lunes, marzo 29, 2010

Recuerdo y realidad

Cuando somos adultos solemos tenemos momentos para recordar la infancia y adolescencia a veces con dolor, a veces con melancolía y otras con sentimientos entremezclados. De hecho, en las reuniones con amigos, solemos volver y volver a anécdotas que nos transportan rápidamente al pasado.
Me llegó el mensaje que leerán a continuación por e-mail y después de haber cumplido el objetivo y arrancarme una sonrisa, recibí un segundo mail (copio más adelante) con una respuesta ácida y creativa que tengo que compartir con ustedes. Disfruten y rían!

TEXTO

1.- Aquel tiempo, cuando las decisiones importantes se tomaban con un infalible: De tin marin.. de do pingüé?....
2.- Cuando se podían detener las cosas que se complicaban con un firme... "Chepi!... Chepi!..."
3.- Y los errores se arreglaban diciendo... 'No vale, de nuevo... de nuevo...'
4.- Tener dinero significaba poder comprarte Frunas o Chizitos en el recreo para ti y tus amigos...
5.- Jugar mundo o a las escondidas, podía mantenernos felizmente ocupadas durante toda una tarde...
6. Para ayudar a los amigos bastaba con un grito: "Ampay me salvo con todos mis compañeros vivos o muertos!"
7.- El último en llegar es burro!... Era lo único que nos hacía correr como locos hasta que el corazón se nos salía del pecho.
8.- Los globos de agua eran... la más moderna, poderosa y eficiente arma que jamás se había inventado...
9.- Cuando sacarse un 20 era el mayor de los logros y ganarse un helado era... la mejor recompensa de los padres
10.- Y quitarle las rueditas pequeñas a la bici significaba un gran paso en tu vida....
11.- Cuando el negocio del siglo era cambiar las figuritas repetidas por la que hacía tanto tiempo que buscabas...
12.- Y el mayor stress en el mundo era el examen de Mateeeeee!!!

Todas estas simples cosas nos hacían felices, no necesitábamos nada más...
TODO ERA POSIBLE EN NUESTRAS MENTES, LA ÚNICA LIMITACIÓN ERA SI PAPÁ Y MAMÁ DABAN PERMISO!!!

los pleitos con los amigos se olvidaban con el siguiente cumpleaños, la ropa no importaba, la marca mucho menos, podíamos correr y correr y seguir corriendo sin perder el aliento, y no había mayor placer que disfrutar a solas una barra de Sublime o Sorrento...

SI PUEDES RECORDAR LA MAYORÍA DE ESTAS COSAS Y HAS SONREÍDO... ENTONCES SIGNIFICA QUE HAS TENIDO UNA INFANCIA FELIZ Y QUE TODAVÍA QUEDA DENTRO DE TI ALGO DEL NIÑO O NIÑA QUE FUISTE NO HACE TANTO TIEMPO.


COMENTARIO (con el permiso del autor)
Creo que tienes visión errada de la realidad. La mayoría de estas cosas siguen sucediéndonos de adultos.

Por ejemplo:


a) El nombramiento de Ministros de Estado, que son decisiones importantes, siguen siendo "de tin marin de do pingüe".
b) Los errores gubernamentales se siguen resolviendo con un "No vale, de nuevo .. de nuevo" y de nuevo la vuelven a cagar.
c) El sueldo, después de pagar las deudas, te alcanza para comprarte Frunas o Chizitos pero solo para ti.
d) A los amigos se les sigue ayudando en los ampays, sino pregúntale a Crousillat.
e) Ya no es "el último en llegar es burro" sino todos son burros.
f) El negocio del siglo sigue siendo cambiar figuritas, solo que ahora salen presidentes, héroes o sitios históricos y encima, huelen mal.
g) Ahora los límites los pongos yo, pero a veces ejerciendo mi rol autoritario de padre, mis hijos hacen lo que les da la gana.




martes, marzo 23, 2010

No te quiero por lo que eres, te quiero por lo que fuiste.



Tuve la suerte de asistir a una presentación (casi privada) de Nito Mestre. Seríamos unas cien personas que aparentemente iban entusiasmadas a escuchar al ex-integrante de Sui Generis. El bar ubicado en el sótano de un local barranquino no se prestaba mucho a crear un ambiente adecuado. Una arquería triple cortaba el ambiente en varias secciones e iba a resultar obvio que no todos podrían ver al cantante… (yo entre ellos).

El cuento es que salí medio tristona, puesto que lo que sentí en el público (y me incluyo) es que todos entonaban las antiguas canciones del grupo argentino, pero cuando Mestre cantaba (con su previa explicación) sus nuevas canciones, nadie le hacía caso. Mestre, canoso, deteriorado, era un quasi sesentón que entonaba las canciones del ayer; empecé a pensar que mejor era escuchar mi cd de Sui Generis que tiene mejor sonido del que yo estaba escuchando.

La imagen de nuestros ídolos de ayer no corresponde con la realidad. Nuestros afectos se han detenido en el tiempo con las canciones de ESE tiempo …por eso cuando se anuncia la llegada a Lima de algunos de estos y veo la publicidad de Nicola di Bari entro en depresión!

viernes, marzo 19, 2010

Fútbol, pasión de multitudes...

Existe este prejuicio que muchas mujeres ven al fútbol como " la otra", puesto que se sienten desplazadas. Del mismo modo, hay que reconocer que es una verdad categórica que cuando un hombre está viendo un partido de fútbol en la tv el mundo se le reduce a su mínima expresión y las féminas no tienen cabida. Menos si no saben nada del tema: ahí son casi unas enemigas...
Sin embargo, creo que en los tiempos que corren este deporte se ha vuelto más democrático y las mujeres tienen una participación más activa: como espectadoras y como jugadoras (suena horrible...!!!) y como comentaristas deportivas. Y seguramente, muchas tendrían amplias historias que contar sobre su relación con el Deporte Rey.
Mi relación con el fútbol tiene tantos años que son casi los que tengo y ni siquiera me salvé por el hecho de no tener hermanos hombres. Estudiar en un colegio mixto me hizo entender desde niña que el fútbol era EL deporte; la actividad que lograba de manera práctica poner a jugar a todos mis compañeros aunque se hubieran mentado la madre diez minutos atrás. Las niñas, como siempre, éramos (¿¡?¡?) más conflictivas y de hecho, un partidito de volley o de básket no solucionaba absolutamente nada.

Mi padre solía ver los grandes campeonatos, el Mundial y la Copa Libertadores : vía satélite. Lo recuerdo con su cerveza Cristal en mano, viendo en nuestra tv blanco/negro, con sus antenas de conejo admirando los corners del uruguayo Texeira que jugaba por la “U”. Los días lunes, comentábamos la tabla de posiciones que publicaba “La Prensa” en su sección deportiva que mostraba los resultados acumulados del Descentralizado.

Me enamoré de un futbolista-futbolero y me casé con él. He asistido a cuanto partido jugaba mientras podía acompañarlo. El día de nuestro matrimonio en el auto que nos llevaba de la ceremonia a la casa estuvimos escuchando por radio un “Clásico”. Hasta hoy, siempre me desafía a que le diga qué equipos están jugando, ya sea por las iniciales o por el color de sus camisetas… Mi hijo nació jugando fútbol, ha habido momentos que sentía que él respiraba fútbol, comía fútbol, soñaba fútbol y en ese afán he gritado como loca en cada partido al que lo he acompañado.

El deporte por el deporte, más allá de sus dirigentes y la plata que está detrás. ¿Qué somos sin fútbol? Convoca, reúne, separa, vuelve a convocar y a reunir. Uno puedo hablar de fútbol toda una velada más allá de lo que pueda vender…

martes, marzo 16, 2010

Cuestión de combinar los elementos


El otro día dando clases, trataba de luchar contra el argumento de muchos de mis alumnos que se basa en la premisa de " no entiendo lo que leo". De hecho, no estamos hablando de analfabetos funcionales, como se denomina ahora a los chicos que aprenden a leer pero no saben transformar el código escrito en ideas comprensibles. Problema que se ve mucho en ciertas primarias. Yo les hablo de chicos que simplemente no tienen el hábito de la lectura, pero que tampoco se les ha explicado que no deben cerrarse a cualquier posibilidad de que la pasión por un buen libro puede despertar cuando menos se lo imaginan.


Soy consciente de que con el paso del tiempo es más difícil que un alumno se anime a leer a Tolstoi, o Flaubert o Shakespeare. Puesto que los registros les son cada vez más lejanos. El hecho de estar acostumbrados a la cultura "imagen" hace que la lectura solo les ofrezca un conjunto de signos (letras) que ellos conocen pero que no los lleva a ninguna parte (excepto a los brazos de Morfeo). No obstante, tenemos un grupo reducido de jóvenes que por tener una sensibilidad especial todavía es capaz de conmoverse con un poema o con el fragmento de un cuento de Cortázar.



¿Cómo hacerles entender que eso que está escrito puede ser entendido por su cerebro? ¿cómo sacarles de la cabeza el prejuicio que toda la literatura es aburrida, a pesar de que les presentes textos medianamente entretenidos?



Decidí partir de esta comparación, de un elemento que forma parte de sus vidas y que lo ha sido de la historia de la humanidad desde sus orígenes: la música. Entonces, les dije que todos sabíamos cuáles eran las notas musicales, que ellos especialmente durante toda su primaria habían recibido clases de música y que para bien o para mal algo les había quedado. Eran capaces de pasarse horas de horas con el cuerpo enchufado al i-pod (y no al revés) como si fuera un apéndice. Pero había que reflexionar qué era la música... y llegamos a la conclusión que simplemente lo que escuchaban partía de las diferentes frecuencias del do-re-mi-fa-sol-la-si. Solo con esa base, los músicos lograron y lograban las combinaciones más creativas que no llegan a agotarse nunca. Desde los tambores africanos hasta el Metal.


Con la literatura es igual. De nuestro código A-Z la cantidad de sustantivos, verbos y otros logran combinaciones extraordinarias. Vamos desde los cantos homéricos hasta Condorito. Porque hay que entender que hay público para todo...


No me hace mejor o peor persona que mi capacidad de oyente me permita aceptarlo todo, no obstante mi elección de hecho irá con lo que me identifique como ser humano. Pasa en la literatura, en algún momento de mi vida me habré visto en Sófocles y otros en Fontanarrosa. Perdura lo clásico, lo coyuntural pasa y no permanece. Eso debe ser lo imprescindible y hay que tener voluntad para lograrlo.


Yo contraataqué: qué queremos cultivar, ¿lo que permanece o lo descartable? ¿Los Beatles o Britney? ¿Crepúsculo o Cien años de soledad?

miércoles, marzo 10, 2010

Reflexión corporal


He empezado a leer “Regias y conservadores: mujeres y hombres de la clase alta en Lima a inicios de los noventa” escrito por la antropóloga Liuba Kogan. Asoma ser un libro interesante, observador y crítico.

Pero esta vez me he detenido en una frase del proemio hecho por Patricia Ruiz Bravo a propósito de lo dicho por la autora: en el mundo contemporáneo el cuerpo “parece haberse convertido en el proyecto de vida de muchas personas”. Tú eres tu cuerpo y este debe adecuarse a las exigencias que el capitalismo tardío plantea a las personas: la distinción se da a través del consumo (marcas especializadas) y de la esbeltez corporal. No se avizoran muchas posibilidades de realización personal. Tal parece que ese es el único camino a seguir para el reconocimiento tan esquivo y anhelado al mismo tiempo.

Cuando doy una mirada a los adolescentes de ahora, y parto de una adolescencia que arranca a los 11-12 años, confirmo con tristeza la veracidad de las palabras citadas. Somos testigos silenciosos de cómo los diferentes cultos al cuerpo toman con fuerza la conciencia de los chicos. ¿Qué quiero decir con esto? Y aunque suene fuerte lo voy a hacer: empiezan a usar su cuerpo como un arma exitosa socialmente hablando y no es un tema hormonal, con pena, se ha vuelto un tema social.


Muchos chicos cuyas madres (y padres) viven pendientes de los ejercicios, de los senos perfectos, de los abdominales formados reciben mensajes directos de que el cuerpo debe servirte antes que nada para ser aceptado, para que nadie te critique, más ser envidiado por el resto: un gran porcentaje de tu felicidad de focaliza en cuánto mides, cómo tienes el pelo, qué te pones, cuánto puedes mostrar y que esté en su sitio…

Es curioso, la adolescencia es una etapa en la que todos quieren ser diferentes, y hoy en la modernidad del siglo xxi lo que tenemos son quinceañeros clones de sus adultos inmediatos (y sus respectivos padres) en donde la silicona, el alaciado, el “sixpack” abdominal, lucha por apoderarse de todas la generaciones y lo está logrando.

miércoles, marzo 03, 2010

La presencia permanente


Leí la novela de Héctor Abad, El olvido que seremos. Jalada un poco por la recomendación de Malena, de El Virrey y por el artículo de Vargas Llosa en El Comercio sobre la novela. La verdad es que entiendo todos los aplausos que ha recibido. De hecho, como siempre he afirmado, finalmente los libros nos gustan porque nos gustan o no nos gustan por lo mismo. Más allá de las críticas ajenas.

La novela cuenta una historia familiar con bemoles y sostenidos, de una familia colombiana cuyos seres más queridos se los arrebata la muerte sin ningún aviso ni prevención. Sin embargo, no hay tristeza en el narrador, puesto que logra transmitir con una finísima melancolía los momentos más duros sin caer en el dramatismo. Mantiene ese estilo tan latinoamericano que tenemos de empezar contándote algo y terminar contándote otra cosa, para volver luego al principio.

La línea entre lo real y lo ficcional pierde todo cuestionamiento: es el autor, es su padre, su madre, sus hermanas. Y tal vez, eso lo hace por momentos un objeto de envidia (de la buena), el que querer haber sido así de feliz por en alguna parte de la vida, o haber tenido a ese padre que de hecho resulta siendo una rara avis. Abad tiene esa delicada capacidad de transmitir sentimientos cotidianos sin manosearlos.

Los padres seremos olvido, puesto que la memoria es una compañera traicionera y con el paso del tiempo recuerda ciertas cosas que le conviene, o te trae a la memoria un detalle que estuvo agazapado para arañar un poco esa herida que parecía cicatrizada.

Porque como siempre lo digo en más de un post: las huellas que dejan los padres son las que realmente duran para siempre.