martes, abril 24, 2012

La niña y su silla roja

Hace muchos muchos años había una niña de pelo corto y cerquillo, que era tan pero tan pequeñita que antes de almorzar cuando había que lavarse las manos no tenía mejor idea que hacerlo en el water del baño para las visitas. Treparse al lavamanos era todo una proeza puesto que como era gordita la barriguita que ostentaba era un obstáculo insalvable y el borde de pepelma le terminaba apretando la huata. Su madre, conocedora de su hija y de lo traviesita que podía ser, siempre hacía la pregunta de ley: "Gordita, ¿dónde te has lavado las manos?". Lo que obligaba a la pequeña a sufrir la trepada al Everest... pero la mami a veces se olvidaba, o no estaba y ella, podía disfrutar del chapoteo en esa gigantesca taza color verde nilo.


No obstante, había que buscar el remedio del problema porque por más limpio que estuviera el inodoro, era "políticamente incorrecto" que el hábito de limpieza de esta niña siguiera así. Solución: comprarle a la pequeña una silla en la que además de sentarse para departir con los adultos fuera un vehículo para que no tuviera excusas y usara debidamente el lavamanos. La silla de madera y paja fue pintada de rojo: ¡El mejor regalo! ¡Las llaves del reino! ahora la niña de pelo corto y cerquillo arrastraba su nueva propiedad por toda la casa y urgaba en cuanto lugar, hasta ese momento le había sido inaccesible. De todos ellos, había uno en especial por el que tenía una especial fascinación.


El cajón de la cómoda de su madre era la "mina del Rey Salomón", aunque para ella -fanática de los cuentos infantiles- era la cueva de los 40 ladrones y la niña se sentía Alí Babá. Cajas, cajitas, chocolates, cajas de chicles, llaves, libretas, tarjetas de presentación, papelitos de todos los colores, fotos carné. Recuerdos a mil: los públicos y hasta los privados que la niña calló por años... porque fueron los años los que le dieron sentido, especialmente a una vieja agenda de cartera en la que la madre anotaba sus vivencia dolorosas... -vendrá algún día la historia-.


La silla roja tenía un problema: dejaba huella donde la apoyara y la cómoda era blanca... semanas después el cueva de los 40 ladrones se cerró con una llave, que la niña no demoró mucho en encontrar... y en ese momento, aprendió a apoyar la silla sobre la marca anterior que su silla ya había dejado... El mundo podría, por un tiempo, seguir estando a su alcance.


1 comentario:

maka dijo...

Que linda historia Claudia!
Creo que todos hemos alguna vez encontrado un cajón así, lleno de "secretos" que no puedes dejar de visitar y visitar, aunque sea a escondidas. Con mis primos teníamos uno así en la casa de mis abuelos y me acuerdo que nos podíamos quedar horas viendo las fotos y demás cosas que en verdad no entendíamos jajaja.