miércoles, julio 06, 2011

Día del maestro -segunda parte-

Suele ocurrir que como los padres no quieren pelearse con sus hijos para evitar que estos se separen de ellos (y vayan contra la naturaleza del proceso de adolescencia en búsqueda de su propio yo), generalmente le dan a la criatura una excesiva libertad para la que no está preparado. Definitivamente queda claro, que en realidad esta permisión es un respiro para los padres, puesto que ellos también tienen derecho de descargar su mochila para su propia distracción y no tener que sacrificarse en las idas y recogidas, supervisión, etcétera.



En este período, si los padres plantean así su relación, el chico que no es tonto, cuenta además con la complicidad de los amigos, el sobreuso del celular, la facilidad de conseguir un taxi, el usar ropa y maquillaje exagerados (que cambia al salir de casa). Es decir, contribuye a usar “maravillosamente” el tiempo libre; es decir, todo el día y toda la noche, especialmente si es período de vacaciones veraniegas.



Los padres no les colocan límites claros, límites que todo ser humano necesita, lo vigila a la distancia, confía exageradamente más allá de lo prudente, no coordina con otros padres frecuencia de horarios, permisos de llegada después de las fiestas, y obviamente, como pasa desde tiempos inmemoriosos: papi dice una cosa y mami dice otra…


Cuando sumamos lo anterior, a que los padres se dan cuenta que la cosa ha perdido el control y por ende, ya no son sujetos de autoridad. Asumen que sus hijos pueden tomar decisiones solos puesto que a los 14 o 15 años ya saben perfectamente, PERFECTAMENTE, qué es correcto o que es incorrecto… Cuando, como diría una vieja tía mía, no saben ni lavarse bien los dientes…


Ahora, sigamos sumando: estos padres reciben una citación del colegio. La falta de límites en casa ha llegado a invadir lo académico, y aparecen algunos problemas de los que hablo al inicio de mi reflexión. En ese momento pasa este pensamiento por la cabeza de los padres: O trato de que mi hijo esté en la cita para que el profesor vea cómo sé gritarle a mi hijo y llamarle la atención, o le soy severo con el profesor para que vea que yo sí soy modelo de autoridad y más bien, en el colegio NO SABEN cómo manejar a los chicos.



En el fondo, los chicos de estos padres sobreviven. Sobreviven a sus padres, sobreviven a sus profesores, entran a la universidad de su preferencia –gracias al facilismo del sistema (otro temita)- y seguramente les irá medianamente bien en la vida. Mi reflexión es ahora, al acabar, una preocupación: ¿esta generación de colegiales, cómo criará a sus hijos?


Feliz día a todos los que enseñamos, como padres, como profesores, como humanos. No bajemos la guardia. Como madre lo digo: la educación empieza en casa, sigue en casa y acaba en casa. La instrucción se inicia en el casa, sigue en el colegio y se valora en la universidad. Depende de la base para que la construcción de una persona no tambalee.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Feliz día maestra de la vida ! gracias por todo lo que me enseñaste!
Viva