viernes, junio 26, 2009

Del hombre que cambió mi vida

gracias Rogelio

Hay situaciones en la vida en las que la gente te hace favores inmensos y ni se entera. Una frase, una actitud o lo que fuera, puede hacer que aquello en lo que tú creías o pensabas hacer dé un giro de 180 grados, y si es para bien: ¡enhorabuena!
Cuando acabé el colegio pensé estudiar Derecho. El año anterior había pensado en otra carrera; mi lado científico –que lo tengo- había contribuido a que yo decidiera estudiar Industrias Alimentarias en al Universidad Agraria. Sin embargo, al empezar el último año de secundaria varios factores contribuyeron a mi radical cambio de vocación: mi nulidad con la Física, el divorcio de mis padres y sobre todo, el sueño de mi madre de tener una hija abogada –profesión que le fascinaba y que por miles de motivos inútiles de explicar, no pudo llevar a cabo-.
Entonces, allá en el lejano 1981 entré a la Universidad Católica y a sus maravillosos Estudios Generales. Creo, motivos aparte, que el resto de las universidades hasta ahora no aprende ni valora lo que estudiar dos años antes de entrar a la facultad especializada supone. El crisol de materias, el tener la posibilidad de ir madurando académica y emocionalmente, la universalidad (como su nombre lo indica) del mundo que uno descubre en esos cuatro ciclos no tienen precio.
El cuento, para acabarlo de un vez y que tenga cierta coherencia con el título es que cuando estaba en tercer ciclo, y como correspondía según la currícula, se matriculé en “Introducción al Derecho”, supuestamente un curso en el cual iría descubriendo los intríngulis de mi futura profesión, ¡qué ilusión! qué motivante!
En mi primera clase al escuchar a este veterano abogado hablando de ya no sé qué (han pasado 26 años, perdónenme…) y el curso se presentaba tan espantosamente aburrido, desmotivador, sin contenido crítico que me pregunté ¿qué chuc…. hago aquí? Yo no puedo estudiar esta carrera. Rogelio –el profesor- me estaba salvando la vida, estaba contribuyendo a que yo decidiera por mí y no por agentes externos. Una sola clase bastó para que: en primer lugar, yo no volviera más y en segundo lugar, escogiera la carrera que me ha traído enormes ENORMES satisfacciones.
No puedo ser mezquina y tengo que agregar que en paralelo recibí los sabios consejos de mi amigo Alfredo Arnaiz quien estudiaría Lingüística y actualmente trabaja en Microsoft en Seattle. Mi vocación por la Literatura fue un maravilloso romance, ha tenido amor, odio, resignación, entusiasmo, crítica y fracasos temporales…pero todo me llevó a disfrutar de un trabajo que me mantiene por sobre todas las cosas: viva. Y todo, gracias a Rogelio.
Nuestras vidas cargan varios héroes anónimos a los que les debemos la vida. Mi homenaje a este.





pd. No fui abogada, pero me casé con uno.

domingo, junio 21, 2009

Celebremos al PADRE... en nuestros tiempos.

I
La publicidad me empieza a atacar. Se acerca el Día del Padre y nuevamente la televisión, los periódicos y los catálgos de los grandes almacenes. Todo me ataca, todo me obliga a ponerme a pensar que cada vez somos más materiales y menos espirituales. HAY QUE comprar para demostrar afecto. Tan simple como esto.

II
Veo el catálogo de Ripley, al menos reconozco a varios personajes de la high society limeña o como se dice: la gentita. Ciertos caballeros que son padres de familia que salen con ropa del almacén para publicitarla. Al menos, por la foto, se habrán asegurado un buen regalo ($) por su día.

III
Veo el catálogo de Saga Falabella. Pienso: estas criaturas que modelan la ropa: serán padres? Aisladamente hay algunas fotos de estos jóvenes con niños que los miran, que los contemplan en la lejanía, como a esos maniquíes que están en las vitrinas. Estos chicos no deben de tener ni siquiera DNI… ¿qué tipo de PADRE representan?

IV
No veo ningún padre real, común y silvestre. El que REALMENTE compra en Ripley o Saga. El barrigoncito, el que suda, el que carga los paquetes. No veo ningún “todas las sangres” como diría el verborreico Toledo. No veo padres de carne y hueso.

V
Me imagino por el Día del Padre un catálogo más variopinto. En la carátula que tendría que ser de tres cuerpos: al pavo real de triple pechuga, Alan. Vestido con blue jean, camisa a cuadros y chompa abierta. Casi casi una imagen del Oso Fumarola. Dentro podrían estar Antero Flórez Araoz con una blazer azul y un pantalón de drill, mismo capitán de yate. A Yehude con una bata de franela y pijama polar y para darle un look globalizado al Padre Alberto Cutié en la sección de ropa interior.

¡Qué lindo, no!

jueves, junio 18, 2009

Un tema complicado


El círculo vital de todo ser humano, y creo que sin equivocarme de todo ser vivo, resulta irónico e injusto. Vamos del origen, a la plenitud y luego al deterioro: esto por abreviar los titulares. Sobre ello, la ciencia lucha, el ser humano se niega y se convence de que puede retener el tiempo artificialmente, pero al fina: es un fracaso. Todos terminamos en un obvio estado deplorable. Soy cruda, pero soy realista.

La ficción ha pretendido reflejar el idea de hacer un ciclo al revés: del deterioro, pasar a la plenitud y luego al origen. Tengo tres ejemplos para ello: el cuento Viaje a la semilla de Alejo Carpentier -narración magistral por cierto-, un texto que creo que lo escribió Benedetti que termina diciendo que la vida debería terminar en un gran orgasmo y luego, la producción hollywoodense El extraño caso de Benjamin Button. Las tres justamente dejan como una suerte de lección que el ciclo debería funcionar completamente al revés. Podríamos hablar tal vez de un error de la naturaleza...

La vejez es una degracia. Efectivamente pareciera que es el momento en el que algún dios travieso y sarcástico decide reírse de la soberbia humana y convierte a todos por igual en seres que terminan su vida con una serie de sentimientos encontrados: frustración, dolor, incapacidad, el sentirse una carga, culpa, miedo, resignacíón, cólera, y una eterna tristeza.

Siempre me han molestado los eufemismos, siempre me ha molestado que no seamos capaces de enfrentar la muerte y la vejez como un proceso desgraciado -pero natural- de la vida, especialmente esta última. Sí pues! La vejez es una mierda...

Ese tema de que en algunas civilizaciones, tribus o algún lugar del planeta los viejos son venerados por su sabiduría, etcétera, etcétera termina siendo en el mundo occidental una suerte de leyenda urbana. Porque una vez que el cuerpo, la maquinaria tan perfectamente creada por Diosito o la naturaleza empieza a fallar y no hay solución comenzaron los problemas. Debo aclarar que aquí no hablo de patriarcas, no hablo de personajes que con mucha suerte llegan a los noventa años y están enteros. Me saco el sombrero por ellos y envidio sanamente su estado.

Yo pienso, yo pregunto: si los científicos son tan pero tan capos para inventar tantas cosas cuándo llegará el día en el que el ser humano tenga un chip que uno pueda simplemente desconectar cuando vea que el ciclo está a punto de acabarse y es mejor retirarse con la frente en alto...

Tema polémico.

lunes, junio 15, 2009

Reemplazos


En mi andar por el mundo me he ido dando cuenta de que los seres humanos tenemos una gran y casi siempre, patológica, capacidad de que cuando algo nos falta buscamos un reemplazo, no necesariamente igual al modelo anterior pero lo hacemos.
Por ejemplo, las drogas funcionan muchas veces para esto, el refugio y la paz que erróneamente muchas personas pueden encontrar en ella son pues el reemplazo al cariño, al afecto, a la capacidad de lidiar con los problemas y la cura a las carencias que cargan.
Si tengo hambre y me provoca una hamburguesa, simplemente reemplazo y me como una manzana. Sé que no es lo mismo, pero de alguna manera satisface mi necesidad y todos felices. ¿Realmente felices? O simplemente es un autoengaño que me dice es lo que tienes, o al menos en este caso, es lo más sano. Si me provoca fumar, me como un chicle. ¿Es reemplazo? sí, ¿me hace feliz? No. ¿Es bueno para mi salud? Indudablemente. Pero estoy cambiando algo por otra cosa como una suerte de premio consuelo.
¿Qué ocurre cuando hacemos lo mismo con los afectos? Esa famosa frase: un clavo saca a otro clavo, por ejemplo. Complicado sobre todo porque a veces reemplazamos a un novio con otro novio, a un mejor amigo con otro amigo, y peor aún a otros seres que en nuestras vidas han ocupado un lugar irremplazable y pretendemos hacerlo con otras personas.
Recuerdo como una lección de vida, cuando tomé la decisión de ligarme las trompas para no tener más hijos, tenía 35 años y para la mayoría de la gente que me rodeaba le parecía una decisión temprana. Sin embargo, mi ginecólogo me hizo una pregunta dura y sumamente inteligente: ¿si pierdes a alguno de tus hijos, tendrías un hijo más? Y agregó: porque si piensas así quiere decir que estás viendo a tus hijos como objetos y eso no es bueno. Pero igual tienes que plantearte la pregunta. Yo respetaré tu decisión. Me operé, desde luego.
Como ejemplo más encarnado pienso en Electra, uno de los personajes griegos más ricos de la tragedia clásica es la dueña de un famoso complejo (así como Edipo lo es del suyo). Es la versión del amor patológico que una niña siente por su padre y que de adulta, le es imposible superar. Electra en una de las tragedias que le rinden homenaje al mito completo pronuncia una frase contundente y lapidaria: Si mi marido muriera, puedo casarme de nuevo y tener OTRO marido, si mi hijo muriera, puedo concebir de nuevo y tener OTRO hijo. Pero el que ha matado a mi padre no se dio cuenta de que es irrecuperable .
Aquí no caben los reemplazos, aunque algunas mujeres con pena vuelquen el amor de hijas en sus maridos o peor aún, busquen a hombres parecidos a sus padres para seguir con esta relación patológica.
Los reemplazos emocionales son más peligrosos de todos. Ernesto Sábato (el penúltimo de doce hermanos) decía que él nunca entendería por qué le pusieron el mismo nombre de su hermano mayor muerto. EL no había llegado para reemplazar a nadie.

jueves, junio 11, 2009

Martina, mi heroína

I
Uno de los cuentos infantiles que siempre me fascinó es el de La cucarachita Martina. Es el cuento que más me hace recordar a mi madre, creo que también era su preferido. Para los que nunca lo hayan escuchado se resume así: Martina es una linda cucarachita (¿??) que se encuentra una moneda y piensa por horas en lo que se va a comprar. Concluye que lo mejor será comprarse un lazo rosado para colocarse en la cabeza y ponerse en la ventana de su casa para ver qué galán caerá rendido ante su innata coquetería y belleza. Pasó un gallo y cuando le ofreció matrimonio ella (inteligentísima) le preguntó: ¿Qué haces de noche?. El gallo orondo le dijo: Kikirikí. Ella rápidamente se excusó porque no iba a poder dormir. Luego pasó el sapo y econ el mismo diálogo el sapo confesaba que hacía: Croac, croac. El último en pasar esa tarde fue famoso Ratón Pérez con el que decide casarse puesto que su respuesta a la pregunta fue: Dormir y callar. El cuento debería terminar ahí: tenemos un final feliz. ¿No? Es lo que todos los niños esperamos.
II
Pero, claro… la historia no termina aquí. Al día siguiente, Martina tenía que irse al mercado y dejó la sopa en la olla hirviendo indicándole al ratón que se acercara a la cocina. (¡qué ilusa!) En su ausencia, el ratón se acercó a la olla, vio una gran cebolla flotando y decidió comérsela como aperitivo. En su afán de agarrarla cayó dentro del recipiente y cuando la cucarachita regresó se lo encontró tieso flotando en la sopa. Tremenda tragedia, traumática para cualquier criatura sensata que escucha el cuento.
III
Pensarán que estoy más loca de lo que intuían por tener gustos tan raros con los cuentos infantiles. Pero es que en realidad, como la memoria es selectiva y en la medida en que uno va avanzando en el camino de la vida decide de lo que quiere acordarse y de lo que no… Yo decidí quedarme siempre con la primera parte del cuento. La ilusión de encontrar una moneda y ponerme a pensar por horas en lo que podría comprarme con ella. Hoy seguramente diríamos: invertir. Hoy seguramente no sería un lazo rosado para vernos más lindas o lindos. Podría ser una cirugía plástica, un carro nuevo, pagar la tarjeta de crédito o alguna deuda: liberar el alma de alguna carga económica. Todo nos haría igual de bellos ante nosotros mismos.
Post data:
La lección de la segunda parte es algo así, qué te importa que tu pareja haga un poco de ruido, la cosa es que no sea tan estúpido como el Ratón Pérz que a pesar de la clara advertencia de su mujer: murió por idiota…

sábado, junio 06, 2009

Una de las desventajas

para Laurita, por la idea
Tengo que llegar a una conclusión. NosotrAs tenemos un grave problema con los servicios higiénicos. Eso lo sabemos por nuestra natural condición de no poder miccionar/ orinar/ mear… donde nos dé la gana… No estoy hablando de un tema de civismo, pero no cuesta nada admitir que ellos tienen esa ventaja, gran ventaja.

¿Por qué hablo de esto hoy? Pues porque estuve en una reunión social en donde me vi sometida a la tortura del “Disal” (el baño portátil).


1) No hay ni un mínimo lugar de oxigenación, saquen su conclusión puesto que entran y salen varias personas, y en un baño se hace aquello que te aguantas en público.

2) Tienes que ser una experta en equilibrio para poder hacer pila de pie y no tener ningún, pero NINGÚN contacto con la taza (asiento), que por cierto es más alta que uno casero. Entonces, en mi caso personal mío de mí que me poseo, el problema se complica: no puedo estar en cuclillas ni puedo mear de pie –como es obvio- por lo que mi postura termina siendo medio bizarra.

3) Pienso que podría recurrir a “forrar” el asiento con papel higiénico y poder sentarme como corresponde… Pero ¡no!: nuevamente por varias razones. A) La señorita encargada me da unos tres cuadraditos de papel higiénico (PH) que me alcanzan con las justas para el uso correcto: secarme. B) El PH de los baños portátiles suele ser tan grueso que ya parece papel lija y no tiene la ductilidad de uno delgado, por lo que cuando mientras pones papel en el lado derecho, el del izquierdo ya se está cayendo dentro del water por un tema de gravedad: fracaso total en la empresa. Con lo cual vuelvo al punto 2.

4) Cuando logras que la palanca para limpiarlo después de su uso funcione, el riesgo de la salpicada es altísimo y tampoco el espacio te da para que puedas mantener una distancia medianamente segura. Igual pasa con el lavamanos.

Conclusión: en estos compromisos no voy a ingerir ningún líquido.

lunes, junio 01, 2009

Un "carpe diem" mal entendido

Veo ahora a los adolescentes más despreocupados si comparo cuando yo lo fui. Es cierto que han pasado treinta años desde ello (¡el que se deprime, pierde!) pero es cierto también que somos nosotros los padres de aquellos. Muchos pensarán que la vaca se olvida cuando fue ternera. Pero en todo caso, simplemente baso mis conclusiones en lo que observo.
Uno de los aspectos que llama mi atención es el afán obsesivo (cuasi redundante) de vivir el presente, un carpe diem mal entendido, un a gozar a gozar que el mundo se va a acabar… y muchas otras frases más que se me pasan por la cabeza.
La vida corre ahora tan rápido que todo es delivery, todo es descartable, la calidad se ha perdido, esos objetos que duraban literalmente años ahora simplemente son reemplazables en un abrir y cerrar de ojos. Se vive y se disfruta lo inmediato, sin reflexión, y con un egoísmo enorme, una soberbia que asusta y una conducta sin límites que llega a cobrar más días. Se confunde la complicidad con la solidaridad…
No obstante, somos un producto de nuestro tiempos, del tipo de sociedad en la que hemos elegido vivir, y aunque es cierto que hacemos esfuerzos enormes por darle a nuestros hijos ciertos valores básicos que nos hacen más humanos que otros, estos tienen que ser a prueba de balas emocionales que impidan que la masa de amigos o la violencia delincuencial que se vive en la calle, echen por tierra nuestras lecciones.
Ismael Serrano, gran cantautor español dice en una de sus canciones: no hay derecho a tener que vivir con miedo. Y es que no hay derecho. Y yo tengo miedo por esos chicos que no miden el daño colateral de sus actos, que creen que la vida que sus padres les han dado se la merecen per se y que todos los que los rodean deben reconocerlo. Tengo miedo de esos chicos, ese pequeño porcentaje de chicos, porque en qué tipo de adulto se convertirán el día de mañana… puesto que finalmente el destino de un país puede estar en manos de esta generación en algún momento.
Esta idea de vivir el hoy porque el mañana es incierto; o cuando sea grande no voy a poder hacer nada de esto -palabras literales de un adolescente- se ha convertido en una papa caliente llena de la irresponsabilidad por la falta de límites en un momento indicado.