Hace unas semanas en el Desfile Militar (costumbre ridícula, gastadora y soberbia) hubo un incidente que generó que el Presidente de la Corte Suprema mostrara su indignación de forma pública y evidente. Alguien que empieza a leer estar líneas podrá pensar que ello implicó cierta injusticia cometida justamente en el ámbito legal... humano... ético...: no, no, no.
El señor Villa Stein estaba indignado porque no había sido ubicado, por un tema de protocolo, en el lugar que correspondía. (¡!).
El señor Villa Stein estaba indignado porque no había sido ubicado, por un tema de protocolo, en el lugar que correspondía. (¡!).
Etimológicamente la palabra viene de una griega: protokollon. Averigüé que, antiguamente, un libro estaba compuesto por hojas pegadas para formar un rollo. La primera hoja de ese largo rollo, en la que se consignaban los datos fundamentales de este, se llamaba en griego protokollon ( proto- ‘primero’, ‘inicial’ y kollon, ‘pegado uno con otro’). Es decir: inicialmente, protokollon significó ‘la hoja pegada en primer lugar’ y así pasó al latín protocollum. Según el Diccionario de la RAE, la palabra protocolo hacer referencia a la regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o costumbre. Este uso viene más o menos del año 1611. Disculpen la explicación que unas gotas de cultura no nos hacen mal.
Entonces, todos sabemos que los juegos tienen sus propias reglas: nos gusten o no nos gusten. Nos parezca ridículo pasar por GO y cobrar $200 o que el rey solo pueda avanzar una casilla... hay que respetarlo, si no te gusta: no juegues.
Lo que ocurre es que en tiempos modernos hay ciertas costumbres que pueden considerarse en desuso, ridículas, pasadas de moda y efectivamente van cayendo en el olvido. Otras, sin embargo, regulan el orden de ciertas ocasiones para que las cosas no se salgan fuera del libreto. Como por ejemplo, solo a nuestro expresidente Alejandro Toledo con su peculiar estilo fue capaz de romper el protocolo y estamparle a la Reina Sofía un tremendo besote en el cachete de su real investidura. ¡El cholo sagrado se hizo famoso en todo el universo protocolar! ¡O el zambo sagrado de Barak Obama que le dio un abrazo nada menos que a la Reina Isabel!
Pero no todo es ideal respetando el protocolo al pie de la letra.. En el siglo XVII Tirso de Molina escribió una genial obra teatral: El burlador de Sevilla, en la que aparece por primera vez el personaje de don Juan Tenorio y que luego seguirían re-creando e inmortalizando otros autores. Hay una escena en la que este conquistador llega de paracaidista a la boda de unos campesinos, y dado que él es un noble por protocolo, precisamente, lo tienen que sentar en el lugar más importante durante el banquete: al lado de la novia. Demás decirles que al novio, de entrada, esto le supo a chicharrón y no dejó de tener razón. Con el protocolo de lado el gran don Juan a la novia se birló...
Habrá que ver cuánto ganaba o cuánto perdía el Presidente de la Corte Suprema al perder su lugar "en el banquete"...
1 comentario:
En materia de relaciones públicas, ceremonial, protocolo y esas cosas hay todo un manual de orden y procesos de alta influencia(. . .) weno la verdad, en este caso si villa stein exageró, pero si fuera una ceremonia internacional...la cosa cambia
salu2!
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