Y regresamos a
una de María y Juan, puesto que andaban muy olvidados pero de un tiempo a esta
parte, el público ha reclamado y un espécimen del género “juanesco” también. De
hecho, las situaciones hilarantes nos divierten a todos y qué mejor que reír
¿no?
Este post está
dividido en dos secciones, pero el eje es el mismo: Juan frente al timón. Cabe
aclarar que hace mucho tiempo que él casi no maneja. Por razones
inútiles de explicar, se desplaza gracias a un ángel de la guarda que lo lleva
y trae. Está lejos de la órbita de María que pasa frente al volante por lo menos unos cien minutos diarios solo para trasladarse al suyo. No obstante, ella
ha tomado como copiloto no a Dios, como dirían algunas calcomanías, sino a Mister Zen quien la ha ayudado a tomar un tono resignado ante las
combis, los micros, los buses, los taxis y los moscardones hechas moto taxis.
Deja pasar a todos, aplaude (literalmente) a los prepotentes, imbéciles y
conchudos que se cruzan a tu antojo. Pero bueno, hablaremos de Juan y no de
María.
Una segunda
aclaración, Juan se está volviendo un cascarrabias con la edad. Pasa con todos
los Juanes (y con algunas Marías también, ojo). Pero viene a mi mente ese
personaje de dibujos animados: una familia de ¿”osos”? granjeros en donde al
padre le decían “Ehhh paaaaaá” y él, lo único que decía era: “mrñrmrrrmrñrrr”, con
una mezcla de Grumpy de los siete enanos y
el Pitufo gruñón. Es decir: un blend.
Juan parquea en el distrito S
Todos los
sábados (o casi todos) Juan se desplaza en carro a dos bancos que se
encuentran en el distrito S. Como alguno de ustedes sabrá, existen zonas de
parqueo municipal en las que hasta los quince minutos tienes tolerancia y luego
hay un cobro cada media hora.
Cuando Juan estaciona mira su reloj y calcula su discurso para cuando regrese al carro. Al hacerlo, María que suele acompañarlo, siempre le pregunta: ¿te vas a pelear o no? Porque este diálogo es un clásico:
Cuando Juan estaciona mira su reloj y calcula su discurso para cuando regrese al carro. Al hacerlo, María que suele acompañarlo, siempre le pregunta: ¿te vas a pelear o no? Porque este diálogo es un clásico:
-Señor, es un sol.
- A ver, ¿a qué hora he llegado?
- A las 9.45 y son las 10:20.
- Te equivocas y me quieres cobrar de más. “mrñrmrrrmrñrrr”,
que
toda la vida me quieran cobrar más de lo que corresponde. “mrñrmrrrmrñrrr”.
Y más de “mrñrmrrrmrñrrr”…
(Entiéndase que “mrñrmrrrmrñrrr”
no lo uso para esconder una lisura… Es que Juan murmura así… siempre,
siemprísimo)
Esta escena, es
repetitiva. No es la mala onda de Juan, es que reniega por tonterías, y esto
del manejo, el parqueo, el que le cobren de más (aunque sea cincuenta céntimos
por abuso) no va con él. No cree en Mr. Zen, porque es seguidor de Mr. Estrés.
Juan y la playa de estacionamiento
La modernidad llegó
a Lima hace muchos años, por ello tenemos en varios lugares estas máquinas que
emiten los tickets de parqueo, te saludan: Bienvenido
a XXX PXXX y que luego de su pago,
introducimos estos tickets en las máquinas parlantes que se dicen: gracias por su visita, vuelva pronto.
Segunda escena clásica: al ingresar y recibir su ticket Juan le contesta a la máquina: bienvenida tu abuela…. En tono
graciosito, casi Machín de Pataclaun.
Pero la cosa quedaría ahí si no fuera que a la salida y cuando la voz de la
máquina le agradece su visita, el nivel de joda llega a mayores y le contesta
matándose de risa; ya ya que te vaya bien
y que te vayas a la #$$#%#! Pero lo hace feliz, liberado, totalmente desestresado.
Y María, testigo de su felicidad,
piensa: ¿Cuando Juan está al timón,
tendrá doble personalidad? ¿Hasta qué edad podrá tener brevete?