martes, febrero 04, 2014

Una oportunidad


A veces tenemos enquistado en lo profundo de nuestro cerebro ideas preconcebidas que nos impiden ver la vida de otro modo. No hablo de los prejuicios que resultan ser un  aspecto de la vida recontra jodido puesto que no da lugar a la comprobación de los hechos. Hablo de las segundas, terceras o el número que sea de oportunidades.

A veces ni siquiera son pre- concebidas. Simplemente consideramos que hay personas que no pueden mutar, que no son capaces de rehacerse o de abandonar viejos hábitos, especialmente lo que los aleja de ser personas más saludables (en el sentido emocional de la palabra). Es decir: encasillamos tanto a la gente que no creemos en los cambios pequeños o por el contrario, sustanciales.

Solemos atrincherarnos en el concepto o idea que tenemos de alguien y en caso de mostrar alguna actitud diferente no le damos el crédito correspondiente. Uno tiene la exigencia social de mantener un status quo en su forma de ser. El que dice una mentira por ejemplo, será un mentiroso toda su vida. Desconfiamos. El que no te saludó un día, es un malcriado del mal. El chico que no sabe será un bruto por siempre.

La gente tiene derecho a cambiar, a mejorar (o empeorar) pero a veces no lo hace porque nuestra actitud no lo ayuda. Esa tendencia que tenemos a estigmatizar, a encasillar, a clasificar es un gran obstáculo. Tengo en la cabeza la frase de un antiguo alumno mío que un día me dijo: para qué voy a cambiar si nadie me creería… mejor me quedo como estoy aunque esté solo.

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