Veo ahora a los adolescentes más despreocupados si comparo cuando yo lo fui. Es cierto que han pasado treinta años desde ello (¡el que se deprime, pierde!) pero es cierto también que somos nosotros los padres de aquellos. Muchos pensarán que la vaca se olvida cuando fue ternera. Pero en todo caso, simplemente baso mis conclusiones en lo que observo.
Uno de los aspectos que llama mi atención es el afán obsesivo (cuasi redundante) de vivir el presente, un carpe diem mal entendido, un a gozar a gozar que el mundo se va a acabar… y muchas otras frases más que se me pasan por la cabeza.
La vida corre ahora tan rápido que todo es delivery, todo es descartable, la calidad se ha perdido, esos objetos que duraban literalmente años ahora simplemente son reemplazables en un abrir y cerrar de ojos. Se vive y se disfruta lo inmediato, sin reflexión, y con un egoísmo enorme, una soberbia que asusta y una conducta sin límites que llega a cobrar más días. Se confunde la complicidad con la solidaridad…
No obstante, somos un producto de nuestro tiempos, del tipo de sociedad en la que hemos elegido vivir, y aunque es cierto que hacemos esfuerzos enormes por darle a nuestros hijos ciertos valores básicos que nos hacen más humanos que otros, estos tienen que ser a prueba de balas emocionales que impidan que la masa de amigos o la violencia delincuencial que se vive en la calle, echen por tierra nuestras lecciones.
Ismael Serrano, gran cantautor español dice en una de sus canciones: no hay derecho a tener que vivir con miedo. Y es que no hay derecho. Y yo tengo miedo por esos chicos que no miden el daño colateral de sus actos, que creen que la vida que sus padres les han dado se la merecen per se y que todos los que los rodean deben reconocerlo. Tengo miedo de esos chicos, ese pequeño porcentaje de chicos, porque en qué tipo de adulto se convertirán el día de mañana… puesto que finalmente el destino de un país puede estar en manos de esta generación en algún momento.
Esta idea de vivir el hoy porque el mañana es incierto; o cuando sea grande no voy a poder hacer nada de esto -palabras literales de un adolescente- se ha convertido en una papa caliente llena de la irresponsabilidad por la falta de límites en un momento indicado.
Uno de los aspectos que llama mi atención es el afán obsesivo (cuasi redundante) de vivir el presente, un carpe diem mal entendido, un a gozar a gozar que el mundo se va a acabar… y muchas otras frases más que se me pasan por la cabeza.
La vida corre ahora tan rápido que todo es delivery, todo es descartable, la calidad se ha perdido, esos objetos que duraban literalmente años ahora simplemente son reemplazables en un abrir y cerrar de ojos. Se vive y se disfruta lo inmediato, sin reflexión, y con un egoísmo enorme, una soberbia que asusta y una conducta sin límites que llega a cobrar más días. Se confunde la complicidad con la solidaridad…
No obstante, somos un producto de nuestro tiempos, del tipo de sociedad en la que hemos elegido vivir, y aunque es cierto que hacemos esfuerzos enormes por darle a nuestros hijos ciertos valores básicos que nos hacen más humanos que otros, estos tienen que ser a prueba de balas emocionales que impidan que la masa de amigos o la violencia delincuencial que se vive en la calle, echen por tierra nuestras lecciones.
Ismael Serrano, gran cantautor español dice en una de sus canciones: no hay derecho a tener que vivir con miedo. Y es que no hay derecho. Y yo tengo miedo por esos chicos que no miden el daño colateral de sus actos, que creen que la vida que sus padres les han dado se la merecen per se y que todos los que los rodean deben reconocerlo. Tengo miedo de esos chicos, ese pequeño porcentaje de chicos, porque en qué tipo de adulto se convertirán el día de mañana… puesto que finalmente el destino de un país puede estar en manos de esta generación en algún momento.
Esta idea de vivir el hoy porque el mañana es incierto; o cuando sea grande no voy a poder hacer nada de esto -palabras literales de un adolescente- se ha convertido en una papa caliente llena de la irresponsabilidad por la falta de límites en un momento indicado.
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