lunes, enero 11, 2010

El amor, ese bicho raro...


Ayer domingo, leí la columna que publica periódicamente Rosa Montero en El Comercio, y como siempre me ocurre terminé de leerlo gratificada, puesto que como suele suceder toca temas de forma humana, sin parafernalia, con transparencia. Simplemente, dice lo que piensa.

La idea central gira alrededor del derecho a enamorarse que tiene la gente, especialmente las personas que cruzan la barrera de lo que hoy puede considerarse la “tercera edad”, y efectivamente hay una especie de prejuicio para poder aceptar que uno puede REALMENTE enamorarse después de unos ciertos años. Alguna vez, inclusive les comenté que hay estudios científicos en los que “se ha medido que el amor/pasión dura unos dos años y nada más”… y me parecen lo más ridículo del mundo. Como si el amor fuera medible.

Para muchos puede resultar ridícula la idea de ver enamorada a una persona adulta, cuajada, tal vez retirada, tal vez con nietos, Y en este pensamiento incluyo a los que viven enamorados de SU pareja a través de los años y conservan el amor/pasión más allá de veinticuatro meses o a los que por algún azar de la vida están empezando a vivir una nueva relación, y brillan con su propia luz.

¿No es posible sufrir como adolescentes, como bien dice Montero, sin recibir la burla de los demás? o ¿tener mariposas en el estómago esperando una llamada, sufrir por el desprecio de la persona amada, dejar todo lo que uno está haciendo para encontrarse con el ser amado, sentir el dragón de los celos como quinceañeros inseguros? ¿Es un sentimiento exclusivo de una determinada edad? Porque si lo fuera, tendríamos que eliminar de la literatura toneladas de poemas escritos por poetas maduros y sensibles que expresaban y expresan sus reales sentimientos producidos por este complejo bicho llamado amor.
Los adolescentes ponen cara de asco cuando se les pasa por la cabeza que sus padres pueden seguir teniendo relaciones sexuales, “los padres no hacen eso”. Ponen menos cara de asco cuando son conscientes del amor que existe en el mundo adulto, pero les parece igual de ridículo o fuera de lugar. Y tal vez por este mismo prejuicio, los adultos mismos terminan burlándose del comportamiento errático o inseguro de algún conocido que se reconoce como un enamorado o que sufre en nombre del amor. Inclusive juzgan a aquellas parejas que tienen muestras de amor -sin ser escandalosas ni disforzadas- por considerarlas atemporales. No obstante, habría pues que recordar que el amor, nunca pasa de moda (y el sufrir, tampoco). La diferencia quizás esté en el dramatismo propio de los adolescentes y la supuesta sensatez del adulto, que a veces… se pierde.
Que se ame a cualquier edad, que se sienta pasión a cualquier edad, que se sufra, que se goce es plausible, válido y humano. Creo que lo que al mundo adulto le termina incomodando es el circo del dramatismo y disfuerzo puesto que tal vez corresponda más al mundo adolescente, es de ellos, a ellos les pertenece.

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