Hoy recordé que hace un par de
meses atrás, en una reunión, mientras conversábamos de realidad nacional,
política, actualidad y otros menesteres… uno de los invitados que me acaban de
presentar me preguntó si yo también era abogada: no sé por qué hizo la deducción. Cuando le dije que no, que era profesora, su comentario inmediato
fue: ¡qué bonito!. Y luego siguió enfrascado en el tema “alturado” que lideraba
la conversación.
El susodicho que hasta ese
momento se había mostrado como un ser inteligente, culto y sensible, literalmente
se me cayó al piso. Lo siento mucho y seré sincera, pero sus palabras me
parecieron terribles. ¡Qué bonito! ¡Qué
lindo! Tamaña estupidez. Confieso que por respeto a mis anfitriones y al
resto de la concurrencia guardé silencio y sonreí. Luego, recordé las palabras de una madre de familia que un día me dijo que entendía que uno era profesora cuando no podía ser otra cosa en la vida. Nuevamente, por respeto a mi trabajo, también sonreí.
Este post va dirigido a todos
aquellas personas que siguen menospreciando la labor de un profesor de colegio,
porque seguramente al ser una de las profesiones más antiguas del planeta continua siendo poco respetada, y hasta devaluada en el siglo XXI.
Hoy no me callo. Hoy que se celebra el Día
del Maestro el adjetivo “lindo” me parece más idiota y más estúpido que nunca.
Ser profesor es tener agallas, es
tener huevos, es tener ovarios. Ser profesor es luchar cada día con padres que
siempre creen saber más que uno. Ser profesor no es cerrar la oficina a las 5
de la tarde para irte a tu casa. Es corregir hasta altas horas de la noche,
sacrificar tiempo en familia, preparar clase. Es buscar nuevos recursos para
que tu alumno se involucre en su aprendizaje y le guste lo que le enseñas. Ser
profesor es guiar una mano para que vaya trazando su nombre, su identidad, su
opinión. Para que sepa qué significa 2+2 y que no solo memorice que es 4, sino
que sea capaz de representarlo en toda su dimensión. Ser profesor es manejar la
tolerancia, es trabajar para 30 alumnos aunque solamente 5 te presten atención
y tengas que respirar muy hondo para no matar al resto. Ser profesor es reírte
de las ocurrencias, es poner límites aunque te odien por un momento. Es
plantarte con reglas claras sin ser fanático y hacerle entender a unos padres
de familia que su hijo no es como ellos creen. Es buscar que tus alumnos amen
el conocimiento, que desarrollen su curiosidad, que no le crean todo a Wikipedia
y que confíen más en ti.
Todo lo que le enseñamos a los alumnos está en internet. En mi caso, verán obras, resúmenes, autores,
movimientos literarios, historias, audiolibros, películas. El procesador de
textos les dirá cómo hacer una carta. Por “default” se les corregirá la
ortografía. Podrán plagiar trabajos, podrán encontrar un canal de youtube con
las clases, seguramente. Ser profesor está pasando de moda… pareciera.
NO ES BONITO, no es fácil. Es un
desafío diario y cada vez lo es más.
Y sí pues… todo está en la Web,
pero el cómo se lo enseñamos, no lo está. La huella que dejamos, tampoco.
¡Feliz día a mis maravillosos
colegas! A los que fueron mis profesores en el colegio, a los que trabajan conmigo en el Cambridge y a todos mis amigos que siguen esta maravillosa, extraordinaria ocupación, carrera, profesión, vocación.
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