martes, febrero 11, 2014

El mundo del juguete

De los recuerdos estimados que siempre vuelven a mi corazón está mi cajón de juguetes. Era un enorme baúl cuadrado de madera que guardaba cuanta cosa podía caber. Estaba  Topo Gigio, una gallina de madera Fisher Price que cuando la jalaba cacareaba (todavía la tengo!), un teléfono de la misma marca. Una loncherita con cierre blanca con muñequitas alrededor en donde ponía mis jaxes. Uno podía encontrar ollas, tazas, la muñequita que le apretabas la barriga y sacaba la lengua, carritos, soldaditos, bajalenguas de plástico (padre médico no olvidar) minitoys de esos que sonaban cuando los machucabas, algunas pelotas, cubos de madera, una caja de legos. Las barbies y todo el familión desde luego, de lo que ya he hablado en alguna ocasión. En esa época no vendían muchos juguetes  “chéveres” porque yo crecí en el gobierno militar. Pero todos cumplían su función. Algunos de ellos los había heredado de mis dos hermanas mayores que me sacaban una década de ventaja. Las barbies de hecho.
Abrir ese baúl era sumergirse en un mundo maravilloso de fantasía porque como todo estaba mezclado las posibilidades de combinación eran innumerables. Por ejemplo, el simple hecho de ponerlos a todos en fila ya demandaba horas de trabajo y por lo tanto, de entretenimiento.
En el mismo lugar también entraban las muñecas. No tenía muchas pero recuerdo una en especial. Nunca tuvo  nombre. No sé cuál fue la razón. Mi abuela Lila que cosía muy bonito le hizo un ajuar completo, hasta un saco azul con botones dorados. Antes, no se le compraba ropa a la muñeca. No obstante, mi favorita fue una que parecía un bebé de verdad: tamaño natural,  cabeza plástica, ojos de vidrio y cuerpo blando (casi como almohada). Mi hija siempre le tuvo pavor a esa muñeca… con tanta película de Chucky no pudo con ella.
Caída la tarde la tarea era poner todo de nuevo dentro del baúl. Estaba estratégicamente ubicado para que no tuviera mucha iluminación en la noche de tal forma que la hora de juego tenía que darse por terminada.
Ahora que veo esas películas en donde los muñecos cobran vida durante la noche, me imagino que ese baúl debe haber sido un vacilón.

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