lunes, marzo 28, 2011

Los tiempos de mi adolescencia -parte 1-


Llegué al maravilloso año 1980 para cumplir 17 años y terminar el colegio. El periodo intenso de la adolescencia antes era más real... quiero decir que a los 18 la vaina se acababa. Ello debido a que a esa edad el juego de ser adultos nos lo tomábamos un poquito más en serio. Uno estudiaba hasta los 22-23 y ya con tu título... buscabas chamba (si ya no la tenías de antes) y si andabas comprometido por ahí que te casabas alrededor de los 25. Ahora los de 25 se siguen portando como de 15... eso es otro cantar (algunos de 50, también... por cierto).

Aquí empieza una serie de cortos recuerdos...

* Los jeans:

Como no habían cosas importadas, de ningún tipo. Los lugares donde comprábamos ropa no eran como que "wuau". Casi todas nos vestíamos igualitas, y la moda era tan marcada que tratábamos de imitar a los íconos que iban apareciendo en la tele: Farah, la mejor de todas. Existían las tiendas grandes como Sears, Oeschle el verídico, Lady Consul, Jossy, Scala y ciertas boutiques que marcaban una diferencia importante: Buca, Crevani, Casa Marcos... una de mis favoritas.


Los jeans, como siempre, destacaban las formas de nuestros cuerpos, porque éramos recontra más formadas de la cintura para abajo -ahora las chibolas tienen harta teta y son unos palos vestidos, Evo diría que son las hormonas del pollo- Como no podías comprarte un Levi´s, habían Belton´s, Mercedes Márquez, Lee, Tracks. Me acuerdo cuando una tía me regaló (especialmente me lo compró en Miami) un jean Jordache (cabecita de caballo) me sentí ya no ya!

Ahora bien, como suele ser: costo/beneficio. Las telas de estos jeans eran más duras que lona de carpa de Agua Dulce y no estiraban naaaaaaaaaaaaaaada, NADA! Para ponértelo cada una tenía su propia técnica y aquí comparto algunas conocidas: a) tirar el jean contra la pared varias veces en operación "ablandamiento", b) ponerte talco en las piernas, especialmente en las ricotonas caderas, para que "corra" y suba con mediana comodidad; c) evidentemente echarte sobre la cama para que todo el mondongo que había subido a la hora de ponértelo permitiera subir el cierre.

Una vez que habíamos utilizado alguna de estas técnicas o todas (que era mi caso) entonces algún ángel de la guarda que pasaba por ahí te ayudaba a pararte... tus piernas se habían convertido en un abrir y cerrar de ojos, en un par de palos de madera y el tiro del pantalón estaba en evidente postura violadora. Tengo una amiga, que en el colmo de esta última situación, se ponía con ESE jean que tanto le gustaba y le apretaba de madre, una toalla higiénica a manera de amortiguador.
En fin chicas, memoria larga, historia corta... cada una tendrá la suya propia con este tema.



martes, marzo 22, 2011

Sentada en la carpeta (de Vida en el aula)


Un buen amigo de mis tiempos escolares me sugirió escribir sobre este tema: Tu sensación de exalumna / recuerdo de alumna. ¿Te ves (te crees ver) en alguna de tus alumnas? ¿Te ves muy diferente?

Aquí mis reflexiones.

Cuando estoy parada del otro lado de mi escritorio (pupitre –palabra en desuso-) y hago un esfuerzo por recordar cómo me sentía en mi rol de chiquilla y cómo veo ahora a quienes ocupan un lugar similar en el salón de clase, confieso que tengo que hacer un ejercicio mental de interiorización que resulta divertido, complejo y hasta doloroso.

Al igual que mis alumnos estuve en un colegio mixto, y al igual que ayer veo que los sentimientos de desorientación están latentes, son los mismos pero viven otro entorno. Pero al decir parecidos, yo misma dudo porque el origen de esas desorientaciones, angustias y miedos pueden ser diferentes. ¿En qué nos parecemos? En querer pasar por encima del límite, en creer que somos la última chupada del mango y nos sentimos con la capacidad de tomar decisiones recontra inteligentes.

Las chicas somos iguales cuando no sabemos qué ponernos, amargarnos cuando nos vino la regla el fin de semana que no debía y hacer de cada detalle insignificante una tragedia en nuestra vida. Verán que las mujeres de adultas no cambiamos mucho. No obstante, ahora siento más fuerte el sentimiento de "mírenme, aquí estoy". Todas quieren ser únicas: todas son iguales. Se des-cubren más, tienen más senos (¿serán las hormonas, serán los sostenes, será el material más strech?), creo que un 99.99 % tienen pelo largo, laaaaaaaaaaaaaargo, tienen un problema con su cuello dado que mueven la cabeza de un lado al otro mientras su cabellera sigue el ritmo... para nosotras era "cha.. qué bebe..." para ellas es: "ya pueeeeeeeeeeeeées" (chequear dónde he pueste la tilde). Los chicos no se quedan atrás siendo similares a lo que yo veía en mi amigos, toman a escondidas como cosacos volviéndose hombres por un segundo, creyéndose los gallos del gallinero y tratando de mostrar que manejan sus hormonas como les da la gana… Tienen músculos mucho más desarrollados que los adolescentes de antaño y están MUCHO más pendientes de su aspecto físico.

Tanto chicas y chicos hablan de ropa, de nutricionistas, de quién les gusta, con quién gilean, de su vida social, de “reus”, de sus excesos, de sus reglas, pero entre todos, con todos y para todos. Usando una gama de vocabulario maravillosamente prolífica y sin distinción de ningún tipo. Sin embargo, ante sus padres su palabra baúl es: normal. Tienen una vida millones de veces más expuesta porque así lo han decidido: basta con mirar algún Facebook. Hay menos límite y quizás menos pudor –en el que a veces se cruza la raya con mayor facilidad- un límite que nosotros como padres no hemos logrado establecer con paciencia y sabiduría. Cuando este intento ha sido impositivo, no ha funcionado del todo. Estos chicos suelen reclamarlo todo... su capacidad argumentativa es enooooooooooooooorme. Eso no creo que haya cambiado mucho, pero ahora estamos al otro lado en el sistema comunicativo.

Las chicas son las mismas si las miramos desde dentro, siempre estará la comedida, la tímida, la mandada, la que chapa con varios y la que nunca ha chapado. La que ya se emborrachó más de una vez, la que miente descaradamente, la lorna, la que cubre a las amigas, la acusete. La que parece pero no es, la que es... y no parece. Al final, todas conflictivas de una u otra manera. Los chicos, por su parte también son los mismos si los miramos desde dentro, el matón, el que quiere pasar piola, el lorna, el débil que trata de mantenerse encubierto, el que quiere ser y no puede (conocido como el wannabe, existiendo la versión femenina), el churro que se sabe churro, el bueno, el lindo, el que se embomba en todas las reus…

Ellos no son los distintos, somos los padres de mis alumno que por millones de razones hemos tenido, que educar a nuestros hijos de manera más improvisada que planificada. Los cambios tecnológicos, el estilo de vida, y hasta la política económica a veces nos hace dudar de que si la regla que dimos ayer es la adecuada. La rapidez con la que vivimos nos trae abajo más de lo que nosotros como adultos podemos aceptar.

Sin embargo, rescato un detalle, si fuéramos distintos en esencia no nos veríamos ni por asomo reflejados en nuestros hijos, repitiendo los errores que nosotros cometimos y sobrellevando/ disfrutando de una de las etapas más conflictivas de vida.

martes, marzo 15, 2011

Marías vs Juanes/ Marías=Juanes


Esta reflexión parte del pedido de mi amiga Nuria, que es fan #1 de mi sección "María y Juan" y, a pesar de que no voy a ir por el lado que le había prometido - por ahora- creo que igual se congratulará con la siguiente idea.


Sobre la base de la lectura de unos libros de la psicóloga chilena (hoy, de moda) Pilar Sordo, preparé el año pasado una charla para mis alumnos de 3ero media. El objetivo era que los chicos y las chicas se dieran cuenta de que NO somos iguales. Hay en nuestra información genética diferencias fundamentales que no van a cambiar, y que justamente en el conocimiento de ellas se encuentra la aceptación del otro. La clase estaba llena de Juanes y Marías que a los 15 años y con las hormonas revueltas les falta mucho por vivir, y a pesar de haber enlistado algunas características que ellos aún no reconocen, las reconocieron en su entorno, especialmente en sus padres y adultos más cercanos...

1. Mientras María retiene todo, los problemas, los recuerdos, el papelito, la servilleta, el líquido acumulado en la celulitis, el rencor, ergo: retiene todo. "Porque todavía me acuerdo que hace cinco años, tres meses y cuatro días me dijiste que..." ¿suena conocido? (Véáse el Post: "La maldita memoria femenina". En cambio, Juan suelta todo, resuelve el problema y lo descarta, lo da por terminado. Sin embargo puede que no guarde "recuerditos" pero muchos tienen colecciones enormes de cosas inimaginables. (Yo tengo un Juan con harto de María en este aspecto).

2. María es multifocal, puede hacer mil cosas a la vez, hablar, pensar, tejer, ver televisión y encima echarle un ojo al hijo. Juan es monofocal, si ve TV el resto del mundo no existe. Ojo, que puede simular que le presta atención a lo que María dice... FALSO! Consejo: repetir de nuevo la escena cuando sea capaz CAPAZ de prestar atención.

3. Las Marías resolvemos nuestros conflictos hablando, dándole vueltas, compartiendo con otras Marías, analizamos... Los Juanes en cambio, resuelven sus conflictos en silencio y recién cuenta lo que les pasó cuando este ya esté resuelto. Es más, se perturban cuando María les insiste en : Amorcito, pero cuéntame que te pasa... Error garrafal: no va a contar, al menos en lo inmediato. Mejor es esperar. Lo interesante es cuando ELLOS toman la iniciativa de contarlo, eso ya es otra cosa. Curiosamente, las Marías ponemos cara de circunstancia para que él nos pregunte si nos pasa algo... y seguiremos con esa cara... porque son pocos los que preguntan... porque adivinen cuál será la respuesta en tono sufriente "...mmm nada, no me pasa nada". Obviamente, asume que efectivamente es así y no pregunta más...

4. Cuando tenemos una frustración (cólera) podemos llorar de la rabia. Los Juanes, como buenos que son... si no se controlan: pegan (a una pared, por ejemplo). Tengo un amigo que se rompió la mano en esta situación....

5. Cuando las Marías llegan a la adultez, suelen dejar de jugar: ¿se ve seguido a alguna adulta jugando jaxes, por ejemplo?. Ellos en cambio, siguen con sus partiditos de fútbol... por darles un ejemplo.

6. Las Marías, como indiqué hace unas semanas atrás tenemos la "insanía" de no saber valorarnos. De estar pendientes de lo que dicen de mí, de cómo luzco y encima minimizar las alabanzas. Los Juanes, auténticos, les llega altamente... son orgullosos per se. Si no, véase la imagen que acompaña este post. No saben cómo se rieron los chicos con esta imagen, y se escuchó a más de uno que dijo: Igualito a mi viejo!!!!!

De hecho, estoy es una generalización bien básica... pero está ahí, en nuestro disco genético, sea social, sea antropológico, sea genérico.... como quieran llamarlo. Igualmente, hay muchos Juanes con comportamientos de Marías porque la crianza de ciertas generaciones ha venido con cambios reales y tangibles; por otro lado, muchas Marías que han adquirido la practicidad de los Juanes, y curiosamente lo segundo creo que en parte esto es debido a que han ganado terreno en el área laboral y María sienten la EXIGENCIA de comportarse como Juan. ¿Costo/beneficio?

lunes, marzo 07, 2011

texto para pensar...


Mientras leo una novela me encuentro con el siguiente diálogo:

"-¿Por qué es tan difícil vivir en este país?

-A veces he pensado que es debido a que hemos dejado de zurcir los calcetines - le dijo.

Ella lo miró inquisitivamente.

-Lo digo en serio- siguió él-. Cuando yo era pequeño, era todavía un país en el que uno zurcía sus calcetines. Yo aprendí incluso en la escuela cómo se hacía. Luego un día, de pronto, se terminó. Los calcetines rotos se tiraban. Nadie remendaba ya sus viejos calcetines. Toda la sociedad se transformó. Gastar y tirar fue la única regla que abarcaba de verdad a todo el mundo, seguro que había quienes se empecinaban en remendar sus calcetines. pero a estos ni se les veía ni se les oía. Mientras este cambio se limitó sólo a los calcetines, quizás no tuviera mucha importancia. Eso se fue extendiendo. Al final se convirtió en una especie de moral, invisible pero siempre presente. Yo creo que eso cambió nuestro concepto de lo bueno y lo malo, de lo que se podía y lo que no se podía hacer a otras personas, todo se ha vuelto mucho más duro. Hay cada vez más personas, especialmente jóvenes de tu edad que se sienten innecesarias incluso indeseadas en su propia sociedad. Y ¿cómo reaccionan? Pues con agresividad y desprecio. Lo más terrible es que además, creo que estamos solo al principio de algo que va a empeorar todavía más. Está creciendo una generación ahora, que van a reaccionar con más violencia aún. Y ellos no tienen el menor recuerdo de que, en realidad hubo un tiempo en el que uno se remendaba los calcetines. Un tiempo en el que no se usaban y tiraban ni los calcetines ni las personas.

Interesante, preocupante... alarmante. Creo que hemos perdido conciencia de lo importante que es criar. Estamos cayendo en un sistema que se dedica a hacer reglas de lo que es "políticamente correcto" y por otro lado, se ha vuelto inmunde a la corrupción, a la pobredumbre de valores. "Si funciona para mí, es suficiente". El adolescente no reflexiona sobre NADA, sobre el valor de las cosas, sobre el esfuerzo que necesita para hacer lo correcto; solo practica en la ruta más corta para llegar a su objetivo en menos tiempo...

martes, marzo 01, 2011

A mí me duele, y ¿a ti?



Siento un gran respeto y admiración por los médicos, creo que es encomiable su dedicación, vocación y capacidad de servicio. Mi padre fue médico, y la verdad es que la primera parte de mi vida estuve muy cercana a este ambiente.


A veces, los médicos, en su afán de no querer asustar al paciente, ni hacerlos fantasear, ni crearles "fantasmas" o falsas expectativas, suelen minimizar ciertas reacciones, dolores, síntomas creyendo con esto ayudar al enfermo. "No te va a doler", "molesta un poco" son solo un ejemplo de las típicas frases (o clichés) a las que los galenos recurren como para que uno logre interiorizar una idea externa que taaaaaaaaaaaaal vez tenga tanta seguridad que pueda convencernos de ser cierta.


Pensaba por ejemplo, en una mujer que va a dar a luz y está con las contracciones, que le pueden doler como el carajo, el ginecólogo está relajadazo y solo le dice: aguanta, aguanta... ¡qué lindo, no! O como una amiga dice: el día que tengan que hacer una huevografía (proceso semejante a la mamografía) entonces veremos cómo cambiará ese tipo de tecnología. Ya quiero ver a mi doctor con los testículos aplastados por esa waflera!


Yo he tenido pocas oportunidades en las que el médico tratante me haya dicho: te va a doler... Y en lo particular, siempre lo he tomado como un acto de honestidad y valentía. Finalmente, puede que a él/ella no le hayan hecho esa prueba y no me parece justo el generalizar la reacción de otros pacientes que hayan pasado por lo mismo y tengan diferentes frecuencias de dolor. Diciéndole con facilidad No duele... , termina marcando una distancia de frialdad y poca solidaridad, especialmente si el enfermo justamente necesita todo lo contrario.