sábado, diciembre 11, 2010

Tengo que decírtelo... ¿no?

No sería cuestión de contar horas, días, años... porque en algunos microsegundos de estos, el amor nos abandona y queremos matarnos...No sería cuestión de revisar cada carcajada, ni sonrisa... porque las lágrimas también han acompañado nuestro recorrido. No sería cuestión de ver lo ganado... porque en el camino también fuímos perdiendo algunas cosas: objetos, sentires, ciertas costumbres...


Es cuestión solo de confirmar que es posible seguir despertando cada mañana con el mismo compañero y saber precisamente que es eso: compañero. Compañero, con quien como lo dice la misma palabra comparto el pan y todo lo demás. La compañía que necesito cuando el día termina, el abrazo justo, el ceño fruncido cuando amerita, la palabra correcta, el silencio en un suspiro que a veces carga un significado real y sobrentendido. El apoyo, el apoyo, el inmenso apoyo.

Hemos ganado en sabiduría y profundizado en emoción, veintiocho años después, sigo descubriendo que me puedo re-enamorar cada día: que ese milagro emocional es posible; y aunque a la gente le parezca huachafo, old-fashion, ridículo y quizás hasta soberbio, mientras estoy escribiendo esto tengo mariposas en la barriga pensando en unos ojos especiales que no han cambiado en su intensidad. Una mirada que a pesar de los años, las canas, las arrugas, mi cara al despertar, mi férula para dormir, el desaliño dominguero, mis pies helados, mis desamores, "mi delicadeza", mis metidas de pata y mis manías cada vez más exacerbadas, a pesar de mí misma... siempre ha reflejado amor. Solo ahí me sigo mirando igual que en 1982, solo ahí me siento bien conmigo misma, porque mientras existan unos ojos que nos amen... el resto no importa.

Cierro con una cita de "El amor en los tiempos del cólera", no podía ser de otra manera:

"Habían sorteado juntos las incompresiones cotidianas, los odios instantáneos, las porquerías recíprocas y los fabulosos relámpagos de gloria de la complicidad conyugal. Fue la época en que se amaron mejor, sin prisa y sin excesos, ambos fueron más conscientes y agradecidos de sus victorias inverosímiles contra la adversidad. La vida había de depararles todavía otras pruebas mortales, por supuesto, pero ya no importaba: estaban en la otra orilla"

2 comentarios:

LuisMi dijo...

me encantó este post.

Julieth dijo...

Esta genial el post! y la verdad es de admirar la forma en que aborda el tema :)