lunes, septiembre 28, 2009

De las fuentes de antes, a las fuentes de ahora


Siempre he comentado sobre algunas frases que marcan en la vida, o aquellas que de tanto escucharlas en alguna etapa de nuestra vida se convierten en huellas imborrables. Yo tenía un profesor de Matemáticas en el colegio (en 1ero de secundaria, si mal no recuerdo) que solía decir: es más fácil encontrar un aguja en las turbulentas aguas del rio Santa, que un alumno en la biblioteca. Hoy, la frase regresa a mí cobrando vida sobre cómo han ido cambiando las formas de sacar información de estudiantes de nuestra generación y los actuales.

Efectivamente, en mi época resultaba difícil ver que los escolares fueran de motu propio a la Biblioteca. Cerca de mi colegio estaba la Biblioteca de la Municipalidad de San Isidro, que ya en los tardíos setentas era bastante moderna y a veces muchos de nosotros íbamos ahí. No obstante, en las casas se veían libros, se veían libreros, al menos habían humildes estantes con varios libros de consulta. Debo confesar que nosotros también teníamos nuestras Wikipedias, y que aquello que no estaba en la Enciclopedia Barsa no era respetable. También estaba la Enciclopedia Temática y la Enciclopedia Británica, con lo cual: a cualquier hogar de clase media le bastaba, para resolver las dudas, recurrir a una de estas variantes para solucionar la tarea. A veces, estas fuentes se enriquecían con algún artículo de alguna revista que aparecía por ahí: National Geographic, TIME, Newsweek y no menos importante: el Almanaque Mundial.

Hoy, casi treinta años después –qué depresión- me quedo horas navegando por la web y podría seguramente escribir una tesis completa sobre cualquier tema solo leyendo documentos “colgados en la red”. No me tengo que mover más allá de mi silla y con el solo toque los dedos en el teclado ampliar mis conocimientos y además, contribuir a desarrollar los de mis alumnos.
Sin embargo, me preocupa cómo los estudiantes actuales minimizan el valor de investigar, de comparar fuentes, de sacar conclusiones. Caen, inclusive, en la ingenuidad de creer en tooooooooooooooooodo lo que la web les muestra puesto que Internet tiene más validez que la Biblia. Si está en Internet es confiable, verídico y reproducible. Así es como confían en engañar a sus profesores con trabajos plagiados de “ El rincón del vago” –pienso: hay que ser idiota para confiar en la calidad del trabajo que un “vago” le hereda a otro “vago”- y aunque efectivamente, pueden jactarse del engaño no calculan cómo tarde o temprano ello les pasará la factura.
Para terminar, no puedo cerrar este post sin mencionar un caso, del que me enteré por casualidad, que pinta de cuerpo entero la calidad moral de ciertos ejemplos (de)formativos de padres que por “ayudar a los hijos” los ayudan a embrutecerse: Sabiendo que el hijo no había hecho la tarea, el padre le dice que, dado que tiene que presentar el trabajo y que lo único que tiene a mano el de un amigo hecho el año anterior, entre los dos (tremendos cómplices) cambiarán un poco las palabras para que la tarea sea presentada en el plazo exigido porque no puede permitir que lo jalen.

La generación de hoy, es producto de los padres que tiene.

jueves, septiembre 24, 2009

Soy la gripe de Juan (y la maldición de María)


a Juan Carlos, porque tiene que soportar las histerias de Claudia María
Aclaración
A pedido del público, he decidido escribir de vez en cuando sobre algunos avatares comunes de la convivencia en pareja o al menos de dos seres como Juan y María que comparten un sinnúmero de situaciones que la sobrevivencia en compañía supone. El post “En la salud y en la enfermedad…” dio pie a varios comentarios que convencieron a esta humilde bloggera a dar inicio a una nueva serie: María y Juan. Cuento con ello con la anuencia y paciencia de mi bienamado JC puesto que sin ello, esto acabaría mal. Aclaro y juro que no todos los contenidos serán de propia cosecha –Juan y María son en el fondo estereotipos de los seres humanos normales que caminan por la calle-. Ello se ha dejado sentir en los comentarios de los lectores y sugerencias de temas.

I
Desde que estuvo con una bata aséptica con abertura total en la parte posterior de su anatomía sobre una mesa de operaciones, la personalidad de Juan ha cambiado. María ha descubierto en él una sospechosa docilidad en la que las órdenes de ella fluyen con naturalidad y complacencia. Juan está con las defensas bajas y trata de sobrevivir a ello de la manera más ZEN posible. Parecía pues que la recuperación iba viento en popa y dada tal situación, María le propone a Juan irse a cenar fuera. Se lo merecen. Sin embargo…

II
Juan en menos de cuarenta días (lo que dura el puerperio) ha vuelto a caer con gripe. Ni la porcina, ni la aviar, ni la AH1N1 tendría la crudeza ni las torturas a las que se ve sometido cuando él pre-siente (porque no es una intuición), cuando Juan sabe que se ha “enfriado” y por lo tanto resfriado. Si no fuera Juan, se hubiera abrigado al sentir frío y punto, y de paso: no estaría jodido.

III
Juan está maleteado, el dolor de espalda, la respiración por la boca lo agotan… casi casi hiperventila, la congestión, el lagrimeo, los kleenex, el basurero, todo el universo de la gripe lo rodea. María solo sugiere tomar un antigripal para minimizar los síntomas cual propaganda de los quinientos antigripales que existen en la tv y se va a trabajar. En el reencuentro María se encuentra con un Juan que es un saco andante con los ojos inyectados, tercianas y cual víctima de un ataque febril decide abrigarse como pollo crudo en el Polo Norte y ponerse los kilos de polares que estén a su alcance. Sin embargo, Juan tiene 36.8° está más fresco que el pisco sour que seguramente se estarían tomando si hubieran salido a la calle. María, expresivamente maternal y silenciosamente “madrastral”, le vuelve a sugerir que tome otro antigripal y que no se meta a la cama. Le recomienda (en realidad: le ordena) solo descansar y tomar algo caliente. "Amorosamente" le dice -Tómate otro Panadol Antigripal como en la mañana-. Y por supuesto que ella va a buscar las pastillas para dárselas y descubre que Juan solo había tomado UN Panadol normal en todo el día. María piensa: "¿En la magnificencia de la corpórea humanidad de Juan qué es un panadol para la gripe elefantística que tiene esta pobre criatura abandonado de la mano de Dios?" El cuerpo de Juan sufre, el cuerpo de Juan lagrimea, el cuerpo de Juan pide a gritos a la madre naturaleza que deje de castigarlo de una vez por todas con este resfriado común. El cuerpo de Juan suspira por alcanzar la sanidad corpórea que recuerda tan lejana. María suspira por lo mismo.

lunes, septiembre 21, 2009

Los que ellas quieren...

¡gracias chicas!

Inicialmente este "post" iba a tratar de otro tema que analizaba el hecho de que las mujeres tenían "bienes comunes" : gustos estereotipados que los encontraban en los hombres de Hollywood y gustos propios, "bienes particulares" que los encontraban en su casa y alrededores.

Recordé que en mi primera juventud, mis ídolos eran Ryan O´neil y Robert Redford y ahora son dos viejos que aunque pueden haber envejecido con cierto estilo, son totalmente caducos para el público femenino y hay mejores en el horizonte. Hoy tengo otros...

Entonces se me ocurrió enviar un mensaje de ayuda a varias féminas con las que tengo confianza para que me contestaran la siguiente petición: les ruego que me den dos nombres de aquellos caballeros del universo público que les atraigan harto harto. ¡No calculé la bomba que solté!

En primer lugar, la muestra con la que he sacado los resultados estuvo compuesta por cincuenta y siete mujeres que contestaron en menos de 24 horas. Se comunicaron conmigo desde maravillosas chicas de 18 años hasta mujeres hermosas que ya pasaron la frontera de los “sin cuentas”. Por lo que podrán imaginarse, mis queridos lectores, las respuestas y los comentarios que recibí resultaron de gusto diverso. Intergeneracionales: Connery nació en 1930 y uno de los más votados, Pattinson, nació en 1986; interraciales: el gringuísimo Kurt Cobain hasta Denzel Washington; internacionales: desde el guatemalteco Ricardo Arjona hasta el escocés Matt McConaughey; de gustos extremos: el elegante Richard Gere hasta el “sucio” John Mayer. Pasando por (sorry por las omisiones puesto que la lista es bien "particular" y extensa) Miguel Bosé, Brad Pitt y Johnny Depp.

Los más votados fueron George Clooney y Hugh Jackman. Cabe destacar que entre el voto joven destacó Robert Pattinson (a quien tuve que buscar en Internet para ubicarlo). Yo ya estoy tía, pues.

Sin embargo, lo interesante de este ejercicio fue cómo mientras que ciertas mujeres se limitaban a mandar sus respuestas en el formato 1. XX y 2. YY, otras se despachaban con comentarios tan honestos que son dignos de publicación manteniendo el anonimato de las autoras y un cierto nivel de censura. Se soltó una catarata de hormonas que para qué les cuento. Lo más gracioso fue que muchas, no solo enviaban sus comentarios sino que también enviaban fotos, imágenes de los susodichos galanes, que por cierto, estaban muy bien seleccionados y no me sorprendería que las tuvieran hace tiempo entre sus archivos más preciados. Se agradece. Soñar ni cuesta ni paga impuestos, y en todo caso "particularmente" cada una sabrá cuán cerca o lejos está su " bien particular" de los "bienes comunes" ya citados. Total, todo gusto es subjetivo.

Los dejo con los comentarios más destacables:

-George está buenazo,...pero Nicolas Cage tiene algo también que me encanta,....pero cuando tiene el pelo largo y es misterioso y peligroso... ¿qué te puedo decir?......¡Sexy! Creo que es un tema que podríamos debatir en grupo…

-A mí me gusta Hugh Jackman y después de ver Wolvering cualquier chica le gustaría tener la marca de sus garras por todo el cuerpo! ¡Tiene un poto…..!

-Richard Gere cuando sube por la escalera eléctrica con frac y una rosa en la película "Shall we dance?"...wow!!!"

-Me has dejado pensando con cuál me quedo. Para mi definitivamente el rey de los reyes es y seguirá siendo por siempre Sean Connery.

-(pero tengo otros más!!!!! sólo necesitas dos????? jajajajaj)

jueves, septiembre 17, 2009

Cegueras colectivas


Hay frases célebres (que en realidad no son las palabras mismas sino las personas que las pronuncian) que a uno lo dejan pensando, hay otras que son pura tontería. Cuando fui a ver la exposición de los trabajos de Leonardo da Vinci, en una de las secciones se recogían algunas de este gran sabio bastante interesantes.
Hubo una en particular que me llamó la atención: Hay tres clases de personas: aquellas que ven, aquellas que ven lo que se les muestra y aquellas que no ven. Me puse a pensar qué era peor: ¿no ver o ver lo que me manda el otro? No sé realmente. Puesto que a veces por ignorancia las personas se dejan llevar por la opinión de los demás, y quizás de uno u otro modo ese “no saber” los exonera de la culpa. Por ejemplo, la dominación económica y política implica también una dominación cultural. Las colonias por ejemplo, tenían un acceso limitado al conocimiento. Las diferentes Iglesias han decidido por años limitar muchas veces la información que deben tener los feligreses por razones morales. Entonces, es algo clásico en la historia que directa o indirectamente el grupo de “ve lo que se le muestra” sea más grande de lo que creemos.

Aquellas que no ven. Va de la mano con el ciego que no quiere ver. Es lo que yo llamo la estrategia del avestruz: escondo la cabeza para no ver el problema. Paso por la vida como una sartén de teflón, todo me resbala. Todo, porque NO lo veo, porque NO quiero verlo, porque para qué voy a verlo si me carga. Podría parecer una estrategia inteligente puesto que esquiva los problemas para no estresarse, pero en realidad lo que hace es no enfrentar, tal vez, y que luego aquello que se inició como ola se vuelva un tsunami.

lunes, septiembre 14, 2009

Del alpinismo al "alpinchismo"


a mi amiga René, porque la idea salió conversando con ella

Este post lo escribo desde la perspectiva medio compleja y medio híbrida que implica ser profesora de secundaria y madre de familia. Advierto que tengo mi gran dosis de culpa en estas palabras. Seré cruda, puesto que ese es el asunto.

Los de mi generación fuimos educados por otra generación que en su gran mayoría fue muy conservadora, vertical, cucufata, y machista. En nuestro aprendizaje predominaban las cosas prohibidas antes que las permitidas, y aunque todos fuimos rebeldes a nuestra manera hubo varias escenas que serían inimaginables tenerlas con nuestros padres. ¿Acaso alguien, a los trece años, le dijo alguna vez a su mamá: ¡Ay mami, ubícate! ?

Ese alto porcentaje de padres de nuestra generación nos educó con el objetivo de entender la sentencia bíblica: te ganarás el pan con el sudor de tu frente. Nada venía gratis, o al menos cómodamente. Para empezar no existía ni delivery ni copy/paste por dar dos ejemplos sencillos. Si querías algo, tenías que esforzarte aunque fuese un poquito. Entonces, crecimos sabiendo lo que era alcanzar una meta sobre la base de saber que para llegar a la cima había que pasar por un entrenamiento que produjera cierto sudor: manejar bien las herramientas, plantear la estrategia de escalamiento, colocar los pies en lugar seguro, calcular los riesgos y empezar la trepada. Recibimos, por lo tanto, una incomparable y metafórica lección de alpinismo. Caídas, golpes, sustos, pérdidas… y llegamos a ser padres pasando por todo ello.

Suena tan lindo y pedagógico en el papel que cualquiera diría que siendo seres inteligentes educaríamos a nuestros hijos de esa manera, puesto que mal o que bien las cosas había resultado y habíamos alcanzado nuestras “cimas”. No obstante, sabe Dios cuándo… en algún momento tomamos la decisión de dejar las lecciones de alpinismo para llevar a nuestros hijos a descubrir que era más fácil ser educados por padres que teníamos la necesidad (casi fanatismo) de darle a nuestros hijos todo aquello que nosotros no habíamos tenido. Para empezar, un mundo en el que predominaban cosas permitidas antes de las prohibidas, pregonar ser (pseudo) liberales, horizontales… Encima, para ayudar a estos padres, cuando empiezan a salir del cascarón el sistema educativo les ofrece un ingreso a la universidad al que le falta el papel de regalo...

¿Resultado?: tenemos unos “maravillosos” adolescentes que con el permiso de mis lectores, todo les llega al pincho: estudiar me llega al pincho, hacer tareas me llega al pincho, esforzarme un poco me llega al pincho, hacerles caso a mis viejos me llega al pincho, guardar mi ropa me llega al pincho, recordar lo que tengo que hacer me llega al pincho… Tienen calzón de cemento, arrastran los pies cuando de cumplir con sus obligaciones se trata, usan atajos, creen que se merecen todo y no agradecen por nada: la ley del mínimo esfuerzo… no necesitan más. Para coronarlos: ni siquiera son rebeldes en esencia, porque como la tienen tan fácil no tienen de qué rebelarse realmente. El “alpinchismo” es su credo, su religión, la postura que han adoptado lo refleja, desde la forma que tienen de pararse, de sentarse, de vestirse hasta de pensar en el futuro.


Sé que he generalizado, pero también sé que muchos se identificarán aunque sea un poquito con lo que he dicho. Y para terminar solo agrego que me da miedo pensar en qué tipo de padres tendrán nuestros nietos.

jueves, septiembre 10, 2009

¡Sorpresa!

La sorpresa es una emoción (como todas) indescriptible. No obstante, la definición que da mi fiel amigo el Diccionario de la RAE tiene que ver con aquello que te coge desprevenido. Por lo tanto, hablamos de sorpresas agradables y desagradables.
Hoy me puse a pensar en aquellas agradables situaciones en los que la vida te sorprende y hasta logra arrancarte una sonrisa sin planearlo:



1. Encontrar un billete en un bolsillo.

2. Haber disfrutado de una novela en cada una de sus páginas.

3. Encontrar un buen amigo en la madurez (o conservar contra todo pronóstico a uno antiguo).

4. Una calle sin baches.

5. Sentirse BIEN tratado en una entidad estatal.

6. Disfrutar de un buen bocado más de lo que habías esperado.

7. El silencio acogedor.

8. Ver una imagen que te impacte por su belleza.

9. Un día soleado en invierno.

10. Que te toquen en verde todos los semáforos de tu ruta.

lunes, septiembre 07, 2009

Del sabio mundo de la estética


Me contaba mi exalumno Michael Succar que estaba leyendo un capítulo de Historia de la belleza escrito por Umberto Eco y que se quedaba un poco enredado en los conceptos de estética y fealdad. Me quedé pensando que era muy interesante, cómo un chico de 20 años, podría entender el concepto de belleza que planteaba Eco, era complicado no por su inteligencia, sino por sus vivencias y por lo que le había tocado vivir en esta sociedad consumista a la que pertenecía.

ECO hace una afirmación muy interesante cuando expresa que a partir del siglo XX la belleza se democratiza y de alguna manera existe un modelo de ella para cada demanda: para el que no posee la belleza masculina y refinada de Richard Gere, existe la fascinación delicada de Al Pacino y la simpatía proletaria de Robert De Niro. Curiosamente esto me lleva, con el debido respeto y humildad que puedo sentir ante este académico a afirmar que ahora se busca una belleza más natural y “fresca”. Los medios de comunicación apuntan a una moda ecológica, maquillaje ecológico, todo ecológico. Espontaneidad pura, pero manteniendo una marca. Informalidad, pero que se apellide Dolce Gabbana o Klein, por ejemplo. O peor, aún: quieren darse la imagen de ser originales y no se dan cuenta que hay varios especímenes vestidos igual de “originales” que ellos. Como dice ECO, asisten a inauguraciones de expositores vanguardistas pero enfundados en la impositiva moda y look que impera en los medios de comunicación masiva. ¡Qué contradicción más grande!

No obstante, lo que me ha llamado la atención en estos locos tiempos que la mujer se esmera por lucir fresca, lozana y natural es cuando más necesita ir a la peluquería, al spa o como quieran llamarlo para alcanzar esa pinta bucólica. Por ejemplo, en los últimos días he oído hablar de lo que es el último grito de la moda de las peluquerías: el alaciado inteligente. Ya su nombre, per se, es atractivo. Ahora que todas quieren ser chutas, laaaaaaaacias, naturales, pasarse un peine por la cabeza y estar regias cual divas, viene el método MÁS MÁS de todos. El menos maltratador, el menos castigador, el igualmente caro que el resto, peroquéimporta porque es: INTELIGENTE.

Le decía a quien me informaba, que seguramente en unas peluquerías las tarifas iban variando, pero no por la calidad de los materiales utilizados. Cambian porque con el alaciado (tengo esta maravillosa fantasía) deben implantarte a través de el cuero capilar una cierta cantidad de neuronas que le da nombre al alaciado. Por ello, dependiendo de cuántas sesiones necesites para llegar a un mínimo de decencia neuronal, el precio se va regulando: libre mercado que le llaman. Si partimos de una base de $150 podríamos pensar que en algunos casos, dada la rebeldía del cabello y promedio de IQ (coeficiente intelectual) el precio puede llegar hasta $1,000 por lo menos…¿no creen?

Les apuesto que tienen un par de candidatas a las que recomendarían este proceso de belleza. Desde luego que he pensado en algunas soberbias que pensarían que para ellas puede ser hasta gratis… ¿No es hermosa e igualmente inteligente la lucha por alcanzar LA belleza?

viernes, septiembre 04, 2009

Familiares estigmas


A raíz escuchar un comentario del libro Gomorra de Roberto Saviano (gran investigación de la mafia napolitana, que le ha costado ahora vivir en la clandestinidad) estuve conversando con un pequeño grupo de amigos sobre el estigma que supone pertenecer a ciertas familias. En este punto, por ejemplo, nacer en el seno de una que forme parte de la mafia siciliana, napolitana o la que sea es garantía de estar metido de por vida en una vorágine de violencia, hipocresía, lujo, riesgo, y cautiverio sobreentendido.


Si un individuo (miembro de tan digna familia) quiere sacudirse de ello y vivir una vida “normal”, limpia, moral e íntegra no podrá tomar la decisión de hacerlo puesto que ello supondrá de arranque poner en riesgo su propia vida y de hecho la de sus parientes, por los que seguramente sentirá sentimientos fraternales como es natural y sano. No me imagino, a la distancia a un hijo de Pablo Escobar, por ejemplo, que podría haber soñado con ser una maestro de escuela o una hija que tal vez quería ser doctora, ya que el estigma de su apellido y trajín de vida le cortarían de raíz su vocación y deseo de mantener una vida digna y sobre todo, alejada de ese entorno.

Hay familias en las que el libre albedrío se anula, en las que sus miembros por un tema de tradición deben seguir con los patrones establecidos por las generaciones anteriores y por los modelos impositivos (ya sean las empresas familiares que van por la vía legal y correcta, ya sean los grupos dedicados a la criminalidad). Se nace pues, con el sello indeleble de la carga familiar de la que no puede zafarse y por lo tanto el riesgo de la infelicidad, si no te alineas pronto y te adaptas, se posará sobre ese individuo como una suerte de nube negra.

martes, septiembre 01, 2009

Los adolescentes de ayer, los hombres de hoy


para Enrique, Hernán y César
Tuve la suerte hace unos días de ser gentilmente invitada por tres exalumnos. Les enseñe entre sus 16 y 17 años cuando yo tenía 30 y era la primera vez que enseñaba en un colegio (¡juventud, te vas para no volver!). En ese entonces, las hormonas, la adrenalina, la falta de límites, y la gran suerte de vivir sin responsabilidades era lo que predominaba en ellos. Esa actitud “alpinchista” era constante y diaria, y uno como profesora tenía que tomar harto aire para entrar en ese salón que solo tenía 14 alumnos que DE HECHO tenían la mente en otra cosa. Yo trataba de hacer mi mejor esfuerzo y andaba medio frustrada haciendo malabares para lograr que estos jóvenes se apasionaran por el curso.
Sin embargo, conservo imágenes vívidas de ellos: el coleccionar figuritas para llenar los álbumes de moda y quedarse casi dormido en clase, otro que repetía que en el futuro soñaba con casarse con una (tía) millonaria, el beso volado que me mandaba uno de los más movidos todas las mañanas cuando pasaba por mi ventana, el que no hicieran ningún esfuerzo por leer lo que yo les recomendaba, el estar parada delante del salón hablando a una suerte colección de “plantitas” que ni caso hacían. Dirán que soy dura, pero saben que lo hago con cariño. Pero igual, nos reíamos, estos chicos fueron los primeros en enseñarme que de los adolescentes también había que aprender, o en todo caso recuperar algunas cosas que uno pierde con la madurez.

Ya no son mis alumnos, ni siquiera existe entre nosotros una gran brecha generacional; casi casi podría arriesgarme a decir que somos contemporáneos, puesto que estar con ellos ha sido tener un “café terapéutico” con tres viejos amigos a los que no veía hace tiempo y que me ponen al día de sus vidas. Hoy son hombres que trabajan, que han sufrido, llenos de responsabilidades. Estan avanzando y haciendo su propio camino.

Hombres a los que la vida, algunos más que otros, los ha golpeado dejando cicatrices enormes que han sabido superar. Pero en esta senda por la que avanzan reconozco a aquellos adolescentes que yo conocí hace quince años atrás. Son estos niños grandes que yo veía sentados conmigo, en la misma mesa matándonos de la risa de las anécdotas de ayer y analizando las situaciones de hoy. Hombres que me contaban sus sentimientos, hombres más modernos y menos conservadores que los de mi generación que no tenían ninguna vergüenza de mostrar su lado vulnerable y débil frente a su vieja (¿antigua?) miss del colegio.

Hoy son hombres, pero con esa alma de adolescentes que espero conserven siempre.