martes, marzo 04, 2014

y vamos treinta!!

Este mes en el que arranca mi labor de colegial como versa la Décima del gran Nicomedes, cumplo treinta años de haberme puesto de pie por primera vez frente a un aula de clases.
1984: Luis Jaime Cisneros me reclutó para formar parte de su grupo de Jefes de Práctica de Lengua I en la PUCP. Chiquilla ansiosa, inexperta y totalmente insegura un martes a las 6 pm de una cálida tarde veraniega me enfrenté al primer grupo de treinta alumnos que solo tenían tres años menos que yo...¡qué terror! A las ocho de la noche, después de dictar me desinflé exhausta. ¿Qué les puedo decir?

Poco a poco fui descubriendo hacia dónde me llevaba mi carrera, porque me quedó claro que ella me llevaba a mí. Estudiar Literatura sonaba en esos tiempos como algo exótico, mi madre jamás lo entendió, vertió lágrimas cuando le dije que no iba a ser abogada sino "literata". Pero no podía mentirme a mí misma. Mis estudios me llevaron de las aulas universitarias a las pre-universitarias. Larga data en ambas, pasaron justamente diez años en las que combiné los dos trabajos casi en paralelo. Y la vida me siguió llevando y yo, dejándome llevar.

En marzo de 1994 di mi primera clase escolar. En un salón tenía catorce alumnos, en el otro veintidós. Tremendos adolescentes. Tengo los nombres grabados con lacre en mi cerebro. Cada día un reto, cada día un desafío. Cada día tenía que sacar del "tongo del mago" un truco nuevo para convencerlos de que leer valía la pena. Han pasado veinte años desde ese día. 

Hoy son padres y madres de familia; hoy son profesores; hoy son escritores; hoy mueven el mundo.

Es difícil entender la adrenalina que se siente cuando uno se para frente a un salón de clase. No es el hecho huachafo de impartir conocimiento. No es una chamba altruista, romántica, quijotesca... No lo creo así. Es un desafío, eres como el actor "extra" que reemplaza a los padres. Eres el responsable de que la escena salga bien porque serás el culpable si no resulta.  

Yo busco mi parte en este juego de la enseñanza,  soy una interesada de lo peor en esta dinámica del día al día,  quiero mi tajada. Por ello, afilo todos mis sentidos para refrescarme con su adolescencia o solo sentarme a leer entrelíneas sus historias. Compartir sus historias, cargar con sus historias. Reírme de sus historias y frustrarme con ellas.

Los chicos de 1994 ya no son los de 2014. Hoy es más difícil ser adolescente. Se diga lo que se diga. Mi desafío ya no es convencerlos SOLO de que lea. El diario desafío es convencerlos de que algo ganarán dentro del salón. Son ellos los que eligen su ganancia.

Yo tengo la mía hace treinta años.

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