venturo titulada: Ampay Mujer, una revisión interesante (en la que predomina las estadísticas) del papel de la mujer en la sociedad peruana. Llaman la atención algunas cifras y hasta son divertidas en más de un caso.
Sin embargo, me resultó muy cuestionable un comentario realizado, casi al iniciarse el texto, de Rocío Silva Santisteban sobre la percepción que tienen las mujeres a partir de las cuatro décadas sobre su propio cuerpo.

“Al llegar a los 40, dejada atrás la etapa de la examinación minuciosa sobre sus cuerpos, con la experiencia ganada, el paso por la maternidad, y siendo madres, la noción corporal se vuelve más cómoda. A los 40, por lo general, la mujer tiene hijos o hijas grandes y nuevamente tiene tiempo para sí misma. (…) A los 40, la mujer ya no se exige encajar o estar a la moda como antes, ni lucir siempre delgada, no tiene que impresionar, ha aprendido a valerse por más aspectos de sí misma que el físico. (…) ella ya vivió y cumplió, se merece un relajo, merece tiempo para sí misma y bajo sus expectativas, no las de los demás.”

Como que un poco desubicada ¿no? una mujer “ya vivió y cumplió” ¿¿?? Más que una reflexión altruista y filosófica como parece que pretendiera hacer, termina siendo una sentencia lapidaria que parece decir: hermanas ya no hay nada que hacer… ¡Ta loca! Yo cumplo mañana 46 y no siento el pretérito perfecto simple en mi vida: vivió/cumplió -estoy bien alejada de lo perfecto y simple, por cierto-. Me parece que es bastante distante con lo que pasa alrededor, o simplemente padece una ligera miopía sociológica y femenina especialmente si observamos la actitud de la mujer limeña de todos los estratos sociales. De hecho, un alto porcentaje se esmera por mantener su peso, se queja si se sube algunos kilos, oculta sus primeras canas, se afana con lo que puede para aferrarse a la idea de que la vejez todavía está bien, bien, pero BIEN lejana.

No le niego que las mujeres que tenemos por encima de 40 hemos aprendido a valernos por nosotras mismas, y aquellas que somos profesionales nos la peleamos en el día a día en una lid que aunque pretende a veces ser igualitaria no lo logra del todo. Sí “nos merecemos un relajo”, sí “nos merecemos tiempo para nosotras mismas”. La pregunta es si esos tiempos existen en la realidad… Yo al menos, sigo buscando la oportunidad de hacerme un buen masaje… pero no tengo tiempo.

lunes, agosto 10, 2009

Seguridad Social o el Mito de Sísifo



Dándole vueltas a casos humanos y humillantes aquí me tienen…

Hace unos meses, fui testigo del maltrato sufrido por una empleada del hogar que con los dolores de parto a cuestas, el personal de emergencia de un hospital de la seguridad social de mi país le pedía los últimos seis recibos de su empleador. Un par de días atrás, me enteré de un caso más grave aún: por evitar una cesárea, un niño había aspirado líquido amniótico, su cerebro tardó como diez minutos en oxigenarse y evidentemente los primeros análisis señalaban daño cerebral. El recién nacido tendrá que permanecer en incubadora hasta que le hagan una tomografía; está en lista de espera: hay que esperar como diez días. Seguramente estos ejemplos no son siquiera la punta de un iceberg y ustedes, amables lectores, tendrán una bolsa llena de otros tantos.

Le preguntaba a un especialista en Derecho Laboral y Seguridad Social, si esto pasaba en los países tercermundistas únicamente. Me contestó que no es exclusivo de los países que curiosamente ocupan el hemisferio sur, se ven en todos lados. Es pandémico.

Es indigno que aquellos que no tienen recursos para acceder a un sistema privado de salud, sean víctimas de un sistema que, además de tragarse parte del sueldo, los trate como seres devaluados.
No hay ironía más grande que las palabras: paciente, asegurado, seguridad… Pareciera que pertenecen a otro universo lingüístico; al mismo conjunto fantasioso en donde reinan el unicornio, el dragón o los hobbits. No obstante, es la vida real, es la maldita vida real.

Me da una rabia enorme no recordar la fuente de esta frase que leí hace poco: la seguridad social hace que los pobres sean más pobre y los viejos, más viejos.
Palabras nunca tan sabias.

jueves, agosto 06, 2009

Gracias Walt Disney

Tengo recuerdos muy felices de los cuentos infantiles, mi abuela paterna –Lila- era una buena Cuentacuentos, recuerdo con cariño: La bella durmiente y Piel de asno –ambos de Perrault-, entre los más queridos.

Además, había heredado unos cuantos ejemplares de colecciones de cuentos que habían sido de mis hermanas mayores que habían leído y releído de niñas, en los lejanos 50’s. Aún conservo un tomo de Cuentos Rusos y Cuentos Españoles.

El otro día, mi gran amigo Hernán Lanzara, me preguntaba si yo recordaba si es que en la versión orginal de La bella durmiente, existían las tres hadas que la crian para mantenerla alejada de la maldición de la bruja mala que no había sido invitada al bautizo: se hincarían con un huso y caería en un sueño eterno. Flora, Fauna y Primavera no eran ingredientes de la receta original, Walt se tomó la licencia de colocarlas en su versión animada. En la versión de Perrault, la princesa sigue viviendo con los reyes, puesto que su padre había mandado publicar una ley que a todos lo que siguieran hilando con husos, o tuviera ruecas en su casa, serían castigados con pena de muerte.

Si realmente pudiera además resumir aquí toda el cuento infantil real se morirían al descubrir que: 1) El príncipe que la despertó de su sueño no peleó con nadie, con su espada solo tuvo que cortar algunas raíces que encontró en el camino hacia el castillo. 2) Se casaron y tuvieron dos hijos: Aurora y Día. 3) La madre del príncipe que era una ogra –antigua metáfora a la figura de la suegra- no se enteró del matrimonio hasta varios años después. 4) Al morir el rey y subir al trono, tuvo que contarle la verdad con miedo, dado que sus instintos de ogra implicaban que se le antojaran los niños y de paso a la nuera!!!!! 5) Para hacerla corta: ante la ausencia del hijo, preparó una gran olla con víboras, sabandijas y otros bichos para meterlos ahí y cocinarlos. No obstante, sin aviso previo el hijo volvió y al sentirse acorralada, la reina madre se suicidó.

Tremenda versión, recontra sangrienta y sórdida. Digna de un público infantil de siglo XVII. Agradezcamos a Walt el haber salvado a una generación de niños de tanta carnicería

lunes, agosto 03, 2009

Tiene que rendir una declaración


Como algunos sabrán tengo un problema con la propiedad que colinda con mi casa. Están construyendo un edificio y esto ha causado daños terribles a todos los vecinos del terreno en cuestión. En mi caso, hay algunas fisuras en paredes importantes de mi humilde vivienda. En fin, una pelotudez de esas que te caen del cielo y uno dice: ¿why me?
La cuestión es que fui citada por la Dirección de la Policía Nacional del Perú, que se encarga de ver las denuncias penales de ese rubro. Yo, por supuesto, en mi medio miopía legal (a pesar de estar casada más de veinte años con un abogado) he repetido una y otra vez que me había citado la Fiscalía… porque creo que en realidad simplemente tiene otro caché que te cite la Fiscalía a que se cite la Policía (¿o no?).
El cuento es que me enrumbe a las oficinas correspondientes en el Centro de Lima en el día más lluvioso del invierno. La citación indicaba que podía asistir con cualquier abogado que yo quisiera escoger. ¿Adivinen con quién fui? Claro que, la decisión la tomé en un ataque de masoquismo puro, arriesgándome a que en la mezcla de amor y problemas legales de esta aventura judicial generara una discusión conyugal de padre y señor mío y todas las entidades sacrosantas de los altos cielos.
Camino a la Fiscalía (corrijo, a la Dirección de la Policía) empecé a recibir varias instrucciones sobre qué me iban a preguntar, cómo y qué debía contestar, qué NO debía contestar y etcétera. Yo, para mis adentros (como diría la Srta Norma Cardoso, mi profe de matemáticas de 5to grado) pensaba: estoy emocionadísima, voy a hacer una declaración judicial, voy a dejar mi testimonio en los Anales judiciales de mi país!!! Mientras que mi abogado seguía haciéndome las indicaciones del caso, renegando por el tráfico, y por la pérdida de tiempo que esto suponía.
Después de haber dejado el carro en un estacionamiento, fuimos a paso acelerado hacia nuestro destino (en este andar, yo que soy recontra curiosa y voy muy poco al centro) miraba todo como niña en Feria, estimulada por todos lados, los restaurantes que me ofrecían menús maravillosos por 4 soles, los vendedores ambulantes de los Geniogramas resueltos de El Comercio, los que vendían medias, los huecos llenos de agua de lluvia, los turistas, la gama de gente que iba y venía con la misma celeridad que nosotros…. Claudia en el país de las maravillas… el abogado, en el Infierno de Dante.
Llegamos y nos tenía que atender el Comandante Pejerrey (les juro que así se apellidaba) pero en ese momento era “no habido” por lo cual nos atendió su “lorna”, un policía vestido de civil sumamente educado que al inicio del interrogatorio (linda palabra, ¿no?), preguntó a mi acompañante: ¿Usted, es su abogado? , y recibió como respuesta: Abogado y ESPOSO. Ojo que lo coloco en mayúsculas porque así sonó. Además como ‘estábamos” con buen talante… se pueden imaginar.
Las preguntas iban y venían y a mí me habían adoctrinado muy bien: contesta estrictamente lo necesario, A, B, C… Pero había un problema: ¿cuándo yo, he sabido o podido hablar ESTRICTAMENTE lo necesario? Eso es imposible!!!!!! No way!!!!!! Este abogado mío se olvidó con quién se había unido en sacrosanto matrimonio… estaba amnésico… Entonces cada vez que yo pronunciaba unas diez (aunque podrían ser cien) palabras extras se sentía tensión en el ambiente… El policía en cambio estaba muy entretenido con la historia, que hasta me preguntó de puro curioso y creo que solidario: ¿y ustedes pueden vivir ahí?... Cuando terminamos miré a mi abogado con cara de “me porté bien, ¿no?”. Yo seguía fascinada con la aventura y él… no. Seguramente porque lo que debió durar veinte minutos demoró cincuentailargos y con la rapidez que el policía deslizaba sus dedos sobre el teclado… la cuenta de minutos se incrementó.

Vieron cómo me demoré en contar la historia... Este es uno de mis posts más largos...