domingo, julio 27, 2008

La función va a comenzar...

Uno de los temas que me choca más en Fiestas Patrias es la llegada del circo. Podría enumerar mil cosas más que también me erizan: el uso obligatorio de la escarapela, la parada militar, el desfile escolar, entre muchas más, … Y eso es totalmente ajeno a mi noción de peruanidad, por si acaso. Pero por sobre todo, tengo atragantado en la garganta el tema del circo.
Nunca me llamó la atención, por el contrario, fue una de las tantas torturas a las que me sometieron cuando era niña. Mi padre tenía la "buena suerte" de que siempre le regalaban un palco para la función del mejor circo que llegara a Lima y encima a él le encantaba, con lo cual quedé sometida a la tortura todos los años que se pudo…. (puaj!!!!!!!!!!! Gravol a la vena!)
Por destacar algunos aspectos. El tema de los payasos siempre lo he considerado patético: La dinámica de hacer reír es un arte y como tal hay que saber manejarlo, con pena, el no saber hacerlo lleva a estos pobres individuos a rozar con el patetismo. Odio a los payasos y todo bicho que se le parezca: su ropa, su maquillaje, su tono de voz, sus nombres (Tontolín, Cucharita, Pimpilín…) . Siempre me dieron pena, pero además un rechazo que hasta ahora no puedo explicar: tema de diván.
La presencia de los animales me parecía terrible: fieras enjauladas, osos con grilletes, elefantes que apestaban, perros amaestrados… fatal. Ese olor de excremento mezclado con algodón dulce y manzanas acarameladas..... sin comentarios.
La gritería colectiva, los aplausos, las cornetas, las risas, los vendedores de golosinas, el popular "señoras y señores, niños y niñas" . Insisto: Gravol again!!!!!!!!!!!!
No obstante, debo aceptar que sí disfruté alguna vez, de los acróbatas: volar por los aires ( y caer, claro está que en la red por si algo fallaba). Debe ser por eso que el único cuento que me gusta de Valdelomar es " El vuelo de los cóndores". Pero igual, siempre me terminaba desilusionando algún aspecto de esta situación acrobática, detalles tan tontos como ver que las mallas de las mujeres estaban descosidas o que las niñas estaban sobremaquilladas como viejas.
Nunca llevé a mis hijos al circo, eso me lo propuse siempre (lo cumplí). Uno generalmente les transmite sus propias cargas (tema de otro mail). Pero ¿adivinen quién los llevó alguna vez? Su abuelo.

miércoles, julio 23, 2008

Creo que Freud tenía algo de razón...

para Alejandro




Hoy mi hijo cumple quince años. Evidentemente recuerdo como si fuera ayer lo que costó que esta criatura llegara sana y salva a mis manos. Una friísima tarde de julio nació a los 7 meses y alguito más, con 2 kgs. Todavía me río cuando cojo una bolsa de azúcar en Wong y pienso que tiene el mismo peso que otrora esta criatura que adoro.
La conexión de una madre con una hija es especial. La conexión de una madre con su hijo es …. muy simple: freudiana. Seamos honestos.
¿Cuántas veces tuve que recordarle que un 23 de julio exactamente a la 13:08 le habían cortado el cordón umbilical porque no me dejaba en paz? Que yo era yo, y que él era él. ¿Cuántas veces me dijo tomando mis mejillas con sus manitas la bella frase: ¡mami, eres linda!? Y hoy, a veces siento que me mira como si desaprobara cada uno de mis actos.
Ahora experimenta el duro camino de convertirse en un adulto. Admito con hidalguía que eso me mata y a la vez me enorgullece enormemente.
Su actitud "adolescéntica" la vive con frenesí y pasión. Por momentos es imprevisible y por otros, más transparente que el agua. Tiene un estilo con el que es capaz de sacarme de mis casillas, pero cuando sonríe sabe hacerlo en el momento preciso (yo me indigno conmigo misma) y me compra inmediatamente.
Sé que a veces lo avergüenzo per se, repito: es adolescente; sin embargo, queda muy claro que él no se acuerda de las millones de veces que sin querer queriendo nos hizo sentir (a su padre y a mí) la misma sensación. Así es la vida, parados en orillas diferentes de una parte del camino que nos toca recorrer juntos.
Mi hijo es fuerte, valiente (a veces demasiado), no calcula los riesgos cuando siente que debe decir lo que piensa y más de una vez ello le ha traído problemas. Para mí, es una de sus mayores fortalezas.
El cordón umbilical no se ha cortado, ni creo que se corte jamás. Ese cordón sólo cambió de nombre: él confía en mí y yo confío en él. ¿Qué más puedo pedir?

Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
(Khahil Gibran)

Freud: creo que estoy en camino a superar el complejo, quince años después….

lunes, julio 21, 2008

Salamandra -recomiendo-

Salamandra es el nombre de una editorial relativamente joven. De ahi salen en español los famosos libros de Harry Potter.
Curiosamente, en las últimas semanas leí dos novelas de esta casa editora El niño con el pijama de rayas -John Boyne- y Cometas en el cielo -Khaled Hosseini-. La primera, recomendada por mi querida alumna Belén Benavides y la segunda por mi amiga Clarita (lectora compulsiva como yo).
La primera novela me encantó: la visión del mundo en una coyuntura difícil desde los ojos de un niño se transmite de manera impecable. Hay que tener presenten en todo momentos ese detalle, el narrador es un niño. Con el conocimiento del que su limitado e ingenuo mundo y un entorno familiar represor le permiten, la novela nos ubica en Alemania durante los '40s. Esa focalización: la visión de Bruno -9 años- produce una magia especial en el texto. Una recomendación para estos días de descanso. El libro no tiene más de 220 páginas.
Con Cometas en el cielo tuve otra reacción. De entrada la novela me gustó. No es una extraordinaria creación literaria pero pasé algunas horas bastante entretenida con la historia de Amin. Es realmente una novela que si se tiene la oportunidad de leer hay que hacerlo. Sin embargo, como diría un conocedor de vinos, éste era un vino de mesa. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que muchas de las situaciones fueron totalmente predecibles -no adelantaré información- , no hubo ningún giro que resultara sorprendente. El texto pecaba de dramático, en demasía. A pesar de que las situaciones lo ameritaban pero resultaba obvio cómo el narrador apelaba a la compasión y lado humano de su lector. Algo así como: mira lo que pasa... mira lo que uno tiene que soportar... No obstante, lo que considero muy rescatable del texto es cómo se presenta la vida en una parte del planeta que es totalmente desconocida para mí. La vida de un personaje que nació el mismo año que yo y que vivió la historia de su país de una forma totalmente diferente a la mía, en todo sentido. En este caso, me quedo con esa "parte" de la novela más que con la historia misma. No sé si me dejo entender, ojalá.

sábado, julio 19, 2008

¿Perder la vergüenza?

Hace algún tiempo atrás me preguntaron a qué edad ya se perdía la vergüenza... quizás la pregunta (que provenía de una adolescente) era: Cuándo dejas de sentir roche?; es decir una suerte de vergüenza social... ¿se entiende? La verdad es que era una pregunta recontra complicada y como tal, su respuesta tenía que ser recontra pensada pero igual creo que terminé enredada.
De hecho todos hemos tenido momentos bochornosos en nuestras vida, momentos en los cuales la frase "tierra trágame" se quedaba en nuestro cerebro como luz de neón y era más cierta que nunca. Cosas sencillas como estar invitado a una comida especial y que cortando la carne se te resbale y el arroz salga literalmente VOLANDO.... que el sostén se te desabroche (y obviamente se haga evidente, o sea, que la prenda termine de gargantilla..), que se te rompa el bikini en la playa, que te manches con la regla (pucha, ¡esa vergüenza no se quita jamás!), no recordar un nombre en un momento crucial de tu vida (¡o confundirlos!), entre otros. Sin embargo, debe haber lectores que lo dicho anteriormente no les toque en lo más mínimo su autoestima y sigan adelante tan frescos como siempre.
Esas son personas valientes, que saben salir airosas de situaciones embarazosas, o que como diríamos en buen criollo: es conchuda y son dignas de toda mi admiración. Podemos coincidir en que la vergüenza tiene grados, a algunos les da más que a otros. Por ejemplo, no tenerla cuando en la parada de un semáforo le pasas la voz al que maneja al lado y preguntarle qué tal es su carro porque te interesa comprar uno igual. Cruzarte con un personaje de la farándula y decirle que te gusta su trabajo. Decir lo que crees en el momento que crees sin ofender a nadie.
No obstante, hay que tener cuidado. El sentido de ubicaína (oportunidad y medida del riesgo) debe ser el ingrediente fundamental, puesto que a veces NOSOTROS puede que no nos sintamos avergonzados pero quien nos acompaña sí. Ahí está el detalle o prepárate porque se puede venir una crisis, y de las buenas. Nos guste o no vivir en esta sociedad supone la aceptación de ciertos códigos de comportamiento y a veces el nuestro puede resultar condenable y evidentemente avergonzante.

martes, julio 15, 2008

Filiación literaria

Desde la expulsión de Adán (y Eva) del Paraíso queda claro que la relación padre/ hijo ha sido conflictiva. De hecho, luego Tayta Dios repitió el plato cuando decidió que Jesucito hiciera lo que hizo para "salvar" a toda la humanidad. Increíble que tal poder mantuvo sobre su hijo que a los 33 años lo siguió obedeciendo a rajatabla. (Yo no puedo lograr que el mío ordene su cuarto a los 14). En fin...
En la literatura es inevitable percatarse de lo complejo de esta relación y seguramente podría hacer una lista interminable de ejemplos. Me vienen a la mente Pedro Páramo, La ciudad y los perros, El corazón del tártaro y la última leídas Ojalá octubre y El mundo.
Me llamó la atención que en estas dos últimas novelas escritas por autores españoles cuyo corte autobiográfico es evidente (ficción o no ficción) las relaciones de éstos con sus padres son muy interesantes. El niño que ve a su padre trabajando y que de adulto carga sus cenizas para echarlas al mar, la huella de alguna frase pronunciada por un padre que marca para siempre. El padre que muere, los hijos que recuerdan y por fin logran entender muchos aspectos de su vida. Tarde, tal vez, pero alcanzan un entendimiento que los libera. Sobre todo eso: los libera. Pues si en vida, la relación fue tensa y no hubo una explicación al conflicto, ante la muerte del progenitor el hijo es capaz de resolver más enigmas que los planteados por la Esfinge de Tebas. Puede ya, tomar una distancia y analizar sin herir.
Por otro lado, también están los personajes que se angustian porque empiezan a perder el rostro de su madre en la memoria, temen que se le pierda el recuerdo más preciado. Pues la orfandad de un rostro echa más dolor a la que ya se carga. Un claro ejemplo es Daniel Sempere en La sombra del viento.
El "exorcismo literario" de esas relaciones es realmente enorme. Hay oferta para todos los gustos. Es cuestión de darles una miradita y hasta podemos encontrarnos con los Karamazov siendo cómplices de un parricidio.

sábado, julio 12, 2008

¡Cadenas a mí!

Cuando no tenía más de 12 años me llegó (por correo postal) un sobre sin remitente; al abrirlo descubrí por primera vez lo que era una cadena. Ésta era de aquellas que te contaban historias dramática de ciegos y paralíticos que se curaban milagrosamente por seguir la cadena, de San Mengano de Rivera y demás hierbas. Un temor me asaltó: ¡uy!, ¿y ahora qué hago? , ¿y si me muero mañana como dice aquí?, ¿y si me caen las siete plagas de Egipto (o eran diez)?... No obstante, seguramente algo pasó y me olvidé de la cuestión y aquí estoy, sin plagas, vivita y coleando.
Hoy las cadenas son menos dramáticas pero igual de tontas y vanales y obviamente se han adaptado a los tiempos modernos, pues te llegan a tu mail con cara de Power Point. Los contenidos varían tanto como los títulos de los libros de autoayuda, pretenden conmover el lado sensible de quien las recibe y hacernos pensar: ¡qué linda esta persona que piensa en y me mandó esto!
Error: esa persona se lo mandó a medio mundo y sólo pone reenviar. Encima, la gran, gran, grandísima mayoría está dirigida al público femenino porque aquí algo sí me queda claro, solemos –la mayoría de las mujeres- leer todo lo que alguien conocido nos envía: ¿será que somos más pacientes, o tenemos un poquitito más de tiempo, o sabe Dios qué diablos?
No entiendo la necesidad de "colgarse" de la creatividad ajena e invadir tu psique con estos mensajes melosos, cursis y hasta mal redactados. Ni siquiera el remitente pone un poquito de atención para revisar la ortografía, digitación o al menos términos localistas del mensaje en cuestión, creo que considera que con "reenviar" ya te está haciendo un buen regalito.
Hay que ser un poco más originales ¿no se podría escribir algo tan sencillo como decir lo que sentimos y evitar meter a todos nuestros conocidos en el mismo saco? Ello finalmente termina "cosificando" a las personas quienes no reciben, como quien dice, una muestra de afecto personalizada.
Yo, particularmente he optado por lo mejor, buscando mi sanidad mental: todo aquello que venga con pinta de cadena, Power Point lacrimógeno, mensajito de amistad, feminismo barato, contenido fraternal, oración a San Benito de la conchinchina o cuanto se le parezca, afilo mi dedo índice y apunto directo y sin compasión a la maravillosa tecla DELETE o SUPRIMIR (dependiendo del tipo de teclado).
pd. Si no reenvías este artículo en las próximas horas se te romperá una uña, te saldrá otro rollo y o se te escapará un pedo en público. Si tomas la sabia decisión de hacerlo, podrás ganar -supongo yo- esborzar una grata sonrisa! Atente a las consecuencia.

miércoles, julio 09, 2008

¿Cómo llegamos hasta aquí?

Hay historias en la vida que realmente no tienen ni pies ni cabeza para aquellos que medianamente conservan cierta sensatez a pesar de los locos tiempos en los que vivimos. Por ello, analizan, reflexionan, comentan, buscan causas, calculan consecuencias... En ello, se va gran parte del tiempo libre, tratando de entender cómo una persona inteligente, bien preparada, educada, viajada, culta, puede equivocarse tanto y tal vez ser engañada, usada o manipulada sin darse cuenta.
Es cierto que muchas veces las necesidades afectivas de un ser humano pueden conducirlo a cometer errores (y graves), necesidades que se esconden tras corazas, son buenos trabajadores, son buenos padres, y sin embargo, una lista de carencias emocionales que se van adquiriendo a lo largo de la vida explotan en un segundo (o lo hacen de manera sistemática) y van causando daños que tal vez serán irreparables en estos seres y a veces en quienes los rodean.
Surgen vidas paralelas y no todas son por el placer de “gozar una aventura”. Llegan a vivir una película que van inventando (y creyendo) y que a la vez sienten que son los protagonistas y evidentemente directores de una historia que les produce una felicidad a medias. Pues de hecho es a medias. Sienten culpa, pero a la vez justifican sus actos ante quienes tratan de ayudarlo o simplemente no piensa en ello y sigue trepado en el vagón incorrecto.
Un gran amigo mío que maneja la llamada psicología popular o callejera, me decía el otro día durante un "cafecito terapéutico": Yo siempre le digo a mi mujer: nosotros cagamos a nuestros hijos. No tuve más que darle toda la razón, pues cualquiera sabe que parte de las carencias se van adquiriendo en la infancia y se van consolidando en la adolescencia. De adultos, algunas nos arrastran a equívocos terribles, pero a veces se pueden evitar.
De ahí que, por ejemplo, los hijos -de adultos- van entretejiendo sus vidas con mujeres que se parecen a sus madres, u hombres que se parecen a los padres, o justamente buscan todo lo contrario y de tener una madre piadosa, devota y castradora podemos encontrar una pareja digna de trabajar en un cabaret, con el respeto que se merecen: la madre y la “trabajadora”. Buscan pagar culpas ajenas, creen que su vida forma parte de algún destino prestablecido donde a ellos les ha tocado cargar con el "karma" ajeno, viven historias similares a las de sus padres y a veces de manera más consciente de la que se cree, buscan algo, no saben qué, sin darse cuenta que NO lo van a encontrar en otra persona. Al sentirse infelices con ellos mismos creen que otro puede regalarles la felicidad envuelta en palabras, gestos, caricias sin cobranzas (o con ellas). Al dejar la culpa al destino, a los demás, la frase: era inevitable... cobra una importancia increíble, cuando, analizando hasta la médula, nos damos cuenta que lo in-evitable no existe... excepto morir.
Hay historias en donde el protagonista en una momento de sensatez, fortaleza y autocrítica decide enrumbar y retomar; otras, en las que no decide... la vida -o alguien más- lo hace por él o ella... los finales son impredecibles. El tiempo dirá.

domingo, julio 06, 2008

Día del que debe enseñar

a ellos, porque saben que los quiero más...
En el Día del Maestro qué mejor ocasión para rendir tributo a mi propia labor hablando de las complejas relaciones que existen entre los alumnos y sus (a veces) no tan querido profesores.
Haciendo trampa, voy a utilizar cierta información que he ido recogiendo en mis años de enseñanza. Comentarios oídos al azar por calles y pasadizos. De hecho son percepciones, pero a veces (y con pena) pueden coincidir con una triste realidad. No olvidar que todos hemos sido alumnos y muchos de estos sentimientos los pudimos haber sentido en algún momento.

Por ello, todo profesor tiene el deber de evitar llegar a este punto:
- mirar a sus alumnos como si fueran inferiores.
- hacer todo lo que pueda para no poner una buena nota.
- poner una nota instantánea dependiendo del nombre del alumno y no de su esfuerzo.

- no tener su material actualizado y entregar hojas de hace 40 años.
- comparar.
- hacer una broma y llegar a humillar.
- no actualizarse.
- citar a los padres cuando al alumno le va mal, y nunca hacerlo cuando le va bien.
- comportarse como un alumno y después esperar tener autoridad.
- no aceptar sus errores
- juzgar e ignorar...

Duro. Como para pensar y generar una real y hasta dolorosa autocrítica sin rasgarse las vestiduras...Sin embargo, me tomo una pequeña licencia personal para hacer una réplica.

Lo que todo alumno debe evitar ... (con respecto a sus profesores)
- cruzarse con un profesor como si éste fuera transparente e ignorarlo.
- creer que el profesor invierte el tiempo en ellos porque recibe un salario por ello.
- hacerles sentir " pagan por un servicio".
- no valorar su conocimiento.
- no entender que también tienen sentimientos.
- creer que la vida es injusta solamente con ellos y no con los adultos.
- ser mediocres y que sus padres lo justifiquen.

Cometo muchos errores, "meto la pata" a cada rato, pero amo lo que hago. Gracias a ello he tenido la gran recompensa de tener (pasado y presente) alumnos maravillosos, completos, valiosos, geniales. Tengo alumnos que más que "luces que hay que encender" son antorchas que están dispuestos a emprender conmigo aventuras complicadas. Tengo exalumnos que son hombres y mujeres extraordinarios, exalumnos que también son profesores. Tengo alumnos "embriagados de literatura" con lo que me río, me molesto, reniego, bromeo. Ellos son mi alimento diario para seguir en la batalla y disfrutar a mi manera este día. Ellos, son los que valen la pena. El resto.... es silencio.

miércoles, julio 02, 2008

Musas... las de antes

Damas han habido en la literatura que se convirtieron en musas para grandes escritores, de hecho pasa en general con el arte, la pintura, la escultura, la música…Ser una musa no fue fácil para las mujeres. De hecho la herencia mitológica de las musas griegas, inspiradoras de filósofos y poetas, no era una carga ligera que llevar: Calíope, la poesía; Clío, la historia; Mélpome, la tragedia; Tepsicore, la danza; Talía, la comedia… entre otras.
La historia ha sido, en muchas ocasiones, traicionera con estas mujeres a las que los escritores les debieron parte de su éxito. Se salvan y sacan distancia a varias que quedan rezagadas: Beatriz (la de Dante) y Dulcinea (la musa en ficción de don Quijote). Pero quedan en el tintero, Fiametta (la de Boccacio), Laura (la de Petrarca), Matilde (la de Neruda) y mi favorita: Elisa, la de Garcilaso de la Vega (Toledo 1501-1531).
Garcilaso fue un poeta extraordinario, que logró combinar de manera deliciosa los ideales del Renacimiento. Gracias a su gran conocimiento de la cultura italiana y años de experimentos con los ritmos, musicalidad y sonidos del español, logró “importar” los modelos líricos italianos a la poesía castellana. Su visión de la mujer, corresponde maravillosamente a los cánones de belleza de la época además de mostrar ciertos tópicos literarios muy importantes. Esto debió ser el tema de mi tesis, después me fui por otro lado totalmente opuesto.
El soneto, por ejemplo, que era una estrofa exclusiva de la poesía italiana, debido a este poeta logró ser introducido con éxito a nuestro idioma. Uno de mis favoritos:

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo,
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.

Fue Isabel Freire (dama de la corte portuguesa) la inspiradora de sus 40 sonetos, 3 églogas y 5 canciones. La conoció de manera casual, es más, sólo la vio en una boda cortesana en Lisboa. Eso fue suficiente, un flechazo… y a partir de ese momento no descansó de escribir pensando en ella. Cabe agregar, que nunca más la volvió a ver…
Isabel, nunca apareció con ese nombre en la poesía garcilasiana, Elisa (“la de la dulce voz”) y Galatea, fueron los nombres preferidos que utilizó el poeta para referirse a su musa. Ella representaba por un lado, la bella mujer que lo trataba con desdén (a la manera de belle dame sans merci) o aquella mujer digna de inspirar amor y comunión con el entorno, angelical, con una marcada herencia de la poesía de Petrarca y Dante.
Isabel murió joven (como la Beatriz del poeta italiano) y sin embargo sobrevive en la maravillosa poesía de Garcilaso.
(…)
¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,

cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que había de ver, con largo apartamiento,
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?