lunes, junio 15, 2009

Reemplazos


En mi andar por el mundo me he ido dando cuenta de que los seres humanos tenemos una gran y casi siempre, patológica, capacidad de que cuando algo nos falta buscamos un reemplazo, no necesariamente igual al modelo anterior pero lo hacemos.
Por ejemplo, las drogas funcionan muchas veces para esto, el refugio y la paz que erróneamente muchas personas pueden encontrar en ella son pues el reemplazo al cariño, al afecto, a la capacidad de lidiar con los problemas y la cura a las carencias que cargan.
Si tengo hambre y me provoca una hamburguesa, simplemente reemplazo y me como una manzana. Sé que no es lo mismo, pero de alguna manera satisface mi necesidad y todos felices. ¿Realmente felices? O simplemente es un autoengaño que me dice es lo que tienes, o al menos en este caso, es lo más sano. Si me provoca fumar, me como un chicle. ¿Es reemplazo? sí, ¿me hace feliz? No. ¿Es bueno para mi salud? Indudablemente. Pero estoy cambiando algo por otra cosa como una suerte de premio consuelo.
¿Qué ocurre cuando hacemos lo mismo con los afectos? Esa famosa frase: un clavo saca a otro clavo, por ejemplo. Complicado sobre todo porque a veces reemplazamos a un novio con otro novio, a un mejor amigo con otro amigo, y peor aún a otros seres que en nuestras vidas han ocupado un lugar irremplazable y pretendemos hacerlo con otras personas.
Recuerdo como una lección de vida, cuando tomé la decisión de ligarme las trompas para no tener más hijos, tenía 35 años y para la mayoría de la gente que me rodeaba le parecía una decisión temprana. Sin embargo, mi ginecólogo me hizo una pregunta dura y sumamente inteligente: ¿si pierdes a alguno de tus hijos, tendrías un hijo más? Y agregó: porque si piensas así quiere decir que estás viendo a tus hijos como objetos y eso no es bueno. Pero igual tienes que plantearte la pregunta. Yo respetaré tu decisión. Me operé, desde luego.
Como ejemplo más encarnado pienso en Electra, uno de los personajes griegos más ricos de la tragedia clásica es la dueña de un famoso complejo (así como Edipo lo es del suyo). Es la versión del amor patológico que una niña siente por su padre y que de adulta, le es imposible superar. Electra en una de las tragedias que le rinden homenaje al mito completo pronuncia una frase contundente y lapidaria: Si mi marido muriera, puedo casarme de nuevo y tener OTRO marido, si mi hijo muriera, puedo concebir de nuevo y tener OTRO hijo. Pero el que ha matado a mi padre no se dio cuenta de que es irrecuperable .
Aquí no caben los reemplazos, aunque algunas mujeres con pena vuelquen el amor de hijas en sus maridos o peor aún, busquen a hombres parecidos a sus padres para seguir con esta relación patológica.
Los reemplazos emocionales son más peligrosos de todos. Ernesto Sábato (el penúltimo de doce hermanos) decía que él nunca entendería por qué le pusieron el mismo nombre de su hermano mayor muerto. EL no había llegado para reemplazar a nadie.

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