lunes, junio 28, 2010

Duelo en vivo y en directo


Estamos acostumbrados ha hablar de duelos cuando alguien querido y cercano muere. Esto ajeno a cualquier creencia religiosa es justamente un proceso especial, personal, duro y que supone al final deje una cicatriz emocional llevadera y sana. Tal vez, ni siquiera una cicatriz (por su cariz negativo) sino una huella imborrable.

Pero cómo reaccionamos cuando el duelo surge de una separación “en vivo y en directo”… el término de una relación, la pérdida del ser amado siempre nos deja interrogantes que muchas veces no tienen solución. Nos sentimos atados a un nudo laberíntico, incapaces de reaccionar ante el dolor y torturándonos de preguntas concretas. ¿Qué hice? ¿qué hizo? ¿qué dejé de hacer? ¿qué dejó de hacer? ¿dimos lo suficiente? ¿teníamos futuro? ¿realmente me quería? Y seguramente la batería de preguntas podría ser inagotable.

Como seres humanos, cuestionadores, emocionales y racionales al mismo tiempo resulta válido pasar por ese sufrimiento, puesto que es natural y hasta es sano. A veces, recurrimos a los amigos para que ellos nos den las respuestas, a veces tratamos de encontrarlas con un profesional, a veces nuestra soledad es buena compañera para descubrir que solo el tiempo y la fuerza de voluntad –item totalmente personal- será capaz de ayudar en el proceso de pérdida.

Hay tantos mecanismos que hemos ido creando, naturales y con pena artificiales que aquilatan la pena. Y curiosamente, a través del desarrollo de psique humana seguimos siendo vulnerables, enormemente vulnerables e indefensos ante el dolor que produce una pérdida. Del mismo modo, la fortaleza sale de nosotros mismos y tal vez justamente salir sobrevivir airosamente de un proceso de duelo de este tipo equivale a reforzar nuestra alma.

lunes, junio 21, 2010

La torre de Babel



Ya conté alguna vez que soy una fan futbolera, y de hecho el Mundial es una fascinación. Con pena no puedo ver mucho porque los horarios se cruzan con el trabajo, pero en fin: se hace lo que se puede.
Uno de los aspectos fascinantes que siempre me ha llamado la atención es la comunicación que tienen los jugadores en la cancha. La variedad lingüística es fascinante y claro, cuando tienen que intercambiar palabras además de patadas, codazos, escupitajos y demás… es ahí donde detengo mi atención.

Cuando un jugador se pierde un gol la cámara lo enfoca, si conocemos el idioma podremos leer en sus labios el consabido: ¡Puta madre! O sus variaciones locales, pero en cualquier caso todos involucran a la puta y a la madre. En los idiomas que me son totalmente desconocidos, deducir lo que dice me lleva a callejón sin salida, pero la expresión fácil es suficiente para entender que también invocaron a sus mamitas o a las “cuatroletras”.

Ahora bien, lo más fascinante es cuando los jugadores discuten con el árbitro y, salvo las palabras universales futboleras, no entienden ni pío de lo que dice uno y de lo que dice el otro. En esta Torre de Babel el lenguaje corporal es básico aunque igualmente no es del todo universal.
Pero así es el fútbol!

jueves, junio 17, 2010

El buen amor...


Como suele ocurrir una cosa lleva a la otra, y la semana pasada hablando sobre el Libro del Buen Amor –época medieval- estuve conversando con mis alumnos sobre la diferencia que planteaba el autor entre el Amor Divino (así con mayúsculas) y el amor mundano (así con minúsculas). Me detuve, especialmente cuando caímos en el punto de que el mundano era totalmente condicionado interesado. Seguramente esto puede ser muy polémico pero paso a explicar el porqué de esta conclusión.

Por cuestiones sociales, por afectos, por sobrevivencia solemos ir seleccionando a las personas que nos rodean, el circulo de los más allegados se va estrechando en la medida en que los otros son capaces de cubrir nuestra expectativas, llegar a la valla que colocamos (sin querer queriendo). Decimos que la gente nos acepta como es y nosotros también aceptamos a la gente del mismo modo. No obstante, no es así. Aceptamos sobre la base de ciertas premisas, alejamos en la medida de que no las cumplan; acercamos en la medida de que sí cubra las expectativas que tenemos.

Es cierto, que del mismo modo no tratamos a todas las personas igual. Hay un corte por ejemplo entre los lazos familiares y los lazos amicales. A la familia, por convención social, HAY QUE aceptarla, hay que “quererla”; a los amigos… los seleccionamos, los vamos descartando de acuerdo a cómo se adaptan a lo que cada uno define como amistad: es verdad. Si encontramos un alma gemela, un amigo entrañable de esos que curan toda la vida, de esos que son capaces de decirte tus verdades a la cara y no pasa nada… es que sus vallas coinciden con las tuyas.

¿Cómo es en el amor? Mucho más complicado, porque la vallas suben y bajan de acuerdo a diferentes circunstancias, porque nos planteamos que el “compromiso de amar” supone una incondicionalidad automática de la que se abusa en el diario vivir. “Si me quiere, que me quiera como soy y que aguante”. ¿Qué aguante? Curiosa premisa, porque a veces los dos aguantan y la cuerda se tensa tanto que viven eternamente en sobre una situación estresante tan espantosa que todo revienta en sus propias manos.

Condicionamos, exigimos, presionamos, así de lejos estamos de la incondicionalidad…

lunes, junio 14, 2010

Yo quería como la foto



Recuerdo que cuando era adolescente, iba a una peluquería que estaba muy de moda llamada "Francis" quedaba a la espalda de la calle Miguel Dasso. Iban tantas mujeres que tenía por lo menos unos ocho lavatorios de pelo. Luego del lavado, con la toalla envuelta nos sentaban en bancos de colores en cola, mientras esperábamos a ser atendidas. Yo vivía maravillada cómo iban pasando mujeres tras mujeres y la estilista iba "jugando" con ganchos, tijeras y peines... El olor de tinte, de shampoo, reacondicionador, y otras sustancias se mezclaban como en una cocina de alto nivel e inundaban mi cerebro imaginándome que yo podía, algún día, quedar como cualquier de las fotos colgadas para adornar. Esa colorada, esa morena, esa mujer de rubio cenizo de luenga cabellera, me iban rodeando. Sin embargo, casi todas las chicas de esa época queríamos tener el peinado de Farah Fawcett.


En las espera, casi todas las féminas cargaban revista en mano y desde luego, además de culturizarse un poco buscaban -seguramente- una imagen que en su real-imaginario, representara cómo querían quedar. Tengo en el recuerdo, de una Buenhogar, el perfil de una chica de pelo lacio con un corte lindo, sencillo, raya al medio, ideal para mí... insisto: ideal... Y claro, cuando la peluquera acababa su obra y yo me veía al espejo pensaba.... eso no era exactamente lo que quería pero veía mi cabello brillante, con otro cara... era diferente. Todavía me costaba entender que a la primera lavada de cabeza y aterrizada con la realidad, mi pelo que siempre ha tenido vida propia volvía a ser el de siempre. Seguíamos soñando con tener el peinado de la revista ... obviamente, era imposible.

El otro día, alguien comentaba: he visto a X con falda escocesa,botas y abrigo...regia! que creo que me voy a comprar... Mi cable a tierra interno me volvió unos treinta años atrás, y claro: focalizé a cualquier imagen de revista, una mujer-maniquí con ESA falda, ESAS botas... yo focalizada me veía más bien como una suerte de hobbit...

La costumbre de vernos en el lugar de la modelo no han cambiado. Las mujeres somos capaces de imaginarnos vestidas con ESA prenda y hasta nos vemos como ESA modelo, nos peinamos como ESA actriz y en nuestro "real-imaginario" donde lo imaginario es más grande que lo real... nos vemos regias, mientras que muchos pensarán: y a esta qué le pasó!

lunes, junio 07, 2010

Heródicas


Diosito le da a la mujer la gran labor de ser madre. El sentimiento materno, intrínseco del género femenino, caracteriza a la mujer e inclusive la pone por encima de todo. La MADRE es la MADRE. Hay un sentimiento, una inclinación especial que toda mujer siente por los críos, la ternura de un bebé, de un niño pequeño emana por los poros en las féminas... casi casi un tema de género.

No obstante, podemos hablar de dos grupos de mujeres (con respecto a su relación con los niños). Las hay aquellas que ven en una criatura rosagante, "rica", "deli" y se derraman en halagos, caricias, "cuchis cuchis", frases mermeladezcas, entre otras fórmulas de conquista infantil. Los críos responden inmediatamente a ello, y sonríen, se dejan cargar, conversan, y se conforma un escenario lleno de magia, de color verde agua/amarillos patito en el que todo huele a colonia Johnsson`s. Todos son felices, y al puro estilo comedia familiar gringa dicen: ahhhhhhhhhhhhhh...

Por otro lado, tenemos a aquellas cuyo sentimiento de ternura como que no lo tiene muy desarrollado, o tal vez sea nulo...que ante una criatura siguen de largo como si nada. Y si, por algún azar de la vida, se ven quasi obligadas a darles su atención, su actitud es idéntica a la que si tuvieran al frente a un muñeco de peluche... Ojo, que esto no quiere decir que sean buenas madres, que con los de su sangre, con los "flesh de su flesh", pero... ahí no más... sufi. Han gastado su ternura maternal ahí y no tienen para el resto. Los bebes les causan urticaria, se ponen sumamente nerviosas, el niño ajeno las desestabiliza: los ven como unos critters, gremlins, como bichos que caminan al puro estilo mini-volquete sin control. Tienen un olor especial, a "vinagrillo" diría mi madre, y tienen una mirada muy especial, casi inquisidora. Estas mujeres sienten amenazado su mundo... esa porción de niño que todo adulto lleva dentro debe ser como la milésima parte de una micra que nadie puede encontrar. Se incomodan en los cumpleaños infantiles si es que tienen que asistir a ellos por alguna razón -aunque disfruten de la canchita y la gelatina-, por su salud mental se alejarán lo más que puedan de ese cosmos que para ellas es un caos. Cabe agregar que los niños perciben esta animadversión y automáticamente si este especimen de mujer tuviera que esforzarse para caerle bien a un niño: claramente fracasaría en su empresa... estos seres no se dejan engañar...


Yo pertenezco a esa segunda especie...