Actualmente estamos rodeados de términos muy vinculados a la economía: devaluación, inflación, crisis financiera, deuda, déficit, interés… Inclusive, en nuestras diarias conversaciones siempre sale a relucir frases alusivas como “no me sobrevalores”, “estoy en crisis”, “compadre, estoy en deuda contigo”.
Sin embargo, hay un término que especialmente detiene mi reflexión y me lleva a pensar en cómo su original significado se ha “devaluado”. La palabra INTERÉS. Según mi amigo el DRAE, este término viene del latín: interesse, importar. Pero si observamos la cantidad de significados de esta palabra veremos que son más de seis, y que solo uno dice: inclinación del ánimo hacia un objeto, una persona, una narración, etc. Los otros cinco tienen que ver con el campo de la economía.
¿Dónde quedó el interés por alguien? Perdido entre tantos conceptos materialistas del gran diccionario, en el uso cotidiano de los reportes de los bancos, en la economía callejera de la que todos somos maestros. ¿El interés por el otro, el que mi ánimo se incline con especial devoción hacia un amigo, hacia los hijos, hacia la pareja, se mueve también por un deseo inconsciente de recibir un porcentaje de cariño a cambio?
A veces considero que cada vez se va reduciendo el número de personas que tiene interés por las otras, el guardarlo es señal de los tiempos que vivimos. Tenemos que ahorrar, no podemos gastar mucho…
Ahora, como los seres humanos somos por naturaleza contradictorios, justamente lo que sentimos por los demás es, como debería, un afecto desinteresado, léase: DES-interesado que no busca ganancias. Y en ese mismo concepto funciona una gran contradicción porque mi interés por el otro debe ser desinteresado. Y en este juego de palabras si soy desinteresada no siento interés por nada…
Resuelvan el misterio y muestren interés real, humano… es el mejor capital que tenemos.
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