jueves, noviembre 29, 2012

El paraíso estaba en una esquina

Todos somos seres de carne y hueso. La noche del miércoles 28 así lo confirmé.
Durante quince años, en el maravilloso trabajo que tengo en el Cambridge, vengo trabajando en un Proyecto muy motivador. Los alumnos leen “Los Cachorros” y deben salir a tomar fotos por todo Lima de los escenarios que ubiquen en el argumento. Pero el trabajo no es solo eso. Deben ser originales y junto con la cita escogida, organizar todo en un formato especial.
Álbumes de fotos, pupitres que se abren como una caja de recuerdos (hecho a escala), acordeones, escaleras de caracol,  paquetes de cigarrillos gigantes que guardan las fotos. Todo aquello que la imaginación de un chico o una chica de 16 años es capaz de albergar.
Ante ello, los chicos están llenos preguntas ¿qué pueden y no pueden hacer?  Y sobre estas dudas se va reforzando la explicación. Al enfrentarse a los trabajos presentados anteriormente el reto de ser creativo aumenta puesto que todos desean que él suyo sea diferente, el que rompa el molde.
Con mucha generosidad, Jorge Muñoz decidió adoptar este proyecto en Miraflores y organizar un concurso inter-escolar que motivase la lectura entre los alumnos de quinto de secundaria. Pero no solo eso, para el lanzamiento de este el mismo Mario Vargas Llosa iba a hacerle un lugar en la agenda  y acompañarnos.
Les confieso, fue mejor de lo esperado. No solo por el honor que esto significaba en términos de conocer a un Premio Nobel de Literatura. Era Vargas Llosa, era un peruano, era MI proyecto. Era un milkshake de sentimientos.
Respiré sencillez, caballerosidad, humildad y grandes, enormes cantidades de generosidad. Así salen las cosas, con corazones abiertos a trabajar, a motivar a los chicos a leer, a inculcar humanidad a través de la literatura, a desarrollar espíritus críticos (cito a VLL).
El miércoles en el Palacio Municipal, en la famosa esquina de Larco… el paraíso para la lectura, estaba ahí.

martes, noviembre 27, 2012

Aprender en el aula

Siempre he considerado a mis alumnos seres especiales. Lo son porque su generosidad me sorprende todos los días, la capacidad que tienen, su juventud, su sentido del humor... y por sobre todas las cosas: todo lo que son capaces de enseñarme.
 
Un alumno de 5to de media, me ha ido dando muestras de ser capaz de descubrir a diferentes autores fuera de la frontera de lo que trabajemos en clase: ha ido más allá de lo básico con Borges, con Cortázar y ahora, que tuvo que hacer -en grupo- una "clase magistral" sobre Mario Benedetti llevó un texto que a él le había encantado.
 
Ricardo Padilla (me tomo la libertad de citarlo y ruego al resto no ponerse celoso) brilló en la elección de un ejemplo del estilo de este autor. Me dejó sorprendida, gratamente sorprendida y encantada con el texto que ahora pongo a disposición.
 
La lectura puede ser una, pero si somos capaces de leer entre líneas, descubriremos al igual que Ricarlo la riqueza de este pequeño y gran texto, de uno de mis autores predilectos.


El OTRO YO



Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando. Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas.

Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban:«Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.


FIN

martes, noviembre 20, 2012

Ella era una chica plástica...

Estaba tratando de recordar qué era lo más lejano que recordaba de mis juegos infantiles enlazada con la pregunta que me hicieron el otro día: ¿qué muñeca tenías de niña?

Cabe destacar que aquellos –como yo- que pasamos entre los cinco y los trece años aproximadamente entre 1968 y 1980 vivimos una época en la que no había nada importado, y muchos de los juguetes los habíamos heredados de nuestros hermanos mayores.

Yo amaba las Barbies. Las recuerdo plenamente pero eran las de los ´50s heredadas de mis hermanas, unas Barbies que hoy serían “vintage”, más duras que hueso de perro y plásticas hasta el tuétano. La ropa se la había cosido mi abuelita y cuando mis papás viajaban a USA, y traían algo para el ajuar de esta “estrella” era lo máximo.
 
Una querida amiga mía, tenía la mejor colección de Barbies que puedo recordar. La ropa, los zapatos, las joyas,,, destaco para su Barbie pelirroja, un vestido verde esmeralda hecho de tul que era maravilloso. Claudia Ferraro, te debes acordar de esto, ¿no? (hoy pienso en la actriz Cristina Hendrix y hago el enlace inmediatamente) Su papá además, que era una persona muy creativa, se había encargado de hacerle todo el mobiliario. Jugar a las Barbies en su casa era ir a Disneylandia.


Escuchaba el otro día una historia espectacular. Como no se podían comprar Barbies de Mattel... ¿qué podías hacer si no tenías al Ken? Una chica, de hecho, pensante y con genes de científica adelantada a su tiempo, encontró la solución: escogió a la muñeca más feúca, le cortó el pelo y con una vela le derritió las tetas: o sea, Ken caderón, pero Ken al fin y al cabo.

Yo tenía un cajón de juguetes de madera y allí se guardan las Barbies, Kens, Skiper, Tuttie… todas las tardes salían de ese espacio y sobre la tapa del cajón armaba la casa… lo que hoy sería “un loft”. Grabado en mi memoria está el día en que me fui sin ordenar y dejé a todos calatos para guardarlos al día siguiente… El grito: ¡Claudia! ¿¿¿¿Me puedes explicar por qué has dejado a estos muñecos calatos????? Yo tenía ocho años...

Estas muñecas acompañaron toda mi niñez hasta mi adolescencia temprana. Cuando tuve a Micaela, no dude en comprar cuanta cosa vinculada a estas pude para que compartiera esa misma infancia a pesar de la lejanía temporal.

Estas muñecas fueron las heroínas de mi infancia. Mi homenaje a las chicas plásticas.

martes, noviembre 13, 2012

Eros en la literatura o ¿negocio asegurado?



Leer un libro a escondidas ha sido un placer ancestral, es delicioso, es maravilloso. Se establece entre el lector y el texto una suerte de complicidad difícil de comparar con otra. Más difícil es describirla.

Hace poco me prestaron la novela (best seller, de hecho) Fifthy shades of grey. Considerada por la crítica como una obra imperdible, fogosa, determinante. Se escucha por esquinas y rincones que la novela motiva, que despierta sensaciones impredecibles y los niveles porcentuales del trabajo hormonal sube a mil. En fin, cada uno con lo suyo y con su propia imaginación, que para eso es la literatura.

No obstante, esta lectura (guardando distancias) me hizo recordar a otros títulos ya revisados que tal vez en los finales de la adolescencia y dando los primeros pasos a mi adultez fueron leídos casi a escondidas.

Más allá de la medianoche de Sidney Sheldon (publicado alrededor del 78). En nuestras manos arrancando el 80. Fue tremendo éxito. Después de estar en colegio religioso, donde te salían pelos en la mano por cualquier razón y todo era pecado… caer en las redes de esa novela era ruborizarse de antemano (por decir lo menos). Mi amiga M (y aquí guardo el nombre) tuvo este libro forrado varios meses: en su casa no podían saber que lo estaba leyendo… opresión lectora, que le llaman. No sé si darles la “etiqueta” de novela erótica. No me gusta jugar a ser crítica literaria. Creo que la cosa es muy simple: era una novela para adultos.. Eso era suficiente.

Seguramente, con ese mismo tenor se publicaron varias novelas más, yo en lo particular recuerdo otra Escrúpulos de Judith Krantz, que además nos hacía ingresar a un mundo aristocrático de la moda. Ojo, hay que recordar que no había cable, ni Kardashians, ni ropa de marca, ni nada por el estilo. A lo más, la que tenía su jean “Jordache” era lo máximo. Sexo explícito, cuando para nosotros era tabú... ahí estaba el imán.

Por ello, las mujeres de estas novelas, que eran “de carne y hueso”, dentro de un escenario exitoso, “caliente”, con hombres dispuestos a todo… y ellas rendidas por su inexperiencia sexual, caían redonditas…. Qué maravilla! Soñar a través de un texto, vivir historia ajena, desear ser ella… qué mejor para una novela que seguramente hoy sería “caldito de pollo para el alma”.

Por eso, la lectura de Fifthy shades of grey que anda en boca de varios. Funciona igual que lo hicieron los éxitos (y excitaciones) de Sheldon y Kratz. En papel, vende, interesa, satisface, lo que quieran. Hollywood ya tiene un negocio aseguradísimo.

Ahora, si me preguntan por su calidad... mmm. La novela me parece simple, tontona, muchos lugares comunes, la chica inocente y el caballero recorrido. La chica ingenua y el caballero, todo un conocedor. La chica ignota y el caballero, un Colón; la chica con baja autoestima y el caballero, deseoso de ella. La chica sumisa y el caballero, controlador... ¿Es entretenida? Creo que sí... pero confieso que me he saltado algunas páginas.

Leo de todo, de lo contrario... ¿cómo se puede comparar?

martes, noviembre 06, 2012

De cómo buscamos y él, nos encontró...


Hallar el lugar correcto puede tomar tiempo. Se dice que el ser humano está en una continua búsqueda y por ello, su origen nómade lo hace variar aspectos de su vida de vez en cuando. Las personas, sin saberlo, van cambiando: metabólicamente, con el paso del tiempo, los hábitos se hacen más profundos, los defectos se van exacerbando…

Hesse decía: "La verdadera profesión del ser humano es encontrar el camino hacia sí mismo". COnfirmando así, la idea de tener esencialmente un cuestionamiento del "ser".
Somos seres que a la vez conservamos lo nómade y lo sedentario de nuestros antepasados sapiens. El porcentaje debe ir de acuerdo al carácter de cada persona. Yo tengo una tía que se ha mudado por lo menos unas quince veces, y tengo una amiga que se muda cada tres años para cambiar de aires…
Conozco a mujeres que se cambian el color del pelo cada cierto tiempo porque se aburren; amigos que cambian de novia, por lo mismo… Cambia, todo cambia, rezaba la canción que cantaba la Negra Sosa.
Cambio, renacer, vuelta, volver al origen, hallar el lugar correcto… lo podemos llamar de diferentes maneras, pero si pensamos un poco: es igual. Buscamos darle una vuelta más a la tuerca, buscamos encontrar algo, una respuesta, un camino, una zona segura, un confort, el amor y cambiamos…
Cuando nos mudamos a este lugar que se ha vuelto en un abrir y cerrar de ojos nuestro hogar (ha sido tan rápido que nosotros mismos estamos sorprendidos). En todo el proceso, solo teníamos planeado algo para nuestra decoración: queríamos poner un texto en una puerta que sería corrediza. No obstante, la puerta resultó ser angosta para la idea… pero a la entrada teníamos una pared laaaaaaaarga que permitía hacer lo planeado.
La búsqueda del texto comenzó. Pensé en Benedetti, pensé en Galeano, pensé en Rose, pero no llegaba a estar del todo contenta con la elección… Un día, en el verano, Juan Carlos y yo, fuimos a ver la muestra fotográfica de Herman Schwarz al IPCNA. De pura casualidad, había otra muestra más… no recuerdo el fotógrafo. El leit motiv de esta última eran los desiertos. Pero algo más llamó nuestra atención. En el brochure que nos dieron al ingresar había un texto… Un texto que nos había encontrado a nosotros, un texto que buscaba un hogar. Lo adoptamos inmediatamente y nos acompaña desde que ponemos un pie dentro de casa.