lunes, abril 30, 2012

algo de Córtazar



Julio Cortázar, escritor argentino, fue un maestro. Tuvo la extraordinaria capacidad de decir mucho en pocas palabras, como es el caso que le entrego hoy. En sus difundidas instrucciones aquí les dejo la primera. Estas están relacionadas a un objeto muy útil, en mi caso: imprescindible.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo.

Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.

Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj
Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

De Historias de Cronopios y de Famas (1962)

martes, abril 24, 2012

La niña y su silla roja

Hace muchos muchos años había una niña de pelo corto y cerquillo, que era tan pero tan pequeñita que antes de almorzar cuando había que lavarse las manos no tenía mejor idea que hacerlo en el water del baño para las visitas. Treparse al lavamanos era todo una proeza puesto que como era gordita la barriguita que ostentaba era un obstáculo insalvable y el borde de pepelma le terminaba apretando la huata. Su madre, conocedora de su hija y de lo traviesita que podía ser, siempre hacía la pregunta de ley: "Gordita, ¿dónde te has lavado las manos?". Lo que obligaba a la pequeña a sufrir la trepada al Everest... pero la mami a veces se olvidaba, o no estaba y ella, podía disfrutar del chapoteo en esa gigantesca taza color verde nilo.


No obstante, había que buscar el remedio del problema porque por más limpio que estuviera el inodoro, era "políticamente incorrecto" que el hábito de limpieza de esta niña siguiera así. Solución: comprarle a la pequeña una silla en la que además de sentarse para departir con los adultos fuera un vehículo para que no tuviera excusas y usara debidamente el lavamanos. La silla de madera y paja fue pintada de rojo: ¡El mejor regalo! ¡Las llaves del reino! ahora la niña de pelo corto y cerquillo arrastraba su nueva propiedad por toda la casa y urgaba en cuanto lugar, hasta ese momento le había sido inaccesible. De todos ellos, había uno en especial por el que tenía una especial fascinación.


El cajón de la cómoda de su madre era la "mina del Rey Salomón", aunque para ella -fanática de los cuentos infantiles- era la cueva de los 40 ladrones y la niña se sentía Alí Babá. Cajas, cajitas, chocolates, cajas de chicles, llaves, libretas, tarjetas de presentación, papelitos de todos los colores, fotos carné. Recuerdos a mil: los públicos y hasta los privados que la niña calló por años... porque fueron los años los que le dieron sentido, especialmente a una vieja agenda de cartera en la que la madre anotaba sus vivencia dolorosas... -vendrá algún día la historia-.


La silla roja tenía un problema: dejaba huella donde la apoyara y la cómoda era blanca... semanas después el cueva de los 40 ladrones se cerró con una llave, que la niña no demoró mucho en encontrar... y en ese momento, aprendió a apoyar la silla sobre la marca anterior que su silla ya había dejado... El mundo podría, por un tiempo, seguir estando a su alcance.


martes, abril 17, 2012

Un año con Schopenhauer




Mi amiga CS es psicóloga, trabajamos juntas y es amante de la buena lectura. Algunos años atrás decidí regalarle un libro pero quería buscarle uno especial, un texto que se alguna manera pudiera unir su labor con su gusto literario. Busque asesoría en "El Virrey" y uno de los señores que atiende tan amablemente (tengo que aprenderme su nombre) me dijo: este nos acaba de llegar, si es psicóloga y le gusta leer será de su agrado..." y puso en mis manos Un año con Schopenhauer de un tal Irvin Yalon. Título y autor totalmente desconocidos para mí y la contratapa confieso que ni leí -por esa fe que a veces le surgen a uno de la nada sobre algo que te dicen-. Cuando le di el regalo, le hice prometer que me lo daría después de su lectura para compartir en algo ese libro que yo daba y que no sabía de qué michi trataba (bien arriesgada yo si quería msotrarle mi afecto, porque ahora pienso que en verdad me pudo salir el tiro por la culata).El año pasado me prestó la novela, convertido en un boomerang que lancé y me llegó de improviso... Comparto con ustedes fragmentos que llamaron mi atención:

" Si hay algo que honrar y bendecir es el preciado don de la mera existencia. Vivir desesperado porque la vida tiene fin, o porque carece de un propósito superior es una grosea ingratitud"



" En la juventud, la vida se nos presenta como un futuro ilimitado; en la ancianidad, como un pasado muy breve. A medida que nos adentramos en el mar, los objetos de la costa se vuelven cada vez más pequeños y difíciles de reconocer y distinguir, lo mismo nos ocurre con los años del pasado, sus contecimientos y sus actividades..."



"El secreto es pensar las críticas como un obsequio, pero primero hay que decidir si hay algo en ellas de verdad. ¿Me suena cierto lo que dicen, aunque sea muy poco, aunque un cinco por ciento? Trato de pensar si alguna vez alguien me dijo lo mismo. Pienso también en otra gente con la cual puedo verificarlo. Me pregunto si no me están señalando uno de mis puntos ciegos, algo que los otros no ven pero yo no..."

martes, abril 10, 2012

El mito del eterno retorno

Todos los años tengo el gusto de conversar con mis alumnos sobre el maravilloso tema (y todo lo que implica) de la literatura griega. Ellos, con sus acertadas participaciones, van enriqueciendo las historias y coincidimos en que la Mitología, y en general la cultura griega tiene la capacidad de generar una deliciosa atracción siglo tras siglo. Uno de los detalles que captó mi atención el otro día, fue la preocupación de un muchacho que me preguntaba cómo Penélope había podido esperar tanto tiempo a Ulises confiando en que seguía vivo (también preocupado porque Ulises le había sido infiel con Circe y Calypso).
Luego empecé a recordar canciones que de alguna manera versan sobre el tema. Cercanas está Penélope que inmortalizo el gran Joan Manuel Serrat, luego adoptó para las nuevas generaciones Diego Torres. Hoy escuchaba "En el muelle de San Blas" de Maná, y ahí fue que pensé en la idea de escribir esta publicación -mientras el cd de Maná sigue su curso- . La primera dice:


Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.
Penélope
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.




Los del grupo Maná, manejan la versión de la mujer que siempre espera de una manera similar, puesto que también está mirando el puerto para ver si el barco en el que se fue el amor de su vida aparecerá en algún momento. Como nuestra inmortal Penélope de Itaca.


y el tiempo escurrióy sus ojos se le llenaron

de amaneceresy del mar se enamoró

y su cuerpo se enraizóen el muelle

sola.. sola en el olvidosol

.. sola con su espíritu

sola... con su amor el mar

su cabello se blanqueó

pero ningún barco a su amor le devolvía


También encuentro paseando en la web otra canción con una idea diferente pero que tiene que ver con el mismo concepto de espera del Grupo Nach (desconocido para mí, pues debo ser sincera)

Tanta espera no te deja recordar quién eras,
pierdes la nocion del tiempo (...)
poco a poco empiezas a comprender
que no eres la mitad de la mujer que fuiste ayer.
Penelope.

¿Qué hay detrás de la espera? El amor, era la respuesta de mis alumnos, el miedo, la resignación, la esperanza, son tantos los sentimientos que se nombraron alrededor de este tema. La angustia a pensar en la muerte del ser amado, y resultaba menos doloroso -al no haber certeza alguna- refugiarse en el pensamiento de su llegada.

Yo pensaba en las Penélopes de carne y hueso y menos literarias o en versiones masculinas. Algunos de mis contemporáneos tal vez recuerden a ese señor que deambulaba en el Parque Kennedy durante año, a la altura del antiguo restaurant Roxi (Diagonal) que esperaba todas las tardes a su novia. La primera vez que yo lo vi tendría unos siete años, cenábamos con mis padres en la Pizzería de Diagonal y él tomaba un plato de sopa, barba cana poblada, terno gris, mirada perdida y hablaba solo. Ahí fue que mi padre, antiguo miraflorino, me contó la historia de este señor que mientras esperaba una tarde a la novia fue testigo de su atropello y muerte inmediata.

El dolor evidente lo marcó de por vida, se volvió el Penélope de la historia y siguió por décadas esperando a la hora pactada a su amor.

Mi memoria literaria ya ha empezado a tracionarme, pero tal vez alguno de mis lectores habrán alguna vez leido un cuento de Julio Ramón Ribeyro en el que inmortaliza a este caballero. Si alguien tiene el dato le ruego me lo pase.

martes, abril 03, 2012

... angelical




Y sigo con mis textos de regalo que sé que les gusta compartir de vez en cuando. Este se llama "El sexo de los ángeles" y es del gran Mario Benedetti

Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.


Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.

Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.

Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: "Semilla", Ángela, para atizarlo, responde: "Surco". El dice: "Alud" y ella, tiernamente: "Abismo".

Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.
Ángel dice: "Madero". Y Ángela: "Caverna".

Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.

Él dice: "Manantial". Y ella: "Cuenca".

Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.

Ángel dice: "Estoque", y Ángela, radiante: "Herida". El dice: "Tañido", y ella: "Rebato".

Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.

FIN