miércoles, marzo 26, 2014

Mal de muchos

Muchos individuos tenemos la costumbre (no digo si es mala o buena) de compartir más información de la que nuestro interlocutor está con ganas de oír. Generalmente, ante una pregunta que podría responderse afirmativa o negativamente, damos un sinnúmero de explicaciones que resultan siendo un despropósito.
Al no poder asistir a un lugar, por ejemplo, no basta con “lo siento, no puedo ir”… hay que explicar por qué, cuál es el otro compromiso que impide nuestra presencia y desde luego, si la cosa se reduce a no tener ganas… no es políticamente correcto ser tan simple y honesto como: “no me provoca”, vade retro.
Cuando vamos al médico, la grandilocuencia aparece a mil, entonces una simple pregunta puede convertirnos en un narrador de cuentos. –¿Sufre de jaquecas?- y arranca la historia de cuándo, dónde, bajo qué circunstancias, que es hereditario, que cuando comemos chocolate se exacerba… - ¿y cómo va su presión?- , otro cuento bíblico.
Anoche, una entrañable amiga me contó una historia que me robo con alevosía y ventaja porque es digna de compartirla.
Como muchos fue donde un nutricionista para resolver su problema de sobrepeso. Ese mundo de la nutrición que además está lleno de preguntas sin resolver, mitos, leyendas y más. El cuento es que apenas llegó, percibió que el especialista en cuestión tenía serios problemas de vocalización, pero como dicen los chicos… “fluía”.
Se dio inicio a la consulta con preguntas de rutina… cuando llegó una que resulta fundamental cuando buscamos estabilizar nuestro peso: “¿cvkddkfdf de xdkimiento? Así, tal cual, esa fue la pregunta que ella escuchó, por lo que arrancó (y no paró): “Bueno doctor, tengo problemas para ir al baño…no tengo una rutina… en las mañanas salgo muy temprano a trabajar…creo que como muchas harinas, aunque a veces me ayudo con salvado…no me considero una persona del todo estreñida, pero creo que eso también me impide bajar de peso… cuando puedo tomo un batido de jugo de papaya con linaza, afrecho, limón, y guindones que funcionan, pero no siempre…porque como le dije, no tengo un estómago regulado, entonces es complicado… usted sabe… además, dicen que este problema en las mujeres es más grave…. porque claro, los hombres no son tan estreñidos…
Mientras tanto, el nutricionista la miraba pacientemente y aprovechando que ella tomó aire para respirar, él volvió a hacer la pregunta pero ahora sí, se esmeró en la vocalización: “¿fecha de nacimiento?....”
¡¡¡¡Gracias M, tu historia es sensacional!!!!!

martes, marzo 18, 2014

Oyentes curativos

Hoy de no debería estar aquí… me dijo ayer un/a amigo/a, mientras nos saludábamos. Solo me quedó poner cara de pregunta… ¿qué pasó?

Lejos de Lima había muerto uno de las personas que más quería. Una persona que había acompañado su infancia, sus logros, su crecimiento, sus alegrías, sus desazones y errores. Quizás no importe, para efectos de esta reflexión, quién era. Sin embargo, destaco que era fundamental en la vida de alguien, de “alguienes”.

La muerte se ríe de nosotros cada día, concluimos. Porque un día como ayer, ellos deberían estar juntos festejando un cumpleaños especial, un día como ayer el dolorido corazón de quien me hablaba había explotado de frustración al no poder estar cerca para dar el último adiós.

Mi amigo/a se había levantado esa mañana con ganas de quedarse rumiando la pena en la cama, pero sabía que iba a ser inútil, totalmente inútil. Se dio cuenta entonces, sabiamente, que debía ir a trabajar como todos los días y en silencio, a la distancia, comerse el dolor y dar la cara a la vida. Pensó que estar rodeado/a de energía ajena le fuera a dar algo de distracción… cosa que sí estaba funcionando. “Pensé en llamar y no ir al trabajo, pero me pregunté qué iba a hacer además de darle vuelta a esta mierda de tristeza que me toca vivir hoy. El estar con gente me ha distraído un poco, el que casualmente estemos ahora hablando y seas la persona que me esté escuchando me hace sentir bien…” y siguió contándome todos los pormenores y mensajes irónicos que la aguda e satírica muerte había planeado antes de llevarse a ese ser querido. “Es que espérate, porque mientras te siga contando te dará para escribir un libro…” Y yo, iba sorprendiéndome más y más de las terribles coincidencias, de la pena traída con gotero, del reloj de arena que iba a término donde cada grano había traído una pincelada de fugaz alegría.

“Hace un mes nos estábamos riendo en la playa… hoy ya no está… y yo aquí”


Habló calmadamente, sin interrupciones durante casi cincuenta minutos, habló, puteó discretamente, habló, no lloró porque la sonrisa siempre ha primado en su cara, no lloró porque no ameritaba, solo habló, habló, exorcizó la pena –en parte- pues era lo que necesita en ese momento. No más…sin consejos, sin consuelo, pero con el interés que un amigo/a debe tener en momentos como eso. 

Escuchamos y sin saber, curamos.

martes, marzo 11, 2014

Historia conocida...

Este diálogo me encanta y el otro día lo encontré por casualidad. Se los dejo.... vale la pena.


Un millonario empresario se fue de vacaciones a un pequeño pueblo. Alquiló una casa junto a un río. Todos los días veía cómo un joven pescador pasaba cuatro horas en su barca pescando peces. Cuando llenaba dos baldes de peces, el pescador volvía a casa hasta el día siguiente. Esa era su vida durante seis días a la semana. El empresario estudió la situación del joven pescador y un día se acercó a hablar con él:

Empresario: ¿Cuánto tiempo llevas pescando?
Pescador: Llevo toda la vida, desde que era pequeño. Mi padre me enseñó a pescar y a buscarme la vida con la pesca.
Empresario: ¿Y gana bastante dinero?
Pescador: No me hago rico, pero pago mi hipoteca, la luz, el seguro y tengo tiempo libre para mi familia y jugar a las cartas con mis amigos.
Empresario: He visto que cada día vienes a pescar 4 horas y únicamente llenas 2 cubos de pescado. ¿Sabías que si en lugar de pescar en esta parte del río, si lo hicieras 5km más abajo en el mismo tiempo podrías llenar 4 cubos de pescado en lugar de dos?.
Pescador: Sí, lo se, pero tendría que dedicar 1 hora más, y yo aprecio mucho más el dedicar ese tiempo a mi familia y jugar a las cartas con mis amigos
Empresario: Ya, pero si dedicando 1 hora más puedes duplicar la cantidad de peces, si dedicas 4 horas más, podrías cuadruplicar la cantidad de peces.
Pescador: ¿Y por qué iba a querer hacer eso? Ya le he dicho que para mí lo más importante es estar con mi familia y jugar a las cartas con mis amigos. ¿Por qué querría hacerlo?.
Empresario: Porque en unos meses podrías contratar nuevos pescadores.
Pescador: ¿Y para qué querría hacer eso? Le estoy diciendo que yo sólo quiero estar con mi familia y jugar a las cartas con mis amigos. El tener más pescadores me haría tener que estar pendiente de las nóminas y contar el resto del pescado que me traen. ¿Así que por qué querría hacerlo?
Empresario: Porque de esa forma, tendrías tu propia flota, tu propia empresa.
Pescador: Usted no me entiende, yo lo que realmente aprecio es estar con mi familia y jugar a las cartas con mis amigos. ¿Así que para qué quiero tener mi propia flota?
Empresario: Porque teniendo tu propia flota, tendrás suficiente pescado como para dejar de vender al por menor. Podrás saltarte a los intermediarios e ir directamente al proveedor, aumentando tu margen de beneficio. Con el tiempo, podrás incluso comprar la empresa de tu proveedor y ser el número uno en abastecimiento de pescado en toda la región. Antes de que cumplas los 40 años, podrás hacer dos cosas con tu empresa: O venderla o sacarla a bolsa. En ambos casos serás rico.
Pescador: ¿Y una vez que sea rico...qué?
Empresario: Pues a pasar tiempo con tu familia y a jugar a las cartas con tus amigos.

viernes, marzo 07, 2014

8 de marzo


Como siempre me expreso una vez más en el Día de la Mujer. Confieso que antes me molestaba que nos hubieran dado un día del año para reconocer el valor primordial que tenemos en la sociedad. Sin embargo, me he demorado en entender que el homenaje es lo que vale, como lo es el día de la Madre o la Navidad o cualquiera de los días significativos que hay en el año.

Así como en la historia el lugar de las mujeres ha cambiado; nuestras historias internas como seres individuales también lo han hecho.

Las mujeres nos transformamos, cambiamos una y otra vez, de piel. Nos transformamos y nos trastornamos,  y en ese devenir nos hemos aceptado una y otra vez, tal y como somos. Nuestro cuerpo se trasforma y nuestra emoción se trastorna.

Sí, las mujeres somos especialmente emocionales. ¿Cómo no serlo? Como madres: disfrutamos cada instante. La ansiedad se apodera de nosotras, los miedos, las angustias, las risas y los llantos. Como compañeras: los niveles emocionales nos recorren de punta a punta y aprendemos. Tomamos decisiones fundamentales y aprendemos. Como solteras (sin tomar en cuenta el estado civil), apreciamos enormemente nuestro espacio, somos más cautas, más orgullosas, más dignas.

Hemos cambiado, claro que lo hemos hecho. Nos paramos mejor en la cancha, elevamos la voz y somos más. Somos, somos más las que no callamos; somos más las que no nos resignamos a ser “mujeres florero”; somos más las que nos cansamos de ser hipócritas; somos más las que  nos queremos, somos más las valientes, somos más las que decimos NO, somos más las que decidimos sobre nuestros cuerpos, somos más las que nos zurramos en el “qué dirán”; somos más las que defendemos a otras mujeres; somos más las que hacemos autocrítica; somos más las que desatamos prejuicios.

Somos más y el número tiene que seguir creciendo.

Porque mujeres también somos las que estamos condenadas a la esclavitud sexual, a las violaciones, al trabajo forzado, a la violencia doméstica, a parir hijos sin quererlos, a mantenernos sin educación...

martes, marzo 04, 2014

y vamos treinta!!

Este mes en el que arranca mi labor de colegial como versa la Décima del gran Nicomedes, cumplo treinta años de haberme puesto de pie por primera vez frente a un aula de clases.
1984: Luis Jaime Cisneros me reclutó para formar parte de su grupo de Jefes de Práctica de Lengua I en la PUCP. Chiquilla ansiosa, inexperta y totalmente insegura un martes a las 6 pm de una cálida tarde veraniega me enfrenté al primer grupo de treinta alumnos que solo tenían tres años menos que yo...¡qué terror! A las ocho de la noche, después de dictar me desinflé exhausta. ¿Qué les puedo decir?

Poco a poco fui descubriendo hacia dónde me llevaba mi carrera, porque me quedó claro que ella me llevaba a mí. Estudiar Literatura sonaba en esos tiempos como algo exótico, mi madre jamás lo entendió, vertió lágrimas cuando le dije que no iba a ser abogada sino "literata". Pero no podía mentirme a mí misma. Mis estudios me llevaron de las aulas universitarias a las pre-universitarias. Larga data en ambas, pasaron justamente diez años en las que combiné los dos trabajos casi en paralelo. Y la vida me siguió llevando y yo, dejándome llevar.

En marzo de 1994 di mi primera clase escolar. En un salón tenía catorce alumnos, en el otro veintidós. Tremendos adolescentes. Tengo los nombres grabados con lacre en mi cerebro. Cada día un reto, cada día un desafío. Cada día tenía que sacar del "tongo del mago" un truco nuevo para convencerlos de que leer valía la pena. Han pasado veinte años desde ese día. 

Hoy son padres y madres de familia; hoy son profesores; hoy son escritores; hoy mueven el mundo.

Es difícil entender la adrenalina que se siente cuando uno se para frente a un salón de clase. No es el hecho huachafo de impartir conocimiento. No es una chamba altruista, romántica, quijotesca... No lo creo así. Es un desafío, eres como el actor "extra" que reemplaza a los padres. Eres el responsable de que la escena salga bien porque serás el culpable si no resulta.  

Yo busco mi parte en este juego de la enseñanza,  soy una interesada de lo peor en esta dinámica del día al día,  quiero mi tajada. Por ello, afilo todos mis sentidos para refrescarme con su adolescencia o solo sentarme a leer entrelíneas sus historias. Compartir sus historias, cargar con sus historias. Reírme de sus historias y frustrarme con ellas.

Los chicos de 1994 ya no son los de 2014. Hoy es más difícil ser adolescente. Se diga lo que se diga. Mi desafío ya no es convencerlos SOLO de que lea. El diario desafío es convencerlos de que algo ganarán dentro del salón. Son ellos los que eligen su ganancia.

Yo tengo la mía hace treinta años.