Más de una vez me han preguntado si cuando cuento historias
en el Blog (en primera persona) todas me pertenecen. Les confesaré que no
todas. Curiosamente, a lo largo de estos años muchas voces femeninas me han
confiado sus vivencias y yo, pidiendo
permiso o a solicitud de la mismas he usado mi espacio para hablar por ellas,
sobre ellas. También están las reflexiones que parten de experiencias que
comparten conmigo, o ideas que me dan que a ellas mismas les han confiado. ¿Por qué no escribes sobre esto…? Me dicen.
Y es que las mujeres, constantemente, nos contamos
historias. Ello tiene una larga data antropológica que corresponde a tiempos
memoriosos. Pienso en diferentes círculos femeninos en los que se compartían
alegrías, miedos, angustias alrededor del fuego. Mujeres relegas, alejadas de
los quehaceres “masculinos”, tal vez atrapadas
en un harem, en una residencia de geishas, en un salón de bordado… y poco a
poco, en la memoria colectiva queda ese ir y venir de historias que merecen
contarse. Entre las grandes contadoras de historias destaca Sherezade que salvó
de morir solo cautivando a su “verdugo” noche tras noche.
Hay historia personales duras, terribles, hasta culposas.
Otras, divertidas, cuestionadoras, irónicas. En este espacio semanal escojo las
que me provocan según venga el ánimo. Las mías, las tuyas, las ajenas… nunca
las inventadas.
Siempre hay una historia para contar.