para Maco, todos sabemos por qué
Uno suele advertir a los hijos de tomar ciertas precauciones en casa, puesto que los accidentes domésticos suelen tener consecuencias más graves que lo que uno cree. Entonces, ocurrió: la hija de María y Juan rodó por la escalera golpeándose directamente la parte posterior de la cabeza de manera contundente. Acto seguido: náuseas, ganas de vomitar, segundos sin conocimiento y luego todo perfecto. Como si nada hubiera pasado.
María y Juan que a pesar de considerarse unos padres solícitos a las necesidades emocionales de sus hijos sin ser unos fanáticos, comprobaron el estado físico de vástaga, la monitorearon todo el día y dieron por sentado que la cosa estaba bien. No obstante, cada uno en su interior se preguntaba si esto no llegaría a mayores, si tal vez era exagerado llevarla a la Clínica, pero finalmente un chinchón cualquier ser humano lo tiene en la vida y tener 19 años no es lo mismo que tener 2 años cuando ante cualquier moco ya estamos jodiendo al pediatra. Entonces no había que exagerar...
No obstante, María y Juan no contaban con la presencia de “outsider” que como un Pepe Grillo enamorado apareció en la noche a preguntarles a boca de jarro si no pensaban lleva a la criatura a la clínica a primera hora del día siguiente. -¿Clínica? -preguntó María, -¿tú crees?- mientras Juan la miraba con la misma sorpresa compartiendo la quasi imposición del enamorado en cuestión. Seguramente el “outsider” pensaría: ¿y esta niña como ha logrado sobrevivir con estos padres?
María y Juan casi ni durmieron: María decidió que la hija dormiría con ella y le vigiló, como en sus primeros días de nacida, la cadencia de su cuerpo mientras el dulce sueño la envolvía. La levantó a las 7 am y se la llevó a la Clínica para una tomografía de ley. Diagnóstico: contractura muscular en el cuello, uso de collarín cuatro días y harta pepa.
La vástaga tiene su propia parte de la historia, puesto que -a sus quasi 20 años- lo que más le dolió no fue la caída, ni el tremendo chinchón categoría huevo de chocolate que le salió en la mitra, sino que el médico – al ver su aspecto menudo y ataviado con su polo de pijama de Campanita- le preguntara: ¿Cómo te caíste hijita?... ¿ jugando?
Veredicto: María y Juan culpables.
2 comentarios:
Morí de risa!
Hola Claudia,
Entiendo a la hija de María. Yo pasé por una situación similar. A los 21 años, viajaba solo y en Migraciones del aeropuerto me pidieron mi Permiso Notarial. Le dije que tenía 21 años. No me creyó. Le di mi Libreta Electoral. Lo miró incrédulo. Tomó un lápiz y papel para hacer la resta 1994-1973. "Ah, tienes 21. Pasa"
Eso nos pasa a los "chicos".
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