miércoles, marzo 06, 2013


No  hay muerto malo, decía mi padre. Cuando escuchaba las grandes alabanzas en los homenajes, obituarios, o lo que fuere que se le hacía a alguien fallecido. Y es verdad. El o la susodicha puede haber sido un “hijo/a de la guayaba” pero vamos, que en el momento en el cual no es ciudadano de esta Tierra se vuelva casi casi “La beatita de Humay”.  

Mi asombro va especialmente, ahora que TODO se coloca en Facebook, cuando se recuerda a alguien, se celebra a alguien, o un aniversario, o lo que fuese… Las frases que se colocan para ponderar la figura, el sentimiento, el amor o similares. “Modelo de amor”, “muestra de moral”, “ejemplo de honestidad”, en fin… los ejemplos podrían llenar este post. No obstante, no estoy contra ellos, pero sí me parece que hay que bajarse un poquito la venda de los ojos.

Yo sé que tampoco vamos a brindar en honor del occiso: “Por mi padre que fue un inmoral, ejemplo de defectos más que de virtudes” ni tampoco “Por estos 50 años de matrimonio de felicidad ficticia meramente social” Pero no maquillemos lo que no es…

Un amigo me decía que su hermano había puesto unas palabras muy sentidas sobre su padre como ejemplo de virtud y devoción a la familia… cuando en realidad, tenía DOS familias… entonces él no sabía a cuál se refería este homenaje filial?

Los homenajes, elegía y panegíricos son saludables. Finalmente, somos humanos, nos celebramos y destacamos lo mejor de nosotros, pero hay que discrimir primero ¿no?

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