Cuando acaba el año escolar suelo
tener una última clase especial con mis chicos y en especial con los de 3ero de media. Escojo esa
promoción porque los de 5to tienen otro chip –además de haberse ido antes- y
los de 4to ya están pensando que falta poco para acabar el colegio.
Para mí, 3ero es un grado
especial. Recibo a un grupo nuevo y busco encaramelarlos con el bichito de la
lectura. A veces lo logro. Trabajo cada día por hacerles entender cuán
importante es leer. Cada año es más duro. Ello, por mil y un razones que sobran
analizar. Hoy, cerrando el año les puse en pantalla (Smart Board) una lista de
los que yo consideraba los Top Ten clásicos de la literatura universal y que
habíamos revisado de una u otra manera durante el año.
Sin embargo, mientras que mi
discurso iba planeado a decirles que en
algún momento de sus vidas leyeran esas obras, me di cuenta que el mundo que
cada uno de mis alumnos vivía estaba reflejado en la pantalla. Mi hoja de ruta
cambió. Aquí va la idea general de lo que les dije.
A los quince años uno sabe que
falta mucho por vivir, pero cree que lo ha vivido todo. Solemos decir que los
adolescentes no saben lo que es la vida, pero a veces no somos capaces de
recordar que a esa edad un problema puede ser una tragedia griega. La
vulnerabilidad y la sensibilidad están a flor de piel, y al igual que en “La
divina comedia” alguno de mis alumnos puede pasar del Infierno al Purgatorio y
de ahí al Paraíso.
Otro de mis chiquillos puede
sentir tanta culpa como Ralkolnikov en “Crimen y castigo” o ser tan malévolos
como Yago en “Otelo”. Puede haber sufrido enormemente por la separación de sus
padres léase Karenin y Anna. Un adolescente puede tener grandes sueños como Don
Quijote o ser tan campechanos como Sancho.
Más de uno vivirá su miseria cada
vez que está sentado en un salón de clase o soñará con salir adelante
emocionalmente a pesar de todo lo que lo rodee, como Jean Valjean. Más de uno tendrá una madre intransigente, más
de uno y querrá patear el tablero de lo correcto como en las obras de García
Lorca.
Y la gran mayoría, seguramente, subirá a su
movilidad y se tragará todo el tráfico limeño deseando una sola cosa: llegar a
casa, como Ulises.
Eso le hice ver a los chicos:
el año que hemos recorrido en la literatura es un espejo de lo mismo que ellos
han vivido durante treintaiséis semanas. Emociones que se encuentran en esas
obras. En la última hora de clase tenían que entender en la literatura está
nuestra esencia, nuestra humanidad. En ella sentimos, nos observamos y nos reconocemos una y otra vez.
1 comentario:
Muy linda clase miss... Pero faltó mencionar las perlas del año! ;)
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