martes, agosto 28, 2012

Derecho a herencia

Nadie dijo que criar hijos es fácil. Los mil y un manuales que se han escrito son una quimera, puesto que es la única “ciencia” que en verdad se aprende sobre el caballo, a caballo, como caballo: te subes al caballo y no te bajas más.
Es cierto también que el sentido común te tiene que ayudar a sobrevivir, y ahí tenemos nuestras fallas (varias, lo más probable). Sin embargo, una pregunta que en algún momento se debe hacer cada padre o madre que pisa esta Tierra, bastante deteriorada, es qué herencia les vamos a dejar.
La palabra herencia, hoy la vinculamos con dinero, propiedades, entre otras cosas materiales. Debe ser porque antiguamente significó “bienes pertenecientes a alguno por cualquier concepto y “dependencia de un lugar”. Hacia finales del siglo X: “cosas vinculadas” Esa es la que me gusta.
Hoy, estuve pensando en la herencia que pretendían dejar los padres de Julieta y de Romeo, porque a pesar de que el tiempo ha pasado los comportamientos de estos se repiten de uno u otro modo. Cargamos a nuestros hijos con el peso enorme de nuestros afectos, puesto que queremos que quieran como nosotros queremos y queremos que odien como nosotros odiamos (yéndome al extremo desde luego).
Imponer un sentimiento es una tarea incansable. Ello me hace recordar esa viñeta de Quino en donde la madre hace que Guille le dé un beso a una señora en la calle, y el pobre pequeño siente que está besando a un horrible rinoceronte…la metáfora es genial.
No podemos, no debemos cometer la insensatez de molestarnos con nuestros hijos porque no sienten como nosotros. No son envases que nosotros llenamos de emociones procesadas por nosotros, de heridas abiertas, de amores entrañables. Ellos tienen que tener la libertad de querer a quien quieran, de librar sus propias batallas, de deliberar, de rechazar o aceptar.
En los sentimientos es complicado tomar partido. Me pregunto: ¿cuántos, desde nuestro lugar de hijos, hemos abandonado una amistad, un pariente, un vecino, solo porque cayó en desgracia de nuestros padres? ¿cuántos, desde nuestro rol de padres, pretendemos que nuestros hijos sean “solidarios” con nuestra causa (que lo más probable no sea tan dramática ni profunda)? ¿cuántos estamos entrampados en un torbellino de sentimientos encontrados y rencores polvorientos, e inoculamos a los chicos con los virus que nos consumen?
Carguemos solos nuestras querencias, ellos tienen las propias.

jueves, agosto 23, 2012

...y llegó el día

No puedo dejar de escribir este post porque entonces no sería yo. No sería madre, no sería la mujer que en este momento se está debatiendo entre la alegría, el entusiasmo, la ansiedad y la tristeza. Puesto que hoy, pongo a prueba algo que siempre he predicado: no somos dueños de la vida de nadie... ni siquiera de la nuestra.

Hoy acepto una vez más, públicamente, que no soy dueña de la vida de mis hijos. Claro, es contradictorio, ya que fui yo la que se las dio. Hoy acepto una vez más, que la vida que alguna vez me perteneció durante nueve meses menos un día, no es mi vida: es de ella. Hoy acepto una vez que ese cordón que cortaron allá por el año 1990 marcará una distancia mayor: diez mil kilómetros. DIEZ MIL! Es un escándalo, es un horror, es un segundo en el Skype.

Mi chiquita se me va. Echa vuelo y se me va. Abre alas a un mundo que la espera ávido para darse un revolcón conjunto. Abre brazos para fundirse en un abrazo que le devolverá en cada poro un fragmento de cultura milenaria, un fragmento cosmopolita, una gota, un suspiro, un trozo de pan.

No soy dueña de su vida, jamás he pretendido serlo -aunque ella a veces así lo sienta- pero el recuerdo carnal de haberla tenido en mi vientre pateando, moviéndose, dispuesta a absorber cada molécula me da cierta prioridad de ser la primera de la fila en tener estos sentimientos encontrados. Sigue siendo tan mí que si  ella gana, yo gano; si ella llora, yo lloro; y cuando ríe no hay música más maravillosa para mis oídos, igual de maravillosa que cuando ríen a coro los dos... No obstante, no soy dueña de sus vidas: ni de la ella y de la su hermano.
Anda, corre y vuela Mica, el mundo es tuyo: chápatelo que te espera!

jueves, agosto 16, 2012

Parece que fuera antes de ayer, y van 24!


... del gran Drexler

Antes de mí tú no eras tú,
antes de ti yo no era yo,
Antes de ser nosotros dos
no había ninguno de los dos.

Antes de ser parte de mí,
antes de darte a conocer
tú no eras tú y yo no era yo,
parece que fuera antes de ayer.


Antes que nada
yo quiero aclarar
que no es que estuviera,
tampoco pasándolo mal antes.

Pero algo de mí, yo no supe ver
hasta que no me lo mostró,
algo de ti, que quiero creer
que nadie vio antes que yo
Después de todo
lo que quiero es decir
que no entiendo como podía vivir antes.

martes, agosto 07, 2012

Mutatis mutandis


Dentro de poco me mudaré. Después de cuarentaiocho años de vivir en lo fue la casa de mis padres, la casa de mi madre y luego mi casa, salgo con mi familia a emprender una nueva vida: cambiando lo que corresponde.
Muchas personas cercanas me han preguntado si no me da pena dejar esta casa, y esta madrugada insomne pienso que mientras el tiempo corre y la fecha (todavía inexacta) se va acercando son los sentimientos encontrados los que predominan en mí: el entusiasmo por la novedad, lo estrictamente nuestro, poner el marcador en cero. La melancolía de empacar una vida llena de recuerdos alegres, tristes, eufóricos y dolorosos.
Esta casa la construyeron mis padres y trataron de vivir la fantasía de ser felices para siempre. Esta casa fue motivo de ilusión, dedicación, de  querella, de lágrimas, de rencores encontrados y en ella murió mi madre.  En ella crecí, nacieron mis hijos,  los he visto convertirse en jóvenes adultos. Y sobre todo, esta casa sigue siendo testigo de la diaria labor de echarle leña al fuego del amor para que no se extinga: trabajando en mantener viva la fantasía de ser felices para siempre.

Y se mueven cosas, papeles, papeles, papeles, libros, libros, libros, libros, y más libros. Alberto Bedoya (y tomo la libertad de citarlo por ser un hombre transparente, honesto y directo) quien ha comprado la casa y ha construido el nuevo lugar al que nos iremos, me hizo un pedido en la primera entrevista que tuvimos: "por favor, no lean tanto…." Hombre sabio, pues ahora me rompo la cabeza pensando cómo me voy a llevar todos los ejemplares que de los que NO voy a deshacerme,  es como cortarnos una mano. Eso sí me produce angustia y como hoy: me quita el sueño.

Pero ustedes preguntarán qué hace esta imagen junto a este post. Pues, también hay fotos, fotos y fotos. Algunas cuya existencia acabo de descubrir: en 1964, el año que nos mudamos a esta casa yo tenía un año. Pocas de las fotos que estamos juntos y solos, otra de las cosas que me ha movido emocionalmente. Mi padre me tiene en brazos en la terraza de su lugar favorito: el jardín -luego del divorcio de mis padres, él no volvió a entrar más de quince años después, y lo primero que hizo después de romper el hielo inicial, fue pararse en el jardín, contemplar su obra, una de sus vocaciones preferidas-. Encontrar esta foto es su saludo y despedida.

Me hubiera gustado hallar una foto similar con mi madre puesto que defendió esta casa con uñas y dientes, no entraré en los morbosos detalles. Hace cinco años me la regaló, y gracias a ello es que el mutatis mutandis toma fuerza. Cambiaremos porque ya corresponde. Le cumplí la promesa fundamental que le había hecho y guardamos en un pacto de silencio.