La sensación de sentir mariposas en el estómago aparece en un
momento de emoción profunda. Cuando el chico que te gusta te mira; cuando
escuchas una canción especial, cuando alguien te espera. Cuando recibes la
llamada tan deseada, cuando nace tu primer nieto, cuando vas a viajar al lugar
soñado. La gran mayoría de personas contestaría que la ha sentido cuando se ha
enamorado. Por ejemplo, una noche como esta hace exactamente veinticinco años sentía
mariposas en el estómago porque me
estaba casando. Hoy, las mariposas
regresan con la misma intensidad.
Poco más de cinco años atrás empecé a
publicar en el Blog: enpuntomuerto.
Una suerte de cuaderno de bitácora en el que iba colocando reflexiones sobre
diferentes aspectos de la vida. Confirmé lo que muchos saben: escribir es
terapéutico. Todo aquello que me daba vueltas en la mente buscaba encontrar su
propio espacio, y ese lugar virtual me dio cabida para poner expresarme como
hasta ahora lo sigo haciendo. Por eso, cuando Anamaría me propuso este proyecto
comprendí que los espacios de expresión siguen siendo innumerables y creativos.
Publicar un libro como este tiene un valor
no solo personal sino familiar: me ha hecho regresar a mis orígenes. Algunos de
ustedes recordarán que mis hermanas y yo crecimos con un padre devoto de la
fotografía. Mi memoria lo eterniza con una cámara colgada al cuello o pasando
sus tardes libres viendo sus slides, organizando sus fotos con la misma
vocación con la que se dedicaba a la cirugía. Yo, una niña eternamente curiosa
y asombrada, no dejaba de preguntarme
cómo se podía capturar una imagen y luego reproducirla como si fuera un acto de
magia.
PALABRA VIVA ha resultado ser un acto
de magia y de aprendizaje El proceso de
escoger textos y buscar la foto adecuada fue placentero y a la vez laborioso. Tuve la suerte de tener a mi lado a una gran maestra. Con Anamaría he aprendido a ver de otra manera. A sentir la imagen, percibir texturas, apreciar
la luz y el color… entre mil y un
detalles que me han ayudado a ingresar
de lleno a este mundo que observaba con asombro desde niña. La maga: Anamaría.
Escribir y tomar fotos pertenecen a
esos procesos que en esencia se realizan en solitario. Pero cobran un valor
cuando se comparte con el otro. Este es un libro donde ambas compartimos
nuestros afectos, nuestro asombro y como buenas mujeres, nuestra curiosidad. Una
conversación entre foto y texto que ha partido de las propias vivencias: como
hijas, como madres, como esposas, como
profesionales, como amigas, como mujeres. Una conversación que recoge los
detalles, los recuerdos, el pasado y el
presente. Así, lo vivido no se pierde, no se olvida. ¿Dónde quedaría nuestra
historia sin textos, sin imágenes?
No puedo terminar sin agradecer a
todas aquellas personas que estuvieron a mi lado en esta aventura. A Anamaría, generosa y directa.
A Viva, amiga, consejera, confidente,
que por esos azares de la vida ha sido siempre el vínculo más importante
entre su madre y yo. A Juan Carlos por estar a mi lado y ser el primero en
apoyar cada uno de mis sueños, a Micaela y Alejandro por ser mi leit motiv. A
ustedes por acompañarnos con su calor en una fría noche de agosto.