martes, enero 28, 2014

Lo que cuento

Más de una vez me han preguntado si cuando cuento historias en el Blog (en primera persona) todas me pertenecen. Les confesaré que no todas. Curiosamente, a lo largo de estos años muchas voces femeninas me han confiado sus vivencias  y yo, pidiendo permiso o a solicitud de la mismas he usado mi espacio para hablar por ellas, sobre ellas. También están las reflexiones que parten de experiencias que comparten conmigo, o ideas que me dan que a  ellas mismas les han confiado. ¿Por qué no escribes sobre esto…? Me dicen.
Y es que las mujeres, constantemente, nos contamos historias. Ello tiene una larga data antropológica que corresponde a tiempos memoriosos. Pienso en diferentes círculos femeninos en los que se compartían alegrías, miedos, angustias alrededor del fuego. Mujeres relegas, alejadas de los quehaceres “masculinos”, tal vez  atrapadas en un harem, en una residencia de geishas, en un salón de bordado… y poco a poco, en la memoria colectiva queda ese ir y venir de historias que merecen contarse. Entre las grandes contadoras de historias destaca Sherezade que salvó de morir solo cautivando a su “verdugo” noche tras noche.
Hay historia personales duras, terribles, hasta culposas. Otras, divertidas, cuestionadoras, irónicas. En este espacio semanal escojo las que me provocan según venga el ánimo. Las mías, las tuyas, las ajenas… nunca las inventadas.
Siempre hay una historia para contar.

martes, enero 21, 2014

MOVISTAR y la profesora

Una vez más escribo para contar una historia que tiene como punto de partida el hecho de ser profesora. Corrijo, tener el privilegio y la suerte de ser profesora.
Hace tres semanas decidí modernizarme y dejar mi jurásico Blackberry para pasar a un Smartphone. Tremenda tarea para alguien que se apega a los objetos tecnológicos antiguos por miedo al cambio,  y la verdad, es que a mi BB le tenía bastante “camote" y poseía un encanto agregado:  la funda protectora simulaba un antiguo cassette de 90 minutos/ Lado A. Una maravilla que me había conseguido mi exalumno Fonchi Panizo. Sigo…

El día que fui a realizar el cambio, implicaba también cambiar el plan y esta figura de pasar del sistema operativo del BBerry al Smarthphone era toda una joda. La explicación fue irrelevante, para mí, porque no entendí absolutamente nada, puesto que además, lo único que me interesaba era que pudiera comunicarme con el mundo: correos, whatsapp y lo demás, venía por “default”.

Cuando me atendieron, estaban en el mismo cubículo además dos chicos que se estaban entrenando en Servicio al Cliente. Lo primero que les llamó la atención a los tres fue mi funda, y obviamente hablamos de ella, de lo linda que era, etc. etc. A la vez, antes de que el vendedor me ofreciera un sinnúmero de aparatos de varias marcas, yo le advertí que me diera algo bueno, cómodo y barato. Mira, soy bruta para la tecnología celular. Pero también soy profesora, entonces imagínate que yo soy tu peor alumna y tienes que explicarme como si esto fuera una ecuación cuadrática y yo estuviera jalada en matemáticas…y si a eso le agregas que podría ser tu vieja… la cosa se agrava. Entonces te ruego que me tengas paciencia y me hables despacio.

Todos disfrutamos la jornada de mi cambio de equipo, porque yo repetía cada una de las instrucciones una y otra vez como regla nemotécnica. Seguíamos conversando sobre el hecho de ser profesora y “tía” y de las modernidades del mundo mundial.

Hoy, tres semanas después, no tenía correo, ni whatsapp, ni el “default”. Tenía mis pagos al día, pero Movistar siempre te complica un poquito la vida, por lo que decidí llenarme de paciencia e ir de nuevo a la oficina. Después de esperar quince turnos me mandaron al tercer piso. Yo sospechaba que como justo era la fecha de cambiar de sistema operativo algo tenía que ver.

Cuando me acerco a la ventanilla 23 veo en ella a uno de los jóvenes practicantes. Gloriosa memoria la mía, y de frente le dije: Yo te conozco!!!! Y él, lindo y hermoso con carita de ratón detrás de unos lentes gigantes me dijo: Claro! Usted es la profesora!!!!

Contar el final de la anécdota sería malograr el momento, pero solo les digo: ya tengo un cómplice en Movistar.

martes, enero 14, 2014

María y Juan van de compras


Antes de empezar a escribir este post, quiero aclarar que estas reflexiones se basan en la observación detenida de cualquier pareja escogida al azar, un día que fui sola de comprar. Si bien es cierto, cualquier Juan que lea esto o cualquier María, puede estar sujeta a la identificación total o parcial de la situación. Sin embargo, puede que tengan otro modus operandi o ello se regule de acuerdo a la tienda o a lo que se compre. La escena que les presento es la promedio.

María va a hacer compras y convence a Juan de que la acompañe “un ratito” nada más. Primera ingenuidad. Aquí, los ratitos ya no existen. Ya sea por el tráfico, por la cantidad de gente que siempre está en las tiendas, o porque a pesar de que hay cuatro cajas registradoras juntas solamente atienden en una. ¿Me equivoco? ¿Alguna vez han tenido el privilegio de ver operativas todas las cajas a la vez?

María tiene alguna idea de lo que quiere comprarse. Pero sumamos la segunda ingenuidad: antes de llegar a su objetivo, se lo cruzan otros objetivos no contemplados en su plan de acción. Una blusa más, otro color de polo, un pantalón por siaca, unos calzones que están de oferta. Surge la pregunta interna ¿qué vine a comprar?

¿Juan? ¿Dónde está Juan? Juan solidario acompaña. Mudo, obnubilado por las innumerables escenas dubitativas de María que le pregunta con tono lastimero: ¿me queda bien? ¿lo compro? Y él, con un gesto innatamente resignado le dirá: claro… si te gusta…Tercera ingenuidad: aquí no hay anuencia, no hay aceptación. Solo hay que leer entrelíneas e interpretar: para qué &%%$& me vine acá…o apúrate….o para mí todos son iguales…..o le queda como el pedo, pero cómo se lo digo.

Mientras ella sigue decidiendo, Juan (qué viva la modernidad!) acude a su salvavidas: el celular. Revisa una y otra vez su Facebook, sus mensajes, sus llamadas perdidas, se queda en pausa contemplando la pantalla. Cuando se cansa, puede que encuentre a otro Juan en su misma posición y cruza mirada con una sonrisa solidaria de dos desconocidos que se encuentran bajo la tormenta.

El post debería llevar otro título: María va de compras… Juan la acompaña.
También vendrá: Juan se va de compras y María lo asesora.

miércoles, enero 08, 2014

Lecturas


En un post corto los dejo con algunos títulos que les puede dar una mano durante el tiempo muerto que suele aparecerse en el verano. Yo también tengo mi lista de tareas para estas semanas que vienen.

1.    Lo que no tiene nombre: Piedad Bonett y el testimonio durísimo sobre el suicidio de su hijo.

2.    La ridícula idea de no volver a verte: Rosa Montero y su propia catarsis.

3.    Las puertas de la noche: Alejandro Gándara reflexiona sobre el concepto y esencia de la muerte.

4.    La vida de las mujeres: Alice Munro y una novela tan sencilla como ella.

5.    Un comunista en calzoncillos: Claudia Piñeira una de mis favoritas

6.    Los enamoramientos, fascinante novela de Javier Marías

7.    El héroe discreto: no es de mis favoritas de MVLL.

De las relecturas, las destacables.

1.    Pedro Páramo de Juan Rulfo. Una vez más, volví y me rendí.

2.    Aura de Carlos Fuentes, me estremeció como siempre.

3.    Rayuela de Julio Cortázar, me rallé y rayé una vez más.

4.    Poesía de Mario Benedetti, una y otra vez

Tarea de verano:

1.    Contarlo todo, de Jeremías Gamboa… a punto de terminar.

2.    Los años de peregrinación del chico sin color de Haruki Murakami

3.    Perdida de Gillian Flynn


Y dejemos que el tiempo traiga más!

jueves, enero 02, 2014

Comenzó el verano


Me miro una y otra vez al espejo, y no por ego… sino por masoquismo. Ando de un color muerto que le hago la competencia a Gasparín. Aunque pensándolo bien, tengo un tono hierba luisa verdoso que da pena. Además, el invierno causa catástrofes naturales: nos destiñe. No suelo ir a la playa con mucho rigor o por el contrario, cuando hago el propósito de ir, me pasa algo en el camino. Como cuando me chocó un camión portatropa de Salvataje de la PNP (ver post enero 2012), razón por la cual lo pienso dos veces.

Este año, como siempre, el tiempo pasó volando y cuando el verano ya estaba encima mi amor propio me impedía ponerme un vestido. Averiguando, averiguando, descubrí que existía LIMATAN, un lugar en donde te hacían bronceados artificiales como para pasar “piola” los primeros días soleados y aparecer como que ya estábamos tomando un color capulí…Deducirán que empecé a deshojar margaritas: voy o no voy, voy o no voy. Pero para no perder tiempo, arranqué con las investigaciones del caso.

Primero, me paseé por la página web. Me leí todo, hasta las letras chiquitas. Me fijé en el razonable precio que me iba a convertir en una “golden girl” y obviamente no era por la edad (no se maleen… todavía son “silver girl”). De ahí, entré a Facebook, viendo las opiniones y revisando las preguntas… descartando dudas, paltas, y más pétalos de margaritas. Llamé por teléfono y confirmé dirección, si había playa de estacionamiento cerca, tontería y media. El proceso, según me indicaron, solo demoraba diez minutos.

La cosa es que me embarqué una mañana nublosa a acometer dicha empresa. Y no negaré que tenía un nudito en la garganta, que si hubiera sido varón, tendría dos nuditos. Recordaba ese capítulo de Friends en donde Ross se pinta y no se da la vuelta correctamente. Recordaba, también, que hace unos cuatro o cinco años atrás, unas maravillosas alumnas mías se habían aplicado el bronceado artificial para la Pre o la Prom y habían quedado color puré de camote con harto jugo de naranja!!! Pienso enormemente en ellas mientras escribo este post y me mato de la risa recordando la historia. Pero, con todo ello, pensé que el tiempo jugaba a mi favor y la tecnología sería más condescendiente conmigo.

Cuando llegué me preguntaron: ¿viene a broncearse? Cuán obvia sería mi blancura que no me preguntaron por otros de los servicios que ofrecían. Mi respuesta fue: quiero un tono bajito no más y a lo Chuiman: en la cara no…

En fin, con las prendas escogidas para la ocasión, pasé a una suerte de ducha en la que me esperaba una chica super amable con un frasco y pistola en mano. Misma pintura al duco. Así lo vi: me iban a pintar al duco. Me indicaron que tenía que echarme una crema en las palmas de las manos, plantas de pie y uñas. Seguí instrucciones y arrancamos. La postura de “Hombre de Vitrubio” fue la que predominó. Creo que Leonardo da Vinci no se iba a imaginar jamás en su sapiencia que lo iba a estar convocando mientras que me convertí humildemente en un mueble para ser pintado como tico, casi galvanizado. Después de la pintada, prendieron el ventilador y vino la secada: ocho minutos debajo de un ventilador y luego a salir a caminar por veinte más y “airearme”.

La historia está larga, pero en conclusión: valió la pena… de yerbaluisa pasé a color té con limón en la tercera usada de la bolsita. No llamó la atención, me duró una semana, lo suficiente para ir un par de veces a la playa y empezar a tomar un bronceado natural.

Como quien dice: otra aventura divertida para contarle a los nietos.