Uno de los recuerdos más vívidos que tengo de mi madre es su entusiasmo por las Fiestas Patrias, y cómo trató de mantenerlo siempre. Planeaba con amplio rigor la agenda de esos días. Cuando veo hacia atrás no puedo evitar convocar a mi memoria ciertas escenas que se repetían año tras año, mi niñez, mi adolescencia y mi adultez estuvieron marcadas por esos dos días en los que el mundo se detenía.
¿A qué se ha debido este recuerdo? Pues a que hoy día el cartero de mi barrio dejó un sobre con su tarjeta que decía: Felices Fiestas Patrias le desea Juan Azaña (encargado de su correspondencia) con su escarapela impresa más. La idea, para los que no saben de ello, es luego venir por el mismo sobre que contendrá un dinerillo para “celebrar” tan digna fecha. De hecho, esta antigua tradición (puesto que es eso una tradición y no una obligación) debe conservarse en pocos barrios. Casi no hay carteros, solo empresas de courier y los correos electrónicos dejaron sin chamba a varios señores. Otros, que recibían igual propina por estas fechas eran los encargados de recoger la basura, mal llamados “basureros”. Sobrecito con dinerillo también para ellos, que además de cajón tocaban el timbre de la casa el 28 o el 29 con el requerimiento del caso.
Es curioso, puesto que aunque parezca extraño, ese recuerdo pesa en mí mucho más de lo que es la Navidad, por ejemplo. Los que me conocen cercanamente saben que además mi espíritu navideño es NULO, y los que me conocen más notarán un ligero cambio de mi personalidad en la celebración patria. Vuelvo a ser un poco la niña entusiasta de lo que la fecha encarna. Aunque todavía guardo ciertos escrúpulos pondría una banderita en la antena de mi carro (acabo de recordar que no tengo antena…).
Escuchar el discurso presidencial siempre fue, en mi casa familiar, una tradición que convocaba frente al televisor a propios e invitados. Tengo escenas mentales de ver a Velasco hablando desde el Palacio de Gobierno en un gran televisor con imágenes blanco y negro. Pero también recuerdo haber caído en un reparador sueño en el durante, o simplemente no entender nada de lo que decía. De adulta, escenas concretas: Alan parafraseando a Gonzales Prada con “los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”, en 1998, cien años después.
Cuando la televisión nacional (léase canal 7) transmitía el Besamanos, que como diría Pardo y Aliaga así se llamaba en el tiempo de los virreyes y se seguirá llamando igual (porque no cambiamos) no me perdía ni una. El saludo de los embajadores, de las autoridades era comentado por todos los que estábamos observando. Mira a fulano, qué se habrá puesto la Primera Dama, etcétera. Hasta que la puerta se cerraba para dar paso al gran Banquete (y nosotros también).
El 29, generalmente día lluvioso, prender temprano la tv para ver el Desfile Militar, otro recuerdo vívido era que a mediodía se destapaba una cervecita con algún piqueo para ir entreteniendo el estómago mientras que se veía el paso de los soldados. Qué mejor que estar muriéndose de frío en la Avenida Brasil.
En verdad, veo con nostalgia esos días, puesto que siento que el ánimo protocolar/familiar de las Fiestas Patrias se me quedó en el camino. Tengo sentimientos encontrados entre escuchar todas las pajas mentales que demanda el esperado discurso presidencial, porque ahora toooooooooooodos comentan, toooooooooooodos son especialistas y por otro lado, querer y no querer ver la “Gran Parada Militar” porque lo considero una tontería y un gasto innecesario del dinero del Estado.
Hoy, la solemnidad del aniversario patrio se ha perdido un poco. Hoy huimos de nuestra ciudad, nos refugiamos en nuestro interior, tenemos el 28 y 29 como excusa, pero no como celebración. Usamos la escarapela tal vez porque nos obligan a ello, puesto que deben ser pocos a los que les nazca de corazón (y no por esnobismo). Hoy mezclamos Panetón, con Turrón de Doña Pepa y Picarones… total todo es festivo y todo es supuestamente peruano. Hoy somos parcialmente peruanos. Cuando ganamos un partido, cuando nos va bien en la economía, cuando comemos más rico que los de Perú- Nebraska.
Hoy nos falta corazón blaquirrojo. Habría que empezar a recuperarlo.
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