Parte del crecimiento emocional de las personas debe radicar
en verse por dentro. Puesto que resulta muy fácil siempre tener una agudeza
mental desarrollada para ver al otro, antes de observarse uno mismo. Recuerdo
una canción que decía: "un hombre quiso mirarse por dentro, y se encontró
con el fondo del mundo"... De ahí, que la mirada externa es refácil y
descubrirle los equívocos y defectos al vecino, más fácil aún. No obstante, lo
otro puede volverse una pesadilla. Es todo un proceso, y este se puede hacer
en soledad o en compañía bajo la tutela de un especialista.
Cuando uno se acepta a sí mismo con
sus imperfecciones empieza a tener otra mirada con respecto del Otro.
No puedo amar/querer a alguien si no le acepto los defectos. Es muy
cómodo aceptarle las virtudes, pues finalmente nos vienen bien. Jodido
aceptar eso que no nos gusta. Eso que nos perturba. Eso que no está en nuestra
frecuencia. Eso que lo convierte en otro ser. Porque el Otro, no puede ser
como Yo.
Aunque no lo parezca, no es tan fácil asumir que
existe una configuración propia del Otro que se llama personalidad producto
de las vivencias, crianza, conocimiento, heridas, alegrías, medio social,
entre otros aspectos destacables. Entonces, partamos de hacer un esfuerzo
por asumir que viene en el paquete llamado "Fulano"
o "Mengano" ¿por qué busco cambiarle incansablemente? Cuando
sería mejor, más sano, más inteligente.... desgastarme menos
y esforzarme un poco por conocerlo/a más.
En personas de mi generación veo perseguir el intento de
cambiar... pero al vecino. Personas que generan discusiones inútiles porque se
sienten ofendidas de los que consideran fallas imperdonables. Ojo: consideran. Al
final de ello, terminan simplemente mostrándose ante el resto como
personas intolerantes, intransigentes, y hasta explosivas... en
situaciones cotidianas y de paso, malogrando el ambiente, invirtiendo su
energía en discusiones bizantinas. En conclusión: un sabor amargo.
Es fácil decirlo, pensarán... efectivamente. Puesto que lo
difícil es mirarse por dentro, ver esa zona oscura donde guardamos
especialmente lo que no queremos ver. Cuando abrimos esa puerta, recién
entonces caben preguntas tales ¿soy mejor que el Otro? ¿soy capaz de cambiar al
Otro? ¿el Otro va a cambiar? ¿cómo voy a ver al Otro? ¿me van a cargar los
defectos del Otro, además de los míos? ¿vale la pena invertir mis ganas en
cambiar lo que parece intransformable? ¿soy capaz de aceptar al Otro tal y
como es?.
Si lo asumo, pues que sea en su Integridad. Te voy a
querer como eres, todo el paquete completo digiriéndote con cuidado si algunos
tragos son difíciles. No obstante, si tomo la decisión de NO aceptarlo.
Seamos honestos: tomemos distancia pero además, no le hagamos la vida
imposible.