lunes, mayo 17, 2010

Violación de domicilio


He estado unos días de vacaciones; en ellos, como siempre mi mayor placer es quedarme en mi casa. Leer, ordenar, leer, ver tv, leer, escuchar música, webear, entre otros ocios maravillosos de la vida. Sin embargo, como muchos de ustedes saben soy una víctima más del crecimiento urbano limeño y la construcción que tengo al lado tomó una fuerza y rapidez porque YA quieren acabar.


Mi dormitorio -atalaya y refugio- tiene una terraza que colinda con una de las paredes laterales de dicho proyecto. Ahora, que ya pasaron el segundo piso, los obreros están instalados sobre mi vida. Ello me ha obligado a que durante estos últimos días esté con todas las ventanas y cortinas cerradas -casi pegadas con masking tape a las paredes-. En estos soleados días de otoño, no he podido disfrutar del sol, ni el excepcional cielo celeste en Lima. Detrás de las cortinas he estado disfrutando de mi refugio en el total color beige del tapasol.


El ruido de los martillos, desde las 7:15 am no han logrado realmente molestarme. El silbato del refrigerio entre 12 y 1 de la tarde hasta me acompaña. Los pum pum, pom, bam, y todas las onomatopeyas que se les puede cruzar por la cabeza no son definitivamente ruidos que puedan llegar a alterar mi equilibrio emocional. Son justamente ruidos, producidos por objetos inanimados que producen ciertas cadencias sonoras rutinarias, entendibles, casi como zonzontes acompasados.


No obstante, hoy me di cuenta que hay un detalle que realmente me "saca del cuadro", me hace sentir vulnerable, invadida, y por qué no... hasta desprotegida. Escuchar las voces de los obreros, sus conversaciones dentro de mi casa, me producen una sensación de malestar que no puedo describir. Quizás les parezca una tontería, quizás una suerte de delirio de persecución, pero las voces son el testimonio real de la presencia de unos extraños que están trabajando, que están ahí. Unos extraños que sin querer me hacer copartícipe de sus diálogos que van más allá de "pásame un ladrillo" ...


Sin querer yo invado su privacidad al oírlos, pero ellos invaden la mía, la presencia de sus voces invaden mi domicilio todos los días...al menos, el tiempo que dure este proyecto.

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