martes, septiembre 18, 2012

Aquellas pequeñas cosas

El otro día conversaba con una amiga sobre toda aquella información que tenemos archivada en nuestro disco duro. El cerebro (y el alma) son tan similares a una computadora, aunque he debido decirlo al revés, que cuando tenemos muchas cosas en la cabeza nos volvemos lentos, nos olvidamos las cosas: muchos "files" abiertos.
 
El cerebro tiene sus mecanismos de defensa: ayudamemorias, libretas, organización, buscar un asistente. Una agenda sirve, y desde luego: la maravillosa computadora.
 
Con el alma es más complicado puesto que hay que manejar  angustias, ansiedades, fantasías catastróficas, miedos tontos, en fin. Cada uno debe tener alguna lista por ahí que pueda coincidir. No obstante, se puede tener la sabiduría y valor de saber organizar estos sentimientos y pensamientos para que no nos asalten en el momento menos indicado. Llegar a la paz interior es una búsqueda que no termina, el asunto es tener la valentía de empezar a recorrer el camino reconociendo que necesitamos emprenderlo.

La conversación se cerró recordando una maravillosa canción de Serrat:

Aquellas pequeñas cosas
 
Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas

que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.

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