martes, enero 29, 2013

Un recuerdo melancólico


Cuando era  niña y mi madre me llevaba a comprar zapatos sentía una gran ilusión. De pensar en salir de la tienda después de un largo proceso de selección era toda una historia. Recorríamos la avenida Larco y aunque generalmente acabábamos en Bata Rímac (puesto que así era el nombre original de los 70s) de igual forma recorríamos los anaqueles de Oeschle, Dinos y hasta de Almacenes Santa Catalina que tenía también una sección de calzado.

Una de las cosas que más recuerdo con clara nitidez era el hecho de sacarme el zapato que llevaba puesto y colocar el pie en una banqueta especial que tenía dos partes. Por un lado estaba el asiento donde se sentaba el vendedor (tapizado generalmente con marroquí color rojo) y por el otro: una tabla que formaba con el anterior un ángulo de 45° en donde uno colocaba su pie. Además, contaba con un detalle extra que era una suerte de medidor de talla. Iba desde el 35 hasta el 42 si mal no recuerdo.

Esa banqueta –que veo desaparecida en la actualidad-  tenía un encanto especial para mí, puesto que soñaba con llegar al tamaño mínimo (35) para poder usar zapatos de grande. Sin embargo, era igual; puesto que cuando el señor que atendía llegaba con el zapato nuevo para probármelo pasaba a otro procedimiento importante. Con sumo cuidado, se sentaba en la banqueta educadamente y te colocaba el zapato con mucha delicadeza. Por un lado, la mirada ilusionada de una niña que quizás compraba sus primeros zapatos de charol; por otro, la supervisión de la madre perfeccionista esperando por fin encontrar el calzado adecuado y acorde con el presupuesto planteado.

Quien lea esto podría pensar que suena casi a fetichismo, pero no. Estas líneas solo están llenas de melancolía.
Les explico. El otro día fui a la avenida Larco a buscar un par de sandalias cómodas para el verano.  Ahora, por cierto, hay zapatería por doquier. Durante mi caminata hice el enlace con la perdida época de mi infancia a la que he hecho referencia. En cada local que entraba busqué la banqueta inexistente. Uno se prueba el zapato, te agachas sola, te levantas sola, te pruebas sola. Inclusive, nadie te saluda y peor aún –cosa que me ocurrió- cuando necesitas ayuda de la dependiente, puede que esta se esté sacando alguna espinilla del rostro y ni note tu presencia.

Como diría Manrique: “todo tiempo pasado fue mejor”…

Pd. He tratado, investigado y puesto google de cabeza, y no he podido encontrar una imagen de esa famosa banca “pruebazapatos”.

miércoles, enero 23, 2013

La importancia del "borrador"


Como he indicado en el post anterior, la escultura es algo que me encanta. La clásica especialmente. No obstante soy una amante de la pintura, pasando por los antiguos lienzos hasta artistas contemporáneos de primera calidad. Creación pura, imaginación, trabajo arduo, capacidad de combinación… ¡Qué envidia!

Tuve la suerte de ver la exposición de “El joven Van Dyck” que –una ayudita por si no se acuerdan- fue alumno y amigo de Rubens, principios del siglo xvii. Destacan en él, principalmente, los retratos.

La muestra recogía más de cincuenta cuadros. Maravillosos, totalmente empapados de Renacimiento/Manierismo. Sin embargo, sin minimizar lo que vi debo confesar que una de las cosas más me llamó  la atención fueron los bocetos. Al lado de varias imágenes, habían colocado los “estudios” o bocetos que el pintor realizó en el proceso de culminar su obra.

Me encantó ver la génesis del cuadro, del carboncillo al óleo, del borrador a la obra, del cerebro al lienzo. Inclusive, se mostraban dos cuadros (pintados en etapas diferentes desde luego) sobre el mismo tema en que se percibían variaciones importantes: la ausencia de un personaje, la posición de una determinada extremidad, un gesto del rostro, entre otros.

Cuántos de esos bocetos, de cualquier pintor de cualquier época, acabaron en la basura. Sin pensar en lo absoluto que ESE primer producto es sumamente valioso. Al menos, para mí.

martes, enero 15, 2013

Bitácora de emociones


Después de haber estado tres semanas fuera de mi ciudad, seguramente muchos esperarán que haga una crónica de la aventura que ello supuso. No obstante, me resulta complicado resumir 21 días en un post y doblemente complicado hacer una suerte de cuaderno de bitácora para ir contando qué es lo que viví en cada lugar. De ahí que haya decidido hacer una muestra de lo que he considerado impactante, aquello que logró estremecerme por encima de lo esperado.
Los he colocado en una suerte de ranking… aunque podría empatar un par.
Arte greco-romano: no crean que llegué hasta Atenas… No obstante ese es un trabajo que me resolvieron los museos. El arte siempre me ha atraído, pero me ha llamado la atención por encima de la pintura clásica (que me parece espectacular) la escultura. Estos señores eran unos capos y una cosa es con guitarra y otra con cajón. Con los pocos elementos (tecnología que le llaman) que ellos tenían, son unos maestros en sacarle ESAS formas al mármol. Desde Grecia antigua hasta el Renacimiento italiano. Fascinación total, verlo en vivo y en directo.
Bóvedas y bóvedas: Es complicado hacer turismo mirando hacia arriba. Yo acabé con dolor de cuello. Qué fascinación por los techos, por favor! Me he preguntado: sería porque estos estaban más cerca de Dios? Sería porque era una obligación mirar al cielo? Sería que la gente pasaba más tiempo echado? O qué?
Nacho, el mozo escritor: En Año Nuevo, junto con nuestras grandes compañeras de viaje (Patti y Raquel) decidimos que como los chicos se iban a Plaza Cataluña a recibir el nuevo año, nosotros iríamos a cenar a algún lugar con un plan más tranquilo. En el Hotel nos recomendaron “De Ville”, un restaurant que estaba a pocas cuadras para ir caminando. Juan Carlos, al darse cuenta de que era argentino (era re-obvio) le preguntó que cómo así estaba en BCN y nos empezó a contar que era escritor y su esposa pintora. Ya se imaginan con quién terminó hablando casi toda la noche…. Qué gusto me dio conocer a un joven lleno de proyectos concretos, entusiasmado por el arte de escribir, luchador y con buena onda para hacer las cosas. Increíble! Lo más increíble fue que era de la misma Provincia de mi amiga María de los Ángeles Buceta con quien he tenido la suerte de hacer el Blog “Embriagados de Literatura” en el que nuestros alumnos de Perú y Argentina intercambian comentarios literarios.
La Torre Eiffel a las 11 pm vista desde abajo: Impactante. La verdad es que no me lo imaginé. Yo era un poco escéptica a la fama de esta construcción y si bien, siempre he creído que a veces ciertos lugares turísticos reciben una valoración sobredimensionada, debo decirles que me tragué mis palabras. Estando al lado de una de las bases, levantar la vista es increíble. Las toneladas de fierro iluminado sobre mi pequeñez… me  hicieron sentir más pequeña todavía. Solo pude mirar dos veces, en el tercer intento tuve un vahído… demasiada emoción.
La convivencia: El viaje tuvo dos partes. Los primeros 10 días éramos seis, nosotros cuatro y las Voss Carcelén. Los viajes en grupo tienen sus riesgos. O son exitosos o son un desastre.  Cada uno tiene su “timming” sus gustos, sus costumbres. En la primera parte fuimos seis adultos que nos juntamos con mucho cariño, tolerancia y sobre todo, sinceridad. Si alguien no quería incluirse en el plan, pues no lo hacía. Conclusión: un éxito.  Cuando nos despedimos de las Voss, buscamos un punto medio. Estoy totalmente consciente y agradecida de que en la mayoría de situaciones los “puntos medios” trataron de inclinarse a mi favor. He sentido que todos buscaron “mi bien” antes que la de ellos mismos. Conclusión: feliz!!!
5*****
La Catedral de Santa María del Mar. Hace algunos años, mi gran amigo Hernán Lanzara me prestó la novela “La Catedral del Mar”, en ella se contaba la gran empresa de su construcción durante la Edad Media. Desde que la leí soñaba con conocerla puesto que en el viaje anterior no lo había hecho (y el libro no se había escrito). El 25 de diciembre, Micaela nos llevó. La Catedral que se ubica en el Barrio Gótico estaba cerrada, mucha gente alrededor (al igual que yo esperaba que la abrieran, cosa que no pasó). Mientras tanto, de la mano de Juan Carlos empecé a mirar la fachada y poco a poco, me fue invadiendo un sentimiento de ansiedad, felicidad, melancolía, tristeza y alegría. Pensé mucho en mi mamá… en la felicidad de tener a un hombre enormemente bueno a mi lado, en mis hijos, en las personas que me quieren bien y me aceptan como soy, y en plena calle las lágrimas empezaron a caer en mis mejillas. Me abracé a Juan Carlos y sin vergüenza ahí mismo me dejé llevar por la emoción. Me sentía bien, muy bien.