lunes, junio 27, 2011

De las artes...




Hoy, una reflexión corta.

Veo, y no debería ser con sorpresa, que cada vez más se discute sobre el arte de la guerra aplicado al mundo de los negocios o de la política. La dinámica de una aplicada al espacio laboral y cotidiano. Y aquí, lo que llama mi “naif” atención es que quizás en la legendaria China la guerra podría ser vista como un arte, pero vamos: la guerra es la guerra en cualquier parte del mundo. Eso del “arte” es un simple eufemismo.


Disfrazados de Risk, Go, y otros juegos de mesa, tenemos pues el intelecto colectivo tiene la necesidad de tener más, de conquistar, de demostrar ser el mejor, el hombre (y especialmente lo digo por un tema de género) es competitivo por naturaleza. Su alma guerrera es intrínseca a demostrar en todo momento que es una suerte de macho alfa, y ahora en el mundo de los negociosos, entramos las mujeres –que contagiadas por la competitividad del medio- suelen ser inclusive, más despiadadas: mientras el varón sale a la conquista, ella sale a defender su fuero pase lo que pase.


La guerra no es un arte, es un instinto. Y aquello que decide no negociarse, se paga con sangre…

lunes, junio 20, 2011

"Yisusmeri"

Con la modernidad y la rapidez con la que vivimos -incluyo el crecimiento urbano “hacia arriba”-, el concepto de BARRIO se ha ido perdiendo, diluyendo entre los dedos y a veces, termina siendo curioso como los padres tratamos de explicarles a los hijos que intensa pudo ser la vida del barrio.




El juego en la calle, las tocadas de timbre, la “vueltita chonguera”, las reuniones en la esquina, la silbada en la puerta de la casa, las broncas, las carreras, las complicidades. En la calle (real y no metafórica) se da una historia diferente ahora… Antes, la vida estaba afuera, ahora la vida está en una reu, está en Facebook. Los chicos de ahora la pasan bien, no puedo negar que quizás hasta mejor, desde SU punto de vista, y acumulan historias geniales que también encierra la complicidad y aspectos similares. Sin embargo, hay cierta esencia que sí se perdió.

El fin de semana, fue testigo –no es la primera vez, desde luego- de una reunión de hermandad. La vida llevó a varios chicos, ya convertidos en hombres, en padres de familia, a migrar a diferentes partes del mundo, hace muchos años atrás. Sin embargo: el barrio está ahí.

A pesar de no tener al grupo completo, a pesar de que más de uno no estaba para compartir (y hasta defenderse de la joda del resto) la presencia emocional, la fortaleza del amigo lejano, estaba en la mesa en la que nos hallábamos sentadas diecinueve personas de dos generaciones diferente. Amigos, parejas, hijos, enamorados…mudos testigos de testimonios guardados con fidelidad en el lugar de la memoria colectiva.

Y entre bocado y bocado, y a medida que la situación iba acomodando los recuerdos y las historias comunes, empezamos a extasiarnos con historias del pasado en las que a pesar de que primara la travesura, la palomillada, los excesos que permiten la falta de responsabilidades concretas, las risas surgían una y otra vez espontáneas. Las historias, que se presentaban cada una más “terrible” que la otra… dejaban al final un sabor común: un vínculo intenso que pasa fronteras, cruza océanos y a pesar de las diferencias, los dolores compartidos, las broncas internas que cargan en sus historias, estaban ahí: reunidos alrededor de un mesa, siendo como son, contando aventuras, fanfarroneando entre ellos mismos, deteniendo la vida por un momento y recordando los tiempos despreocupados, los días de refugio...


En el recuerdo, el barrio surgió como el paraíso perdido.

lunes, junio 13, 2011

le cuento... o no le cuento...




En los últimos tiempos voy repensando algunas cosas filosóficas de la vida y voy mirando como miro comportamientos propios y ajenos. De ello, me he dado cuenta de lo difícil que es manejar la empatía, que como bien diría mi gran amigo el DRAE es: (la) identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.


Cuántas veces cuando alguien cuenta un problema, el común del oyente lo acoge con cariño pero no encuentra mejores palabras de consuelo que contarle una historia peor, o que el mismo oyente lo pasó peor en circunstancias similares. Abundan las situaciones en las que si uno cuenta que se rompió un hueso, el amigo le dice que se consuele porque su prima tiene rotos 54 huesos incluido el cráneo… Si alguien cuenta que tiene una deuda de cien mil soles, ni se te ocurra porque tu amigo te dirá que de qué te quejas si él debe más de medio millón de soles.. Y así, la bola de nieve va creciendo y creciendo.


Cuando alguien tiene un problema, son los menos los que se solidarizan y son los más, que con buenas intenciones y creyendo que dan un correcto consuelo, terminan (sin querer) ninguneando o subestimando al apesadumbrado sujeto que busca un hombro donde poner su cabeza solo por un momento.


Aquí entonces quedan dos conclusiones: De un lado, no contarle a nadie que uno la está pasando mal, o seleccionar con pinzas a quien se lo cuentan. Del otro, poner en práctica la empatía y olvidarnos que el mal mayor (ajeno) pueda servir de buen consuelo.

lunes, junio 06, 2011

... y como siempre, la lectura





gracias Vero



Les dejo un artículo sumamente interesante sobre las bondades terapéuticas de la lectura. Para algunos puede ser redundante, para otros... un descubrimiento. En todo caso, el artículo es entretenido y se deja leer.


La lectura es un buen remedio para olvidar la realidad, o al menos para buscar un buen refugio de lo que esta última a veces no muestra amenazadoramente... hoy es un buen momento.








Antídoto contra la depresión, la lectura
Por: Eugenia Correa, el 24 de mayo de 2011

"Desde niña me gustó leer. Un gusto que no adquirí precisamente leyendo el Cantar del Mio Cid que era obligatorio en la escuela, mi gusto por leer comenzó al leer series de cuentos para niñas, como el Club de las Babysitters o novelas como La Princesita y El Jardín Secreto. Supongo que fue el equivalente a hoy en día comenzar leyendo Harry Potter o novelillas sobre vampiros. Conforme crecí mi apetito literario cambió y aquellos, tal vez para algunos, banales libros, me llevaron a buscar lecturas más retadoras. Por eso hoy, aunque no considero a Potter una lectura obligada ni mucho menos, aprecio el trabajo que ha hecho enganchando a cientos de niños y jóvenes en el vicio de las letras.

En lo personal, tiempo después me incliné por lecturas menos "ligeras". Durante la época más dura de mi adolescencia me relacioné casi obsesivamente con Dostoievsky y con Sartre; ahí me llevó, supongo, mi carácter ya un tanto predispuesto a aceptar una visión más dionisiaca y menos apolínea de la vida. Por muchos años pensé que a esa segunda etapa en mis gustos literarios se debía que me hubiera vuelto una joven que se sentía siempre perseguida por una nube gris, que haberme adentrado en esos rincones de la mente humana me había hecho más dura por no decir hasta cínica. Pero hoy me doy cuenta que esas lecturas, que imprimieron mi carácter y a la fecha sigo admirando seriamente, más allá de hacerme una persona oscura, algo que ya no me considero, quizá me salvaron la vida.

Según una nota publicada por el diario inglés “The Independent”, un estudio en Estados Unidos descubrió que aquellos adolescentes que privilegian la lectura por sobre otras formas de entretenimiento mediático tienden a sufrir menos de depresión - entre los medios que se compararon fueron televisión, cine, música, video juegos, Internet, revistas, periódicos y libros. De esto se observó que un adolescente que prefiere escuchar música que leer está 8.3 veces más predispuesto a sufrir de depresión severa que un joven que prefiere entretenerse leyendo.

Y es que de acuerdo con el estudio no importa tanto qué sea lo escuches o leas. Lo que hace a la lectura un antídoto contra la depresión es el acto mismo de leer, pues sin importar si estás leyendo El Guardián entre el centeno o Potter o Crepúsculo, la lectura es una actividad que ocupa mucha energía mental lo que impide que se caiga en una depresión más severa. Un joven que está muy deprimido no puede siquiera leer, mientras que otro, aun si puede sentirse triste, o hasta estar viviendo una tragedia como experiencia vicaria a través de un personaje literario, al estar llevando a cabo el acto de lectura no se permite llegar a un nivel de depresión tan bajo, tiene la mente ocupada, explica el doctor Brian Primack, autor del estudio, en una nota para "The New Yorker".

Esto, por supuesto, no significa que hay que dejar de escuchar música o evitar los video juegos, a mi parecer simplemente nos está mostrando que la lectura sigue siendo un hábito de vital importancia que debemos seguirnos esforzando por cultivar tanto en jóvenes como en adultos. "