Versa el dicho: “Dios los crea y ellos se juntan” pero en nuestro caso, podríamos tomar la licencia de decir “Dios nos creó, yo crié y
con ella me junté”. El cuento es que ahora que mi hija se ha ido por seis meses
a vivir a la Madre Patria que nos parió, estoy considerando hacerle un
altarcillo a Steve Jacobs en conjunto con Bill Gates, y muy a pesar mío a
Movistar, con su Blackberry incluido. También cuentan con un espacioso lugar en
el altar todas las personas (Sandra, Ricardo, Maka, Diego F,) e instituciones
(por ahora Renfe) que se han alineado para que hasta el momento la aventura que
ya tiene diez días en curso vaya resultando exitosa. Faltan 163 días, chesu!.
Por ahora andamos medio frustradas porque resulta que en su
barrio se ha caído el Internet. Seguro que fue en su barrio donde empezó la caída
del euro o sea que hay que tener cuidado si demora mucho en restablecerse la
conexión.
La cosa es que el día que la pequeña llegó a la gran ciudad
de Barcelona, no tenía mapa de la ciudad. Detalle que no calculó porque cómo
haríamos para ubicarnos en una ciudad enorme si no sabemos dónde estamos
paradas (uso el plural porque por razones obvias, lo que sienta ella lo voy a
sentir yo). Seguramente estaba confiadaza en que en Google Maps encontraría la
solución a su desubicación… pero se jorobó por el problema anteriormente
explicado.
Barajando opciones, me iba contando por el bbm (Blackberry Messenger,
para los no usuarios) cómo era su “piso”, me mandó foto de su cuarto tamaño
huevito de codorniz y todo lo que se pueden imaginar. Serían las seis de la
tarde de allá cuando le pregunté si había almorzado…
Madre: No empieces a descuidar tu alimentación, y anda a buscar algo de comer.
Hija: Es que no sé dónde puede haber un CarrefourMadre: No tienes Mapa?
Hija: Noooooooooooooo
Madre: tarada! ¿Y ahora?
Hija: ¿puedes buscarme en internet cuál tengo cerca?
Madre: ¿cómo se llamaba tu calle?
Computadora/
Bberry y dosis de angustia encima lograron que a 500 mil kms de distancia
cumpliéramos con el objetivo. Cómo he valorado la tecnología. Además, descubrí
que no solo podía encontrar donde ir sino que además podía pasar del google map
al google satellite y “caminar” por la calle con una flechita que me iba
diciendo en dónde andaba. Entró al Metro, salió donde debía y antes de llegar a
un Carrefour encontró un Opencor, que era más pitucón y donde confirmó que el
costo de vida es recaro en el viejo continente. En fin: cenamos fideos con
aceite de oliva! Al día siguiente almorzamos lo mismo, por siacaso.
Vamos cinco
días sin internet, aunque ya se metió a un Starbucks con wifi y eso ha
permitido enviar señales de humo más extensas que un chat. Nos comunicamos como
cuatro veces al día y nos sentimos cerca. Espero tener pronto en el Skype y
poder ver su carita, pero por ahora me conformo con que ella esté tranquila y
bien alimentada.
Claro que en
mi real imaginario me hubiera encantado que la pequeña tuviera un chip de
ubicación incrustado en su cuero cabelludo para ir monitoreando cada uno de su
movimientos… pero too much, no?
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