No les ha pasado que han conocido (o conocen, o tienen cerca) a alguien que sienten que los agota emocionalmente… Tal vez, no lo hayan sufrido en carne propia, pero el otro día llegó a mis manos un artículo sobre los llamados “vampiros emocionales” (Berstein, Albert Vampiros emocionales); vale la pena compartir algunas de las conclusiones.
Son personas que tienen una gran necesidad de que la gente que los rodea los vea como víctimas, justifican sus actos –inclusive sus errores- sobre la base de su sufrimiento, de sus carencias, de la “falta de afecto” que tuvieron de niños, etcétera, etcétera, etcétera. Buscan obtener única y exclusivamente beneficios emocionales aprovechando la energía de los cercanos.
“Querrá que seas su confidente, su salvador y su todo; sin embargo, tarde o temprano te darás cuenta que has cargado sobre ti un peso insoportable (…) eres tan solo su alimento emocional”.
La mayoría se presenta como seres agradables, de mundo, muy inteligente, con una suerte de imán que usa para “atrapar, clavarle los colmillos” a su víctima. Curiosamente son grandes dependientes emocionales: quieren OIR que son lo máximo, que no hay nadie como ellos, que a pesar de lo vivido el destino les depara cosas más grandes que al resto de los mortales.
¿Dónde chupa la energía? Controlando esos comentarios a su favor, manipulando, haciendo sentir mal a su compañero de turno, haciendo sentir culpable a su víctima y realizando chantajes emocionales a cada rato: “pensaba que éramos amigos”, “qué efímero resultó tu interés por mí”, “no te quería molestar porque sé que no tiene tiempo para oírme” y de nuevo etcétera, etcétera, etcétera.
Una buena y sana relación es complementaria, recíproca, hay un libre intercambio de sentimientos, opiniones, entre otros elementos, Los vampiros emocionales buscan sacarle el jugo a los demás “su felicidad depende de la infelicidad y de los sacrificios del otro”.
¿Qué miedo, no? Habrá que sacar lustre al ajo y colgarnos un par del cuello.
Son personas que tienen una gran necesidad de que la gente que los rodea los vea como víctimas, justifican sus actos –inclusive sus errores- sobre la base de su sufrimiento, de sus carencias, de la “falta de afecto” que tuvieron de niños, etcétera, etcétera, etcétera. Buscan obtener única y exclusivamente beneficios emocionales aprovechando la energía de los cercanos.
“Querrá que seas su confidente, su salvador y su todo; sin embargo, tarde o temprano te darás cuenta que has cargado sobre ti un peso insoportable (…) eres tan solo su alimento emocional”.
La mayoría se presenta como seres agradables, de mundo, muy inteligente, con una suerte de imán que usa para “atrapar, clavarle los colmillos” a su víctima. Curiosamente son grandes dependientes emocionales: quieren OIR que son lo máximo, que no hay nadie como ellos, que a pesar de lo vivido el destino les depara cosas más grandes que al resto de los mortales.
¿Dónde chupa la energía? Controlando esos comentarios a su favor, manipulando, haciendo sentir mal a su compañero de turno, haciendo sentir culpable a su víctima y realizando chantajes emocionales a cada rato: “pensaba que éramos amigos”, “qué efímero resultó tu interés por mí”, “no te quería molestar porque sé que no tiene tiempo para oírme” y de nuevo etcétera, etcétera, etcétera.
Una buena y sana relación es complementaria, recíproca, hay un libre intercambio de sentimientos, opiniones, entre otros elementos, Los vampiros emocionales buscan sacarle el jugo a los demás “su felicidad depende de la infelicidad y de los sacrificios del otro”.
¿Qué miedo, no? Habrá que sacar lustre al ajo y colgarnos un par del cuello.
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