lunes, abril 25, 2011

¡Viva Barney! (de Vida en el aula)


Hay límites que definitivamente cuesta establecer, y no estoy hablando de límites de disciplina ni de nada que se le parezca. Límites que son casi invisibles, límites que se confunden con el deber y el amor. Esos límites son bien confusos para quienes somos padres, porque me queda claro una vez y otra vez: somos, en una gran parte, artífices de lo que nuestros hijos muestran en el día a día. Una de las cosas que me llama la atención hace años, por ejemplo, es la falta de cortesía de los chicos. Ceder asiento, dejar pasar al adulto primero, saludar, decir gracias, pedir por favor. Las reglas básicas de convivencia, que no tiene por qué llegar a los niveles de nuestro recordado Carreño van desapareciendo para dejar lugar a la prepotencia y malacrianza (gran palabra, por cierto). Llama la atención ahora, esos detalles de alumnos que saben decir: buenos días y gracias. Detalle que el otro día señalaba una colega: ¿alguna vez han contado cuántos alumnos los saludan cuando se cruzan en la mañana con ustedes en el patio? Reflexión inmediata: saludarán a sus padres al levantarse, al acostarse, agradecerán el desayuno en casa, a quien les ordena el cuarto, el regalo, el dinero.... No... tenemos una generación que EN SU MAYORIA sienten que se lo merecen todo, que aquello que tiene cae del cielo y por tanto... no tiene valor. Del mismo modo, tampoco entonces tienen valor aquellas personas que están aldedor suyo y que merecen ciertas actitudes de cortesía mínima. En el grupo social al que pertenece un gran grupo de ustedes, lectores, recordamos todavía las lecciones de Barney y sus "good manners"... y seguramente insistimos mucho en que nuestros hijos replicaran como letanías el por favor, el gracias y los buenos días... Y seguramente, los que leen esto no tienen problemas con sus hijos en esos aspectos... ¿Cómo haríamos? Porque de hecho, Carreño y de paso Frida Holler se cortarían las venas...

lunes, abril 18, 2011

Una pequeña historia...


Cuando yo estaba en 2ndo de media, año 1977, recuerdo que tenía un profesor de Ciencias bastante bueno: "el Gálvez". Ahora que lo pienso, tuve suerte especialmente con dos profesores de ese curso "El Amauta Paredes" y este de quien les hablo.

El cuento es que teníamos que hacer un trabajo en grupo sobre algún tema vinculado a las Ciencias directa o indirectamente. Recuerdo, y seguramente mis compañeras de grupo que tal vez lean esto también lo hagan, que automáticamente escogimos la Medicina: era obvio. Al ser mi padre médico, tendríamos a mano todo aquello que nuestras podríamos necesitar y así sacarnos el único 20 que merecería la mejor presentación.

La memoria traicionera me trae al presente que al ser cinco las intregrantes debíamos dividir la exposición en la misma cantidad de temas importantes y destacables: Pediatría, Cirugía, Medicina Interna, Investigación Médica y nos faltaba uno... nos faltaba un tema. En ese momento, mi papá me dijo: Si quieres hacer un buen trabajo, tienes que hablar sobre la Medicina Preventiva. Yo no tenía la menor idea de a qué se refería y él insistía y me explicaba que era muy importante tomar en cuenta esta área porque en el futuro se convertiría en un medio fundamental para salvar vidas, y que justamente las investigaciones médicas iban de la mano con la buena práctica de la prevención de enfermedades. A los 14 años, y en los años 70s qué me iba a imaginar cuán sabias eran sus palabras.

De más decirles que la exposición fue un éxito, tuvimos material quirúrgico, ropa de cirujanos (hasta los botines de tela), recuerdo haberme ido con él a un mercado por el Hospital Dos de Mayo a comprar un par de ranas para que luego nos explicara cómo descerebrarlas y abrirlas en clase para ver latir su corazón. Las clavamos en unos triplay con cuatro chinches... ahí lo dejo. Hoy me suena desencarnado y cruel, en ese momento: ¡adrenalina pura! ¡Hoy no tocaría una rana ni por todo el oro del mundo! ¡Qué asco!

Hoy, las palabras de mi padre me zumban en la cabeza. Tengo tantas historias cercanas, algunas que aunque siendo muy dolorosas resultaron exitosas, en las que gracias a la Medicina Preventiva se han salvado tantas vidas. No es que sea una especialidad, es un deber que tenemos de cuidarnos, para nosotros, para los demás. Especialmente si tenemos la suerte de contar con un sistema de salud particular, no hay excusa para dejar que "la pelona" haga de las suyas cuando le dé la gana, o al menos nos dé un buen susto.

Recuerden: en el futuro se convertiría en un medio fundamental para salvar vidas...

domingo, abril 10, 2011

Para pensar en el presente...

Es de noche, y veo los resultados de la primera vuelta de las Elecciones Presidenciales... no sé por qué me vinieron a la cabeza unas palabras leídas y releídas varias veces a lo largo de mis años de docencia en "El zorro de arriba y el zorro de abajo". A la vez, palabras más actuales, el discurso de Vargas LLosa en la Ceremonia de Premiación del Nobel... De ambos les recuerdo un par de fragmentos. Si no los han leído nunca, háganlo: creo que vale la pena.

Vale la pena reflexionar sobre ellos, con ellos...

"Despidan en mí un tiempo del Perú. He sido feliz en mis llantos y lanzasos, porque fueron por el Perú; he sido feliz con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y en castellano. Y el Perú ¿qué? todas las naturalezas del mundo en su territorio, casi todas las clases de hombres. (...) Y ese país en que están todas las clases de hombres y naturalezas yo lo dejo mientras hierve con las fuerzas de tantas sustancias diferentes que se revuelven para transformarse al cabo de una lucha sangrienta de siglos que ha empezado a romper, de veras, los hierros y tinieblas con que los tenían separados, sofrenándose. Despidan en mí un tiempo del Perú cuyas raíces estarán siempre chupando jugo de la tierra para alimentar a los que viven en nuestra patria, en la que cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz todas las patrias." JMA



"Un com­pa­triota mío, José María Argue­das, llamó al Perú el país de “Todas las san­gres”. No creo que haya fór­mula que lo defina mejor. Eso somos y eso lle­vamos den­tro todos los perua­nos, nos guste o no: una suma de tra­di­cio­nes, razas, creen­cias y cul­tu­ras pro­ce­den­tes de los cua­tro pun­tos car­di­na­les. A mí me enor­gu­llece sen­tirme here­dero de las cul­tu­ras prehis­pá­ni­cas que fabri­ca­ron los teji­dos y man­tos de plu­mas de Nazca y Para­cas y los cera­mios mochi­cas o incas que se exhi­ben en los mejo­res mus­cos del mundo, de los cons­truc­to­res de Machu Pic­chu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kue­lap, Sipán, las hua­cas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los espa­ño­les que, con sus alfor­jas, espa­das y caba­llos, tra­je­ron al Perú a Gre­cia, Roma (...). Si escar­ba­mos un poco des­cu­bri­mos que el Perú, como el Aleph de Bor­ges, es en pequeño for­mato el mundo entero. ¡Qué extra­or­di­na­rio pri­vi­le­gio el de un país que no tiene una iden­ti­dad por­que las tiene todas!" MVLL