martes, julio 01, 2014

Al azar

El tiempo pasa y al mirar atrás, veo un vacío de semanas en el que he estado muy alejada de lo que me gusta hacer a mi manera: escribir.

Es cierto que a veces uno tiene que tomar distancia, y ese espacio resultante nos permite tener una mirada diferente sobre nosotros mismos. Alejo Carpentier, decía en así en su novela “Concierto Barroco”: poner la mar de por medio.

La vida cotidiana nos engulle cada día más, al mí al menos me traga el tráfico, el trabajo, manejar, como a todos. Nos desgastamos pero a la vez somos luchadores de la vida, a nuestra manera y con nuestros propios medios y nuestros propios demonios. Nadie tiene derecho a quejarse, decía alguien el otro día; ello, ante la realidad difícil de una historia cercana. Y es verdad. Ante esa sentencia, todos deberíamos cerrar la boca porque siempre se encuentra uno que la pasa peor.

Pero el juego de la vida no es ese. Los pesos específicos del sufrimiento son diferentes e incomparables. El sufrimiento una niña que perdió a su muñeca favorita a los tres años era inmedible. El dolor de un amigo cuando perdió a su esposa no lo puedo describir. Seguramente, he usado terribles ejemplos, incomparables por su naturaleza. Pero son reales. Existen en sus dimensiones personales. Es como el umbral del dolor. Nadie tiene por qué juzgar.

Estamos acostumbrando a juzgarlo todo. Entre ello, el dolor propio y ajeno. Enaltece si uno aguanta; de eso no cabe la menor duda. El que se queja mucho, pierde.
Alguien pensará que de esto ya he escrito antes, es cierto. No obstante, este es uno de esos post en los que empiezo sin saber exactamente qué voy a decir y acabo hablando de un tema que está en lo cotidiano, en el día a día.


No hay lección, no hay consejo. Solo reflexión. 

1 comentario:

Meg Raven dijo...

Es triste, pero cierto. A todos nos atrae el sufrimiento ajeno, no hacemos nada por evitarlo y sin embargo nos revienta sufrir nosotros y que los demás pasen de largo. Así es la sociedad en la que vivimos; pero no es la sociedad en la que quiero vivir yo.

Un saludo!