miércoles, diciembre 25, 2013

Cerrando el año...


Queda una semana para acabe el año y no pensaba escribir ningún post en estos días para tomar unas mini vacaciones del Blog. Pero tengo mucho que agradecer y aprovecho esta tribuna para hacerlo.

Empiezo por celebrar el éxito del libro “Palabra Viva”. El maridaje entre la selección de mis textos y las extraordinarias fotos de Anamaria McCarthy no se hace todos los días. Nos ha ido muy bien, rebasando inclusive, nuestras propias expectativas. Lo mejor: seguimos mirando el futuro en esta coautoría, coeditoría y diálogo fluido y natural. Como dije esa cálida noche de agosto: un sueño que se hace realidad se realiza cuando no bajamos los brazos, cuando hay cariño, cuando le ponemos pasión a lo que hacemos.

Por otro lado, el proyecto que empezó en el 2012 de fomento de lectura junto con la Municipalidad de Miraflores –Fotolecturas- se cerró este diciembre. Vi trabajos maravillosos de colegios diversos. Me quedé asombrada y encantada de ver cómo después de haber manejado este proyecto con mis alumnos del Cambridge durante quince años, pude replicar la propuesta con chicos de otros entornos. El entusiasmo, la participación, las ganas de recorrer la ciudad con un libro en la mano no tiene precio. Confirmo, se puede seguir motivando la lectura en los adolescentes. Nuevamente, sin bajar los brazos y seguir con entusiasmo.

Mi trabajo me motiva en el día a día.  Los chicos me contagian su alegría, su “creatividad”, me inyectan juventud, humor. Son originales como cualquiera lo es a esa edad, pero también tienen un miedo enorme de crecer. Se aferran a ser niños para no perder protección pero piden a gritos libertad. Algunos piden a gritos atención, algunos piden a gritos… cariño. ¿Cómo no agradecer sus iniciativas, sus bromas, sus flojeras…? ¿Cómo no agradecer que me aguantan y todavía ríen conmigo? Y aunque sigo luchando para que lean, y son unos devotos de Wikipedia… algo les quedará de sus clases de Literatura.

Como todo en la vida, saltan piedras en el camino. Y aprendí que las piedras están para esquivarlas. Aprendí que no iba a cargar las piedras ajenas porque no eran parte de mí. Los problemas que tienen los demás, las frustraciones, la pérdida de pasión, las carencias, las envidias, las máscaras… le pertenecen a quien las lleva consigo.

A mi edad, palabras ajenas y muy sabias, tengo los amigos que quiero tener. Aquellos que me conocen bien, que me dicen las cosas a la cara, los directos, honestos, valientes, amorosos, generosos, rústicos, entrañables. A ellos mi eterna gratitud por todo lo que han hecho por mí en estos últimos tiempos. No se pueden imaginar cuánto… tanto, que ni se imaginan.

Cierro un año con: 50 años encima bien vividos. 25 años viviendo al lado de un hombre humano, íntegro, incorruptible, transparente y amoroso que me contagia su fortaleza cada día. 23 años de ser madre de una mujer valiente y ejemplar,  20 de  un hombre arriesgado y comprometido con su futuro. Un libro publicado, un proyecto celebrado, un trabajo lleno de retos y un corazón plenamente satisfecho. Sigo sin bajar los brazos: ahí está el truco. Amo todo lo que hago: ahí el segundo truco y el fundamental.
 
2013, te vas dejándome una valla bien alta, y ya estoy tomando viada para alcanzar todas las que se presenten en el 2014.

martes, diciembre 17, 2013

Las mejores perlas del año


Siempre pienso que debería tener un archivo especial para todos los comentarios maravillosos que sueltan mis alumnos de vez en cuando. He escuchado de todo en esta vida, sacando cuentas pronto cumpliré treinta años desde que Luis Jaime Cisneros me dio el primer empujón para pararme frente a un aula: marzo del 84. ¡Cómo pasa el tiempo! Los años de docencia universitaria, luego en la inolvidable academia Trener y ahora en el colegio me van dejando huellas simplemente geniales.

Inolvidable y ya un clásico, cuando un alumno –analizando “El túnel”- me dijo que Juan Pablo Castel se creía un “ya no ya”…. O cuando otro me preguntó si la Edad Media era antes de Cristo o después de Cristo. Algunas se me diluyen en la memoria y me mata la pena porque a estas alturas de mi vida son irrecuperables.

No obstante, antes de que caigan en algún lugar recóndito de mi memoria tengo que dejarles algunas que he coleccionado este año.

1.    Ante la pregunta: ¿cuáles eran los nombres de los tres mosqueteros? La respuesta inmediata acompañada de una sonrisa que iluminaba el rosto de NN fue: Gaspar, Baltazar y Melchor.  

¡HERMOSO!

2.    Mientras se realizaba la lectura silenciosa de un cuento. A boca de jarro surge una pregunta: No entiendo…. ¿cómo le robaron? Yo, en ese momento, no recordaba para nada que hubiera habido un hurto en el argumento, sabía que el protagonista se había emborrachado pero nada más… pero la confusión del estudiante era de tamaña intensidad que dudaba de mi misma.

Otra alumna salió a mi auxilio…no- dijo- seguro que se ha confundido. No le roban. Lo que pasa es que aquí dice “lo asaltaron los escrúpulos”:…

3.    Esta última va más allá del conocimiento académico, es inocencia pura. Conociendo a la criatura, estoy totalmente convencida que no hubo dolo ni mala intención en su pregunta. Ello, eleva la anécdota a la genialidad.

-Miss, hoy día ¿es tu cumpleaños?

-Sí, NN, hoy cumplo cincuenta!

- ¡Ala miss! y ¿a los cincuenta, las mujeres todavía celebran?

¿Cómo no va a ser un placer trabajar con estos chicos?

martes, diciembre 10, 2013

Última clase

Cuando acaba el año escolar suelo tener una última clase especial con mis chicos y en  especial con los de 3ero de media. Escojo esa promoción porque los de 5to tienen otro chip –además de haberse ido antes- y los de 4to ya están pensando que falta poco para acabar el colegio.
Para mí, 3ero es un grado especial. Recibo a un grupo nuevo y busco encaramelarlos con el bichito de la lectura. A veces lo logro. Trabajo cada día por hacerles entender cuán importante es leer. Cada año es más duro. Ello, por mil y un razones que sobran analizar. Hoy, cerrando el año les puse en pantalla (Smart Board) una lista de los que yo consideraba los Top Ten clásicos de la literatura universal y que habíamos revisado de una u otra manera durante el año.
Sin embargo, mientras que mi discurso iba planeado a  decirles que en algún momento de sus vidas leyeran esas obras, me di cuenta que el mundo que cada uno de mis alumnos vivía estaba reflejado en la pantalla. Mi hoja de ruta cambió. Aquí va la idea general de lo que les dije.
A los quince años uno sabe que falta mucho por vivir, pero cree que lo ha vivido todo. Solemos decir que los adolescentes no saben lo que es la vida, pero a veces no somos capaces de recordar que a esa edad un problema puede ser una tragedia griega. La vulnerabilidad y la sensibilidad están a flor de piel, y al igual que en “La divina comedia” alguno de mis alumnos puede pasar del Infierno al Purgatorio y de ahí al Paraíso.
Otro de mis chiquillos puede sentir tanta culpa como Ralkolnikov en “Crimen y castigo” o ser tan malévolos como Yago en “Otelo”. Puede haber sufrido enormemente por la separación de sus padres léase Karenin y Anna. Un adolescente puede tener grandes sueños como Don Quijote o ser tan campechanos como Sancho.
Más de uno vivirá su miseria cada vez que está sentado en un salón de clase o soñará con salir adelante emocionalmente a pesar de todo lo que lo rodee, como Jean Valjean.  Más de uno tendrá una madre intransigente, más de uno y querrá patear el tablero de lo correcto como en las obras de García Lorca.
 Y la gran mayoría, seguramente, subirá a su movilidad y se tragará todo el tráfico limeño deseando una sola cosa: llegar a casa, como Ulises.
Eso le hice ver a los chicos: el año que hemos recorrido en la literatura es un espejo de lo mismo que ellos han vivido durante treintaiséis semanas. Emociones que se encuentran en esas obras. En la última hora de clase tenían que entender en la literatura está nuestra esencia, nuestra humanidad. En ella sentimos, nos observamos y nos reconocemos una y otra vez.

martes, diciembre 03, 2013

Carta a Papá Noel

Querido Papá Noel:
Sé que te sorprenderá que te escriba dado que no soy una fanática de la Navidad… pero así son las cosas. Han pasado muchas lunas desde que era una niña y te pedí una muñeca que nunca me trajiste y por esa razón decidí no hacerlo más.
Sin embargo, al llegar a los cincuenta años me di cuenta que podría hacerte unos pequeños pedidos no muy complicados de cumplir y mejor hacerlo ya, porque  la Navidad (mi celebración desfavorita) está a la vuelta del mes.
Por lo tanto, ahí vamos:
1.    Poner “coma temporal” a Los Toribianitos, estos niños infames que me taladran el cerebro doquier. Huelgan motivos de mi explicación y fíjate que no estoy siendo cruel porque los puedes despertar cuando consideres necesario para no perturbar la paz mundial.
2.    Consígueme un Panetón y una mantequilla que pueda ingerir ilimitadamente sin temor a que se instalen en mi cadera para siempre. Ha llegado un rollo que por nada del mundo quiere irse y la verdad es que veo que es angurriento y quiere “más, más y más”.
3.    Explícales a los encargados de las estrategias comerciales que el espíritu navideño arranca a finales de noviembre, porque este año han exagerado: le han quitado al Señor de los Milagros la exclusividad de octubre: no es justo! Esto tener que elegir entre el morado y el rojo/verde es un problema.
4.    Recuérdale a los padres que los niños se conforman con regalos sencillos, que no pueden darle todo y peor aún, lo que ellos nunca recibieron (o les gustaría haber recibido). Una pelota, una muñeca y UN LIBRO –objeto en desuso, por cierto- bastan para una Navidad feliz. Los niños engreídos de hoy son los adolescentes soberbios de mañana...
5.    Dile a mi mamá que, en honor a ella, les sigo entregando a mis hijos sus regalos en las bolsas de tela que ella cosió con tanto afán cuando eran niños y que siempre incluyo la clásica pijama o su toalla de playa: “un must”
6.    Este pedido muestra mi generosidad. Déjales a todos los congresistas  un “Neuronalímetro” para que soplen y de acuerdo a su nivel  no circulen por favor. Concordarás conmigo que es una idea inteligente. Tolerancia CERO, te lo imploro.
Papa Noel, sé que me he portado lo mejor posible en este año. Soy consciente que hay habido cosas buenas y otras, no tanto. No obstante, la vida es así. Me quedo con lo bueno, con lo súper bueno y enormemente agradecida por este 2013 que vino con todo, como quien dice.
Aunque no lo creas, prometo recibirte con árbol nuevo y aunque San José se quedó manquito en la mudanza (o con su sierra de carpintero) el nacimiento que acompañó mi infancia y la de mis hijos estará en una mesa de mi hogar. Recuerda que la Navidad pasada la vida nos llevó a un continente diferente, y si pasaste… éramos no habidos. Acuérdate también que nos hemos mudado, estamos en un sexto piso por lo que puedes, desde el trineo, tirar al aire los encargos. Si te quieres adelantar, estaré viendo como todos los años “Love actually ” con Micaela y ahora también una película que me acaban de regalar mis amigos Beatriz y Jorge: “The Grinch stole Christmas”.

¡Suerte! y no le hagas caso a los niños pedigüeños y llorones. Mantente firme con los que no han cumplido sus promesas porque si no, los vas a malcriar.
Jo jo jo!
Claudia, la pequeña grinch...