martes, febrero 28, 2012

Para compartir, creo que de Benedetti...




Cuentan que una vez se reunieron en algún lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura como siempre tan loca les propuso: ¡vamos a jugar al escondite! La Intriga levantó la ceja intrigada y la Curiosidad sin poder contenerse le preguntó: ¿Al escondite? Y, ¿Cómo es eso?




Es un juego, explicó la Locura, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón y cuando yo haya terminado de contar,el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego. El Entusiamo bailó entusiasmado secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó convenciendo a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada. Pero no todos querían participar. La Verdad prefirió no esconderse...¿Para qué? si al final siempre la hallaban. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en realidad lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella)...y la Cobardía prefirió no arriesgarse.




Un,dos,tres...comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue la Pereza, como siempre tan perezosa se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir ala copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzó a esconderse,cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos...que si un lago cristalino para la Belleza...que si una hendida en un árbol perfecto para la Timidez... que si el vuelo de una mariposa lo mejor para la Voluptuosidad...que si una ráfaga de viento magnífico para la Libertad...así terminó por acurrucarse en un rayito de sol.




El Egoísmo,en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo...pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, se escondió detrás del arco iris). La Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido...se me olvidó dónde se escondió el Olvido,pero eso no es lo más importante. La Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve...y el Amor no había aún encontrado sitio para esconderse entre sus flores. Un millón contó la Locura y comenzó a buscar.




La primera en encontrar fue la Pereza...a sólo tres pasos detrás de una piedras. Después se escuchó la Fe discutiendo con Dios sobre Teología y a la Pasión y el Deseo los sintió vibrar en los volcanes. En un descuido encontró a la Envidia y claro, pudo deducir dónde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza, y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse. Así fue encontrando a todos.




Al Talento entre la hierba fresca...a la Angustia en una oscura cueva...a la Mentira detrás del arco iris (mentira...en el fondo del mar). Hasta el Olvido...ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Pero sólo el Amor...no aparecía por ningún sitio. La Locura buscó detras de cada árbol,bajo cada arroyo del planeta,en la cima de las montañas,y cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y pensó: el Amor siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas...tomó una horquilla y comenzo a mover las ramas...cuando de pronto un doloroso grito se escuchó...las espinas habían herido los ojos del Amor, la Locura no sabía qué hacer para disculparse:lloró...rogó...pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.




Desde entonces,desde que por primera vez se jugó en la Tierra al escondite, el Amor es ciego...y la Locura siempre lo acompaña.




MARIO BENEDETTI

martes, febrero 21, 2012

Sabores de infancia 2




Si tomamos en cuenta la publicación anterior, viene al caso contarles que ello me llevó a revisar un lindo libro que me compré hace muchos años atrás: El diente del Parnaso –recopilación de Antonio Cisneros-. Es un texto que recoge el testimonio de sesenta y seis peruanos destacados; en él, cada uno de ellos reflexiona sobre el arte del buen comer. Entre líneas uno termina siendo testigo de sus sentires, emociones, y preferencias en lo que se refiere a este placer que la vida nos da y cómo este trae a la mente otros aspectos de la vida.




Hace muchos años atrás tal vez ya sumen diez, les pasé a mis alumnos un texto que extraje de ese libro. Luego de la lectura, los invité a que cada uno escribiera lo que se les venía a la cabeza sobre el plato que resultaba siendo más importante para ellos (podían partir del sabor, del lugar, de quién lo preparaba, etcétera). Ejercicio parecido a la publicación anterior. En todo caso, el punto de partida era el plato, el puerto de llegada: impreciso. Y pasó una cosa que nunca me imaginé y que hoy que volví a revisar el libro la recordé, una anécdota especial digna de compartir, pero manteniendo la identidad del involucrado en el anonimato.





Mientras todos escribían, yo estaba aprovechando para corregir unos trabajos. En eso, empiezo a escuchar una suerte de gemido, muy callado, casi imperceptible, cuarta fila, quinto asiento. Una alumna levanta la cara hacia mí y con los ojitos me señala al compañero del costado. El chico (XYZ), tenía los ojos llenos de lágrimas y el llanto atorado en la garganta hasta que no pudo más, e inconteniblemente se echó a llorar…




Entre mi desconcierto, el de sus compañeros y su angustia, lo primero que hice fue acercarme a su carpeta e invitarlo a que me acompañara a salir de clase. Yo, torpemente (asumo mi total torpeza para consolar a alguien) trataba de hacerlo sentir mejor, y solo atinaba a decir: ¿estás bien? ¿qué pasó? ¿estás bien?








XYZ solo me decía: Miss perdóname, miss perdóname es que no me pude aguantar.. y seguía llorando desconsoladamente mientras que yo me rompía la cabeza imaginándome qué habría podido pasar para que se diera tal situación. En eso, me dio lo que había escrito. (Debió decir más o menos esto, según mi recuerdo –por cierto trato de respetar la redacción de un chico de esa edad-)




A mí me gusta mucho comer, creo que hay cosas que me gustan más que las otras, pero si tengo que pensar en algo especial uno de mis platos preferidos es el arroz con huevo frito, mi mamá siempre lo prepara y le sale buenazo. Sobre al arroz blanco coloca el huevo con la yema casi cruda. Cuando éramos más chicos yo y mi hermano creo que teníamos seis y siete años hacíamos carreras para ver quién llegaba primero para empezar a devorarnos lo que mi mamá nos preparaba cuando llegaba del trabajo. Esto también me hace acordar que estábamos contentos porque era riquísimo, pero también estábamos tristes porque mis papás se acababan de separar, y habían días que ella lloraba después de la comida porque decía que era difícil estar sola. Cuando nos fuimos a vivir a … no era fácil conseguir el arroz de acá pero mi mamá hacía lo posible para que le quedara como en Perú. Ahora que hemos regresado ya no cocina ella porque ahora vivimos con mis abuelos y a la empleada no le queda igual.




No sé por qué ahora que pienso en ese arroz con huevo frito, hasta me acuerdo del color del plato y el adorno que tenía pero me mucha pena y me emociono mucho acordándome… El texto obviamente se detenía ahí.








Su pena era enorme, su llanto reflejaba cómo el recuerdo de una comida lo había hecho sentirse ese niño tal vez desorientado por lo que vivía en ese momento, el hecho de ponerlo por escrito había revivido una época de su vida dura, complicada.








Las penas y las alegrías estaban presentes en un plato de comida.

martes, febrero 14, 2012

Love is in the air

Un querido lector, exalumno, amigo y colega me dejó sembrada la idea que expresarme sobre un día como hoy: San Valentín. Este se supone fue un mártir cristiano que murió en defensa de su fe. Eso de supuesto es importante, porque cabe la posibilidad de que el honorable señor nunca jamás haya existido. En el Oráculo de Google (que a la sazón es mucho más importante, exitoso y accesible que el de Delfos) hay muchas historias interesantes alrededor del 14 de febrero.


Me llamó la atención el hecho de que la definición de la Fiesta de San Valentín empieza diciendo que es una festividad anglosajona. Uy chuch! Pensé yo, y qué michi hacemos metidos en esta fiestita a la que la Sacro Santa Institución Eclesiástica decidió, hace un chupo de años, consagrar a Valentín un 14 de febrero para cagarles una fiesta a unos paganos que celebraban los 15 de febreros…En fin, me estoy yendo por el ramaje.




Mi punto es que llega un día como hoy, y ya estamos cargados de publicidad, de huachafadas con corazones rojos por todos lados, de menús para la cena, de paquetes hoteleros, de chocolates, flores y de hecho gente que se casará un día como hoy. Consumismo, consumismo, consumismo, trauma, trauma, trauma porque el que está desparejado como que no la ve… puesto que es un día en el que la publicidad le dice: Oe tú! Estás solo… De hecho, alguien me dirá: te equivocas porque celebrar al Amor también es celebrar la Amistad…



La verdad es que se le ponga el nombre que se le ponga, se saca del ropero el peluche, a Leo Dan, a Laura Paussini, a los reyes del bolero, a cuanto apolillado hay para cantarle al Amor. Seguramente, Susy Díaz se viste de rojo, aunque ahora creo que anda triste. Los programas de tv se encorazonan, y todos tienen su "experiencia religiosa". Ojo que ahí juntamos mismamente la celebración cristiana con la pagana... qué mejor!


Lo que me ha parecido inaudito es una noticia que acabo de leer vinculada a este tema. En el Municipio de San Borja los perritos también celebrarán su "vínculo" por esta fecha. Es decir, se ha organizado una ceremonia para "casar" a los perros!!!!!!!!!!!!!!!! Díganme que la equivocada soy yo, por favor!!!!! De qué me estoy perdiendo???



No es que yo sea una anti-Valentino, finalmente si el señor este representa al Amor, bien por él. No estoy en contra del sentimiento, porque si fuera así, todas las publicaciones en las que hablo de mis propios quereres serían plenamente hipócritas. El tema es que este adoptar posturas que no nos corresponden, volverlas comerciales y artificiales cada vez se pone peor.


martes, febrero 07, 2012

Sabores de infancia 1

De vez en cuando molesto a mis amigos con preguntas sencillas que me ayudan a escribir. Se me cruza un tema por la cabeza y para no partir de mi propia experiencia pido ayuda y trato de transmitir diversos sentires a través de lo que escribo.




Hace unos días pregunté ¿qué plato los llevaba a la infancia? ¿por qué? y/o ¿quién lo preparaba?



Las respuestas fueron tan variadas como la cantidad de personas a las que les envié la pregunta. De hecho, la gran mayoría coincidía que las manos de su madre o de su abuela fueron aquellas que prepararon algún platillo cuyo sabor guardan todos en la memoria con especial cariño, melancolía y gozo.
No obstante, destaco algunos detalles que llamaron mi atención y los gustos compartidos de personas que ni se conocen.
Por ejemplo, saltó de la olla el Locro: plato andino que se luce en diferentes partes de Latinoamérica. Más de uno comentó que era un plato que lo regresaba a su infancia. Contenía ingredientes maravillosos como el choclo y el queso, y un aroma que simplemente se definía como “mi casa”. Varios coinciden que es un plato de crisis: luego de varios “paquetazos económicos” que mejor que un pedazo de zapallo, una papita, queso del mercado y un choclo. ¡No se necesita más! Un amigo lo relacionaba con algo negativo puesto que cuenta que un día lo comió y luego le dio un fiebrón que le impidió probar ese plato por años; pero ya se reconcilió con él. Una desafortunada coincidencia, desde luego.



Vienen al recuerdo los tallarines rojos con alitas de pollo o macarrones con salsa de tomate de una mamá que los sigue preparando, tallarines verdes con gritos de hermanos, tallarines en mantequilla, (¡que viva la pasta!), los camarones arequipeños de la abuela characata, el Chaufa del viejo cocinero de la Mama Rosa –la bisabuela-, el clásico arroz con huevo frito, el helado de vainilla de la mama, pollito al horno para comerlo con los dedos, bistec con papas fritas, la sopa de frejoles del papá servida en una mesa rodeada de primos, el cau-cau, arroz tapado el arroz con pollo, berenjenas rellenas, las humitas saladas (ambas historias de nietas que recuerdan a la abuela), el adobo, el quácker con chocolate, la papaya trozada con naranja y plátano, los huevos a la nieve de la tía italiana, las tortillas de plátano, torrejitas de zapallo con miel, plátano con leche condensada y milo del papá... Muchos de estos recuerdos relacionados con la mesa familiar como puede resultar obvio. Si hacemos un análisis sociológico también podremos corroborar que hemos vivido tiempos bollantes y tiempos duros....



A mi infancia me lleva lo mismo que a mis primas Lourdes y Lucy María: los tallarines con pescado de la abuelita Lucila (a Coco igual tallarines pero con tuco) .En mi recuerdo eran los fideos Alianza de caja azul, preparados en una olla enorme en la cocina a kerose que estaba saliendo al patio. El color dorado y brilloso de esas cintas con el sabor preciso del pescado frito, el ají y la cebolla, todo llevado a la mesa en una fuente inmensa bañado en papas fritas. Mi madre heredera, como mis tías, de la tradición materna los hacía tan bien como la abuela. El plato va vinculado a una época especial del año: semana Santa. En la receta de mi mamá hubo una ligera variación en las últimas versiones cambió las papas fritas por papas al hilo (de bolsita) que dentro de todo combinaba muy bien porque la mezcla del fideo con la croncantez de la papa resulta siendo de “chuparse los dedos”.


El antojo dulce se lo dejo a un sabor MARCADISIMO: los cachitos de nueces bañados es azúcar en polvo de mi tía Gacha, nunca he vuelto a comer nada igual... a pesar de que ahora los hay en todos lados...



pd. Me acabo de acordar de unos chupes o sopones que preparaba mi padre en nuestra casita de playa, al que le ponía desde algas hasta muy-muy. Frutti di mari, le dirían ahora.