martes, abril 10, 2012

El mito del eterno retorno

Todos los años tengo el gusto de conversar con mis alumnos sobre el maravilloso tema (y todo lo que implica) de la literatura griega. Ellos, con sus acertadas participaciones, van enriqueciendo las historias y coincidimos en que la Mitología, y en general la cultura griega tiene la capacidad de generar una deliciosa atracción siglo tras siglo. Uno de los detalles que captó mi atención el otro día, fue la preocupación de un muchacho que me preguntaba cómo Penélope había podido esperar tanto tiempo a Ulises confiando en que seguía vivo (también preocupado porque Ulises le había sido infiel con Circe y Calypso).
Luego empecé a recordar canciones que de alguna manera versan sobre el tema. Cercanas está Penélope que inmortalizo el gran Joan Manuel Serrat, luego adoptó para las nuevas generaciones Diego Torres. Hoy escuchaba "En el muelle de San Blas" de Maná, y ahí fue que pensé en la idea de escribir esta publicación -mientras el cd de Maná sigue su curso- . La primera dice:


Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.
Penélope
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.




Los del grupo Maná, manejan la versión de la mujer que siempre espera de una manera similar, puesto que también está mirando el puerto para ver si el barco en el que se fue el amor de su vida aparecerá en algún momento. Como nuestra inmortal Penélope de Itaca.


y el tiempo escurrióy sus ojos se le llenaron

de amaneceresy del mar se enamoró

y su cuerpo se enraizóen el muelle

sola.. sola en el olvidosol

.. sola con su espíritu

sola... con su amor el mar

su cabello se blanqueó

pero ningún barco a su amor le devolvía


También encuentro paseando en la web otra canción con una idea diferente pero que tiene que ver con el mismo concepto de espera del Grupo Nach (desconocido para mí, pues debo ser sincera)

Tanta espera no te deja recordar quién eras,
pierdes la nocion del tiempo (...)
poco a poco empiezas a comprender
que no eres la mitad de la mujer que fuiste ayer.
Penelope.

¿Qué hay detrás de la espera? El amor, era la respuesta de mis alumnos, el miedo, la resignación, la esperanza, son tantos los sentimientos que se nombraron alrededor de este tema. La angustia a pensar en la muerte del ser amado, y resultaba menos doloroso -al no haber certeza alguna- refugiarse en el pensamiento de su llegada.

Yo pensaba en las Penélopes de carne y hueso y menos literarias o en versiones masculinas. Algunos de mis contemporáneos tal vez recuerden a ese señor que deambulaba en el Parque Kennedy durante año, a la altura del antiguo restaurant Roxi (Diagonal) que esperaba todas las tardes a su novia. La primera vez que yo lo vi tendría unos siete años, cenábamos con mis padres en la Pizzería de Diagonal y él tomaba un plato de sopa, barba cana poblada, terno gris, mirada perdida y hablaba solo. Ahí fue que mi padre, antiguo miraflorino, me contó la historia de este señor que mientras esperaba una tarde a la novia fue testigo de su atropello y muerte inmediata.

El dolor evidente lo marcó de por vida, se volvió el Penélope de la historia y siguió por décadas esperando a la hora pactada a su amor.

Mi memoria literaria ya ha empezado a tracionarme, pero tal vez alguno de mis lectores habrán alguna vez leido un cuento de Julio Ramón Ribeyro en el que inmortaliza a este caballero. Si alguien tiene el dato le ruego me lo pase.

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