martes, diciembre 23, 2014

Carta a mi colega Grinch

Mi querido colega Grinch:


He esperado hasta estas vísperas para sentarme tranquila y poder compartir contigo todo aquello que acumulo durante un año. Es decir, el periodo post- traumático de la Navidad que me dura un horror y luego, cuando ya me siento recuperada... a partir de setiembre, arranca la campaña consumista, verdiroja, papanoelera, y todas aquellas cosas que nos preparan psicológicamente, porque la fecha espiritual más importante del año está pronta a llegar. 

Es mi impresión o dímelo tú,  que cada año arranca antes?¡?¡?¡? Pucha! Algo me dice que en el futuro cercano ni bien acabe las celebraciones de Semana Santa (pasión y muerte de Jesuscito) para (dizque) no estar deprimidos por la pena, la celebración  del onomástico de tan digno y sagrado personaje nos sorprenderá de sopetón. 

He tenido suerte este año, estamos 23 de diciembre y mis oídos no se han contaminado con los agobiantes Toribianitos a los que cada vez más les aprieta más el calzoncillo:  sus  voces aflautadas de antaño se han agudizado aún más... Me siento salva de la contaminación sonora que ellos producen en mí cada año puesto que te juro que son capaces de lograr que mi cabeza gire como la de Linda Blair y me sienta poseída de un humor que para qué te cuento. Eso sí, rechazo ponerme verde de la rabia, porque verde... es Navidad.

Yo no sé si será el paso de los años, tal vez justamente por lo que te comento en el párrafo anterior, no sé si será que ahora el tráfico está igualito todos los días del año, pero esta Navidad NO me está afectando. Estoy bañada en aceite. 

Mira mi querido, hay que entender que la gente es como es todos los días del año, que las personas exacerban su cariño en diciembre, los pecados capitales se dan a forro, las penas se agudizan, las ausencias se sienten más que nunca y los buenos deseos aparecen y desaparecen como luz de bengala. Eso, porque alguna excusa hay que tener.

Grinch, más allá del escozor que la Navidad nos produce... ¿te has puesto a pensar en lo efímera que es esta fiesta, cuán pasajero es el sentimiento, cuánta impostura, cuánta pose...?. a mí, por lo pronto es lo que no me gusta y mi posición cínica y cruda se empodera de mí más que nunca. 

Pero he aprendido Grinch, he aprendido... cada uno es feliz a su maneras, ridículamente feliz, honestamente feliz, hipócritamente feliz y cada cual se convence de ello.

Yo soy feliz a la mía: puteando por la Navidad, tragando como Heligábalo y viendo -todos los años- "Love Actually"... Lo confieso: ese es mi ENORME handicap mental. Temo desilusionarte, pero tenía que bajar mis cartas. 

Me despido colega, no sin antes brindar con un buen cocktail de nervocalm-grageas, esas de Mafalda.

See you!

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