martes, marzo 16, 2010

Cuestión de combinar los elementos


El otro día dando clases, trataba de luchar contra el argumento de muchos de mis alumnos que se basa en la premisa de " no entiendo lo que leo". De hecho, no estamos hablando de analfabetos funcionales, como se denomina ahora a los chicos que aprenden a leer pero no saben transformar el código escrito en ideas comprensibles. Problema que se ve mucho en ciertas primarias. Yo les hablo de chicos que simplemente no tienen el hábito de la lectura, pero que tampoco se les ha explicado que no deben cerrarse a cualquier posibilidad de que la pasión por un buen libro puede despertar cuando menos se lo imaginan.


Soy consciente de que con el paso del tiempo es más difícil que un alumno se anime a leer a Tolstoi, o Flaubert o Shakespeare. Puesto que los registros les son cada vez más lejanos. El hecho de estar acostumbrados a la cultura "imagen" hace que la lectura solo les ofrezca un conjunto de signos (letras) que ellos conocen pero que no los lleva a ninguna parte (excepto a los brazos de Morfeo). No obstante, tenemos un grupo reducido de jóvenes que por tener una sensibilidad especial todavía es capaz de conmoverse con un poema o con el fragmento de un cuento de Cortázar.



¿Cómo hacerles entender que eso que está escrito puede ser entendido por su cerebro? ¿cómo sacarles de la cabeza el prejuicio que toda la literatura es aburrida, a pesar de que les presentes textos medianamente entretenidos?



Decidí partir de esta comparación, de un elemento que forma parte de sus vidas y que lo ha sido de la historia de la humanidad desde sus orígenes: la música. Entonces, les dije que todos sabíamos cuáles eran las notas musicales, que ellos especialmente durante toda su primaria habían recibido clases de música y que para bien o para mal algo les había quedado. Eran capaces de pasarse horas de horas con el cuerpo enchufado al i-pod (y no al revés) como si fuera un apéndice. Pero había que reflexionar qué era la música... y llegamos a la conclusión que simplemente lo que escuchaban partía de las diferentes frecuencias del do-re-mi-fa-sol-la-si. Solo con esa base, los músicos lograron y lograban las combinaciones más creativas que no llegan a agotarse nunca. Desde los tambores africanos hasta el Metal.


Con la literatura es igual. De nuestro código A-Z la cantidad de sustantivos, verbos y otros logran combinaciones extraordinarias. Vamos desde los cantos homéricos hasta Condorito. Porque hay que entender que hay público para todo...


No me hace mejor o peor persona que mi capacidad de oyente me permita aceptarlo todo, no obstante mi elección de hecho irá con lo que me identifique como ser humano. Pasa en la literatura, en algún momento de mi vida me habré visto en Sófocles y otros en Fontanarrosa. Perdura lo clásico, lo coyuntural pasa y no permanece. Eso debe ser lo imprescindible y hay que tener voluntad para lograrlo.


Yo contraataqué: qué queremos cultivar, ¿lo que permanece o lo descartable? ¿Los Beatles o Britney? ¿Crepúsculo o Cien años de soledad?

1 comentario:

Lele dijo...

Hola Miss, me creé un nuevo blog.
Yo creo que lo que pasa es que no intentan entender lo que leen. Prefieren conseguir las cosas servidas y desmenuzadas, ni siquiera intentan darle un sentido. Leen pero se fijan sólo en las palabras, no en lo que significan. De la misma manera que ven una película y sólo ven las imágenes pero no el trasfondo o la historia tras ellas.
Lo que hay que demostrarles es que un libro no es sólo las palabras que lees así como ellos no son sólo como se ven. Así como en El Túnel o en la poesía de César Vallejo yo me encontré a mi misma, ellos tienen que entender que pueden encontrar partes de ellos en un libro. La literatura es muy prejuiciada últimamente pero tal vez se puede hacer que entiendan que leer no te hace "menos chévere" sino "más culto".