Al recibir mi regalo del Día de
la Madre miré con ilusión y sentimientos encontrados el ipad. ¡Modernidad en
pleno! Tentando al diablo, lo primero que hice fue entrar en i-books para ver
qué libros podrían ayudarme en este rito de iniciación que me convirtieran en
la traidora de mis propios principios.
Tomé una decisión acertadísima. En ese momento, al saber que en Lima todavía no se vendía la última novela de Rosa Montero, una
de mis escritoras a la que soy fiel devota, aproveché el manjar que los dioses
tenían servido para mí: “La ridícula idea de no volver a verte”. La novela,
como la misma autora ha explicado surgió del enlace personal entre el personaje
central Madame Curie y ella misma: sufren de una pérdida terrible, el hombre al
que amaron profundamente. La viudez, la herida abierta, la herida que demora en
cerrar y en algunos casos no cierra nunca.
A través del recorrido de la vida
de la gran científica, Montero abre su alma y comparte de forma catártica el
duelo que la afecta. ¡Qué texto! Valiente, sensible, duro puesto que en el origen de la creatividad está el
sufrimiento, el propio y el ajeno. El verdadero dolor es inefable, nos deja
sordos y mudos, está más allá de toda descripción y todo consuelo (p. 33) Es elegante y discreta para transmitir el dolor profundo de perder a SU ser amado y de contarnos con una sensibilidad exquisita la pérdida de científica polaca.
Mismas palabras que pueden
aplicarse al amor puesto que también es el origen de la creatividad, inefable…
Amor y dolor van de la mano, el uno no va sin el otro, porque el amor cuando no hiere mata, porque amores que matan nunca mueren (Sabina).
No volver a ver a la persona
amada que además te ha amado hasta su final es una idea ridícula que no se nos
pasa por la cabeza, no es una posibilidad contemplada. Tememos hablar del tema,
es convocar al diablo, es salar el presente. Sin embargo, bien destaca Rosa Montero que la Muerte juega con nosotros al escondite
inglés, ese juego en el que un niño cuenta de cara a la pared y a los otros
intentan llegar a tocar el muro sin que les vea mientras se mueven. Pues
bien, con la Muerte es lo mismo. Entramos, salimos, amamos, odiamos, trabajos,
dormimos; o sea, nos pasamos la vida (…) sin pensar en que nuestra existencia
tiene un fin.
Texto delicioso, lleno de
reflexiones en lo que como lectora iba saboreando esta casi arrogante idea:
esta mujer piensa como yo… aunque claro, para estar a la altura de tremenda
narradora, la frase debería haber sido: yo comparto las ideas de ella. Verdades
que seguramente son casi universales y la mayoría vinculadas al mundo femenino.
No vayan a perderse este libro.
Si están en el territorio peligrosamente atractivo del Kindle o del I-books
búsquenlo ya. De lo contrario, vayan cuando puedan a alguna librería porque me acabo de enterar que ya está por nuestros barrios.
1 comentario:
Claudia,
¿Qué tal la experiencia con la lectura en la tablet?
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