Mientras le daba vueltas a la idea de escribir este post,
pensaba en una vieja frase que versa así: “El hombre es invencible por la
razón; las mujeres, por las lágrimas”. Me llega!!! Me molesta enormemente el
estereotipo de ver a la mujer como la llorona, la irracional, la “incontinenti”,
la sentimentaloide, entre otros adjetivos que se me vienen a la cabeza.
No obstante, debo confesar también, que aquella premisa
sigue manteniendo vigencia por siempre, dado que muchas de nuestras colegas de
género logran sus objetivos ejercitando de manera óptima sus lagrimales, y
justamente sumando a la racionalidad que las caracteriza. Es decir, podríamos
afirmar que la mujeres son invencibles por las lágrimas + la razón. ¡¡Me
llega!!
Perdemos puntos en la batalla del show, dado que
contradictoriamente también podemos caer en el juego del ridículo por ser
derrochadoras de un falso dramatismo, digno de Elvira Travesí (para los que
recuerden) o de alguna telenovela mexicana. Nuestras heroínas de “Al fondo hay
sitio” son menos lloronas. Menos lloronas, porque llorar cuesta. Puede salir
caro.
La sociedad de hoy, una sociedad que prefiere seguir
hablando de igualdad –aun cuando no existe- ve en las lágrimas pura
manipulación cuando se utilizan para rogar, pedir, expresar compasión. Este
producto inexplicable de la emoción (seguramente cualquier científico me daría
la explicación que escapa al entendimiento del ciudadano común como yo) se
puede producir desde ver una propaganda de la Teletón, hasta ser testigo de
alguna escena de amor…
Yo conozco a más de una que llora cuando quiere…
Llorar tiene un valor, debe tenerlo. Uno no debería ir por
la vida derrochando lágrimas. Lo que se derrocha y se regala, se devalúa,
pierde certeza…
A las lágrimas hay que cuidarlas, dejarlas ir en el momento
adecuado, a la hora adecuada, con la gente indicada…
Ahorremos lágrimas, que recuperen su valor. Seamos
invencibles por nuestra inteligencia y no por el poco uso que, a veces, de ella
hacemos…
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