miércoles, diciembre 28, 2011

... y se viene nuevamente!



La vida del ser humano se mide en tiempo, edad, década, generación, día, noche y vivimos dependientes de los relojes de una manera casi (por ser elegante) vital. Por ello, no me libro, como suele ocurrir, de terminar el año con una reflexión sobre empezar un período nuevo según marca el calendario occidental. Si viviéramos en la China, escribiría esto en enero y estaríamos dando inicio a la era del Dragón.


Para mí, los 31 de diciembre desde hace cuatro años me generan sentimientos encontrados: recuerdo el día que mi mamá se fue físicamente, y a la vez me llena el entusiasmo de empezar la agenda nueva, las vacaciones, los proyectos que voy preparando. Juntando ambos puntos pienso en mi madre y su búsqueda de los calzones amarillos, en la compra de ruda, en las doce uvas, en la luz de Bengala y todo, efectivamente, ese entusiasmo que ponía especialmente en despedir el Año (ese recuerdo lo tengo más marcado que su celebración navideña… del que casi no tengo).


No sé si empezar un año nuevo necesita tanta cábala, persignarse, o hacer una lista de buenos propósitos. Creo que sería más útil tomar aire y asumir que hay que seguir capeando los temporales que simplemente nos llegan. Algunos más movidos que otros. El calendario no los cambia, suele engañar a nuestros cerebros y corazones, quienes ilusamente pensamos en que esos buenos propósitos se harán realidad en pleno a finales del año… Bien por lo que los logran.

Dicen que “lo mejor es enemigo de lo bueno”, por lo que solo tratemos de cumplir con lo bueno… una vez logramos, aspiremos a más (hacia junio, por ejemplo).

Mi jardinero, que es un hombre recontra sabio, al que JC ha bautizado como “el filósofo Fidel”, tiene esta sentencia que me parece espectacular: “renovar es vivir”.

¿Qué más?: reciclar, resetear, renovar, renacer, reacomodar, reubicar, repensar, reelaborar, recrear… Vean ustedes cómo podemos aplicar la sentencia de Fidel en este 2012.

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