viernes, febrero 26, 2010

Exacta dimensión

De vez en cuando me gusta compartir un texto corto con ustedes. Aquí los dejo con un poema de Juan Gonzalo Rose (Perú 1928-1983). Poeta de voz sencilla, humano, cotidiano. El famoso vals Tu voz que entonaban Lucha Reyes, Tania Libertad y Cecilia Barraza, entre otros; toma la letra de otro maravilloso poema de este autor.


EXACTA DIMENSIÓN

Me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas…

y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas
cuando llega el verano…

Y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas en las tardes de enero
cuando llega el verano…

y más precisamente:
me gustas porque te amo.

lunes, febrero 22, 2010

Entre gustos y sabores


Escribí algunos meses atrás, un post que hablaba de los olores y aquellos que especialmente eran personales, que lograban trasladar mi memoria a millones de años luz atrás para traer al presente gratos recuerdos. El ejercicio de hoy es hacer lo mismo con los el sentido del gusto.

Cada ser humano guarda sus propios sabores predilectos en su disco duro cerebral y es más, solemos asociarlo a la situación concreta, a una etapa de la infancia, a una persona… No fue es por las puras que la punta de la madeja de la gran obra de siete tomos de Marcel Proust - En busca del tiempo perdido- fuera el sabor de una magdalena y la chispa que este prendió esta sensación en su cerebro.
Sabores que tienen una firma personal. Por ejemplo, a pesar de la cantidad de años de casada y de preparar repetidas veces la tradicional salsa de pan (salsa de miga) para acompañar el Sancochado, JC siempre dirá que no es igual a la que otrora preparaba su tía Chuco. Y sé que tiene toda la razón, porque un sabor va más allá de unos cuantos ingredientes… La cuota de melancolía y afecto que trae consigo el probar un plato consignado en tu memoria nunca será como el actual, preparado por otra mano.


Cuando salió, en edición limitada, de nuevo el Sorrento, escuché muchos comentarios que decían: pero no es el mismo de antes. D’onofrio que ya no lo es más, tiene esa capacidad de regresarnos al pasado con los sabores y a veces cambiándole de nombre. Hoy es Huracán lo que ayer fue Caravana, ese helado de leche (ojo, porque no es de vainilla) bañado con una capa de helado de agua de fresa o naranja. Pero ya no es lo mismo…


Me regresan a la infancia: los Choritos a la Chalaca puesto que visualizo en ellos a mi papá cuando los compraba en una suerte de restaurant/tienda llamado Todo Fresco que quedaba al lado del Pico de Oro en Miguel Dasso. El sabor de un buen Chancay me recuerda a mi abuelo Juan Manuel y su devoción por los panes. Los panqueques me remotan a la Cafetería Todos de San Isidro y los lonches sabatinos. Las pasas bañadas con chocolate: la primera infancia de Micaela junto con la fragilidad del embarazo de Alejandro.


Y cosas que no he vuelto a comer y cuya memoria de su sabor me produce una nostalgia enorme puesto que de hecho están asociados a buenos momentos vividos: el marmaón, plato árabe que preparaba la abuela de una gran amiga mía; los tacos que hacía la madre de un compañero mexicano en los tiempos escolares, el strudel recién horneado de Tatiana, la Lasaña en casa de las Tizón, los cachitos de nueces de mi tía Gacha, la mermelada de albaricoque de la tía Maruja, y por encima de todos: los tallarines con pescado bañados en papas al hilo de mi madre …

miércoles, febrero 17, 2010

Artesanas frustradas


Cuando empecé este blog uno de los primero artículos que escribí se llamó: No lo tires contra la pared, seguirán siendo sapos! (http://enpuntomuerto.blogspot.com/2007/10/no-los-tires-contra-la-pared-seguirn.html) De hecho, tenía un estilo irónico y buscaba hacer entender al público femenino que a los hombres no se les puede cambiar… sobre todo cuando dicho individuo tiene hábitos arraigados.


Voy a ponerlo a dieta, voy a botarle esa camisa vieja que tiene, voy a comprarle una sandalias para que se modernice puesto que sus sayonaras de Bata no son fashion, se va a volver puntual conmigo, cómo le digo que sus modales no corresponden… Yo lo voy a cambiar, si realmente me quiere tendrá que adaptarse a lo que es políticamente correcto porque yo, como mujer, estoy al tanto de lo que debe o no debe hacer. Los hombres no están hechos para comportarse en sociedad… Suena conocido ¿no? y podemos agregar mil y un detalles a la wish list de millones de mujeres que por más vividas que sean, muestran una ingenuidad total en este aspecto.

Las mujeres no podemos ser tan tontas, tan infantiles. ¿A dónde se han ido las neuronas? (no contesten). Tenemos que aceptar con honestidad que cuando nos involucramos con un individuo extragenérico viene con todos los defectos del mundo, y les apuesto que generalmente se terminan enamorando del que tiene eso que ustedes siempre han criticado en la pareja de la otra. La vida es irónica, por cierto pero como no somos capaces de reconocerlo se construye la fabulosa fantasía de jugar a ser artífices de una nueva personalidad. ¡Por favor! ¡Cable a tierra!


Aquí no venimos con la misión de cambiar a nadie, ni que fuéramos mi “Bella Genio”, puesto que ni botella, ni lámpara, ni nariz, ni varita mágica logrará que susodicha criatura modifique sus hábitos más arraigados.


Veo, con suma tristeza, cuánta infelicidad puede traer la pretensión de querer cambiar al novio, marido, pareja o whatever puesto que la fantasía de ser las autoras de una metamorfosis no conlleva más que incomodidad y lágrimas a los protagonistas de dicha aventura. ¿Por qué ella quiere cambiarme, si se enamoró de mí como soy. Si me aceptó con todos mis “defectos”? Este pensamiento pasará por la cabeza de cualquier hijo de Adán: confuso, desorientado que ve que la mujer de su vida, pasado un tiempo, no está dispuesta a aceptarlo “just the way he is”. Los hombres no son tan tontos como creemos, y se dan cuenta cuando nos obsesionamos en cambiarlos. Es más... a veces hasta exacerban sus defectos de manera caprichosa... y se puede desatar una guerra inútil.


Hay que volver a mirar al Adán que se tiene al lado, tal vez valora más sus virtudes y analizar si esas imperfecciones que carga son realmente vitales en TU vida. Lo más probable es que no necesiten un cambio, solo una mutua adaptación y toneladas de tolerancia (¡lo aseguro!). Se corre el riesgo de que el producto final (ese hombre ideal que muchas mujeres tienen en mente) termine siendo una marioneta que se ha adaptado a ti solo para seguir con ellas porque las quieres “just the way SHE is”.


En verdad: ¿cuál será el porcentaje hombres que se juran Pigamaliones vs mujeres que también se la creen? y ahora adivinen: ¿quiénes se sientes menos frustrados?

viernes, febrero 12, 2010

Las sensibilidades múltiples de Simonetti



He leído en las últimas semanas dos novela de Pablo Simonetti. La razón de los amantes y La barrera del pudor. Simonetti es un autor chileno contemporáneo que maneja con soltura un estilo narrativo desenfadado y acorde a los tiempos que corren.

Sin embargo, me llama la atención que en ambos libros se inclina por mover los pilares prejuiciosos de la sociedad chilena, y logro ver entre líneas que de hecho es una sociedad castrante, ultraconservadora, temerosa y con dos dedos de frente cuando de hablar claramente de temas y opciones sexuales se refiere.

En uno, focaliza en la sexualidad femenina y se percibe el esfuerzo e intento de lograr transmitir la gama de sensaciones físicas y emocionales que enriquecen el mundo sexual femenino. Pero desde mi orilla, confieso que me jode que los hombres “pretendan sentir” como las mujeres y terminen fabulando lo que se siente en esos momentos de intimidad. Nadie siente como una mujer, y de hecho si, a nosotras mismas, a veces nos resulta complicado verbalizar nuestros sentires y emociones… cómo puede lograrlo un hombre. Quizás podría decir que precisamente la distancia física y mental, la mirada desde otra perspectiva lo puede ayudar, argumento que no puedo invalidar, pero tampoco comparto. No puedo decir lo mismo de La razón de los amantes: la sexualidad homosexual la desconozco totalmente.

No obstante, supongo que cualquier narrador de ficción me diría que estoy prejuiciada, que los escritores son capaces de ponerse en el papel del otro con mucha facilidad y focalizar desde cualquier orilla. Tal vez. Yo como una humilde lectora tengo mis reservas, y hasta me parece un tanto soberbio cuando se trata de temas íntimamente íntimos.

lunes, febrero 08, 2010

Chip, Dale y Ratatouille...



Seguramente muchos limeños se habrán percatado de la proliferación de las ardillas en ciertos barrios de la ciudad. De hecho, alguien me decía que en los lejanos 70’s recordaba en los rincones de su memoria haber visto alguna paseándose por las inmediaciones de El Golf. Seguramente, alguien travieso se importó a un par de ardillas canadienses como mascotas burlando la seguridad del personal de aduana de la época, simplemente porque las ardillas son lindas… (¿¡?¡)

El estereotipo de Chip y Dale (maravillosos personajes de Disney –tranquilo Moñi-) que los dibujos animados nos han ofrecido por años, le han dado una especie de inmunidad para pasearse a su antojo por los cables aéreos compitiendo en ello con las cuculíes que nos invaden. Estos animalillos con cara traviesa, ojos inquietos y dientes delanteros destacables nos encandilan tanto que comentamos a su paso: ¡Mira qué linda la ardilla! Niños y adultos disfrutan la imagen.

Tengo que confesarles que a mí, por el contrario me atemorizan. La imagen de Chip y Dale no me ha logrado engañar para estar convencida de que las ardillas son los parientes cercanos de las ratas, sus parientes lindos… pero sus parientes al fin y al cabo. Como roedores (pertenecen a la familia de las Ratufinae, es decir: son las pitucas del pueblo) y seguramente si les depilamos la cola, y le ponemos un poco de botox en los ojos, quedarán como sus vulgares parientes.

Investigando, puesto que tengo mis obsesiones, descubrí que una linda ardillita puede llevar encima de treinta a cuarenta pulgas, entre otros insectos y ácaros, que intercambian con las ratas. ¡Qué hermosas!

Pero así son los estereotipos, desde 1943 nos han vendido la imagen de la ardilla linda y recién en el 2007 nos empiezan a vender a Ratatouille como una rata simpática, rechoncha y poco intimidante. Por favor, recuerden la imagen de la rata de “La dama y el vagabundo”, es simplemente espantosa.

Sin embargo, así somos los humanos. Chip y Dale son pura ternura y Ratatouille todavía no convence. En las películas de Hollywood todos los narcos son latinos, todos los negros agarran la pistola para abajo, ambos son ladronzuelos o al menos ilegales. Estereotipos de los buenos y convincentes.

Y recuerden, si se les acerca una ardilla aléjense… no vaya a ser que quiera cariñosamente clavarles ambos incisivos.

miércoles, febrero 03, 2010

Los hombres también lloran

a mi amigo Alejandro R, porque me ha perseguido con la idea...
Muchos hombres fueron (y lo siguen siendo) criados bajo la premisa “los hombres no lloran” –porque ese terreno es exclusivo de las mujeres, evidentemente-. De hecho, debe ser uno de las mayores represiones comunes que además genera un estrés de la patada y por esta razón, está científicamente comprobado que justamente por eso las féminas sufren de menos males cardiacos que los varones.


El ridículo prejuicio- como suele ser- de mostrar el lado vulnerable del macho lo convierte, en ciertas, situaciones en un bloque de hielo poco sensible y generalmente, reprimido. La idea tampoco es que vaya por la vida con una labilidad incontrolable –cosa que injustamente me permito considerar un defecto- porque claro: ya estaríamos cayendo en la frontera del patetismo. Si ya una mujer llorona es poco soportable y provoca la burla de los demás…

Curiosamente, se dice que el mundo interior femenino es más entreverado que el laberinto del fauno (plata les apuesto que lo dice algún caballero); no obstante, creo que habría que considerar que el mundo interior masculino lo es más puesto que no suele exteriorizarse y la fachada que suelen mostrar es como la punta del iceberg: no logramos ver su verdadera dimensión.


La psique masculina se ha estereotipado con temas como el sexo, reconocimiento social, el trabajo, el macho alfa, entre los más destacables. No obstante, hay temas más importantes, sensibles y ocultos que se quedan en el baúl y que de hecho les pasan la factura; tal vez más que los elementos anteriores. ¿Dónde quedan las penas, las frustraciones amorosas, las pérdidas, las pataletas?

¿Cuándo vemos a un hombre llorar con una película, con un libro, con una obra de arte, con el amor? ¿Es la muerte, la única capaz de desgarrarle el corazón y exprimírselo de tal manera que vierta lágrimas por el ser que deja esta jornada? ¿Es tal vez, el alcohol el que puede lograr desinhibir su alma y lograr que baje la guardia y muestre su vulnerabilidad desnuda?



No obstante, creo que no hay nada más conmovedor que ver un hombre llorar. Y lo estoy diciendo en serio. Porque cuando un hombre llora, lo hace con fundamento.